María Eugenia Peña de Arias.-
Cuando nos hablan de redes sociales inmediatamente pensamos en plataformas como Facebook, Instagram o Snapchat, no en balde tienen una gran penetración a nivel mundial. Sin embargo, el espectro de los social media es muy amplio y diversificado. La web 2.0 tiene como una de sus características que es adaptable a los usos que hacen las personas de sus aplicaciones. Los usuarios combinan lo que las herramientas ofrecen con sus necesidades de relación.
Dentro de las redes sociales, las científicas van teniendo una aceptación creciente entre investigadores y universidades. Academia.edu, una de las más populares, cuenta con más de 52 millones de miembros y 36 millones de visitas únicas al mes. Esto se debe a que estas redes combinan varias cualidades importantes para la actividad científica. En primer lugar, proporcionan visibilidad a los trabajos e investigadores, y visibilidad se traduce en oportunidades de encontrar pares y grupos con intereses similares, a la vez que se reducen las probabilidades de plagio. En segundo lugar, se pueden compartir artículos y otros trabajos con colegas sin necesidad de recurrir a costosas bases de datos. En tercer lugar, ofrecen métricas sobre la recepción que está teniendo la producción científica. Y en cuarto lugar, pero no menos importante, se generan comunidades donde se comparten hallazgos parciales, dudas, proyectos, artículos que pueden someterse a la revisión de otros investigadores, etc.
Las webs también son una gran ayuda para otra actividad crucial en el caso de la investigación: la divulgación. Se van desarrollando cada vez más congresos 100% online, que permiten la participación de investigadores provenientes de diversas latitudes, quienes se abstendrían de hacerlo si tuvieran que trasladarse a la ciudad sede del evento.
En esa modalidad se celebró recientemente el VI Congreso de la Asociación Venezolana de Investigadores de la Comunicación (Invecom). Esta organización, que reúne a sus socios y a otros investigadores cada dos años desde hace 10 años, vivió este año su primer congreso completamente a distancia. Alrededor de 70 investigadores, provenientes de Venezuela, Brasil, Colombia y Argentina, entre otros países, presentaron sus trabajos en el evento, que se desarrolló en la plataforma Blackboard Collaborate de la Universidad Monteávila.
La experiencia fue enriquecedora desde varios aspectos. Fue ocasión de encuentro entre investigadores que por diversas circunstancias han emigrado de Venezuela y los que están en el país. Se presentaron perspectivas nacionales, internacionales y locales sobre el nuevo paisaje de la comunicación, que fue la temática central del evento. Hubo espacio para un diálogo más pausado que el que se logra en congresos comprimidos en unos cuantos días por razones de conveniencia de los participantes. Quizás lo más importante es que fue una oportunidad para que algunos vencieran resistencias ante este tipo de espacios y vieran cómo pueden impulsar la actividad científica.
Podría pensarse que quienes se dedican a esta actividad tienen predisposiciones positivas al uso de la tecnología para apoyar su trabajo. No es necesariamente así. A las resistencias personales se suman retos como la custodia del trabajo intelectual; la dificultad para discernir los trabajo que representan verdaderos aportes al conocimiento, dado el volumen de información que circula en las redes; la incorporación desigual de las disciplinas científicas en estas plataformas y la reducción de la investigación a la estricta publicación. Sin embargo, las ventajas que ofrece la web 2.0Â a la ciencia no son desdeñables. Al contrario, abonan en la posibilidad de que una actividad que es por naturaleza elitesca pueda permear a la sociedad y favorecerla.
* María Eugenia Peña de Arias es decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Monteávila.