Mario Briceño Iragorry (apuntes para unos comentarios)

Fernando Vizcaya Carrillo.-

Mario Briceño Iragorry fue el hijo mayor de Jesús Briceño Valero y de Marí­a Iragorry. Estudió la primaria en su pueblo natal y el bachillerato en el Colegio Federal de Varones de Valera. En 1912 se trasladó a Caracas e ingresó a la Academia Militar donde conoció al futuro presidente Isaí­as Medina Angarita.

En 1914, regresó a Trujillo donde ejerció el periodismo. Se trasladó a Mérida en 1918 para seguir estudios de derecho en la Universidad de los Andes, donde en 1920 se graduó de abogado. En Mérida conoció a Josefina Picón Gabaldón con quien contrajo matrimonio en 1923.

Fue director de polí­tica y encargado de la secretarí­a del estado Mérida en 1919. En 1921 regresó a Caracas, ingresando a la Dirección de Polí­tica Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores junto a Lisandro AlvaradoJacinto Fombona Pachano y José Antonio Ramos Sucre.

Simultáneamente, era docente del Liceo Andrés Bello, del cual llegó a ser director. En 1922 se convirtió en Secretario de la Cámara de Diputados y posteriormente Cónsul de Venezuela en Nueva Orleans (1923-25).

A partir de una disertación hecha en la lección inaugural en la UCV 1951, extraje algunas ideas. La formación pausada de la Venezolanidad se estableció “desde los púlpitos de los templos, las cátedras universitarias, los claustros de los conventos y las reuniones sociales, allí­ fuimos tribunas donde se oyó el eco de los indios esclavizados y los criollos despreciados”.

Anoto algunas ideas que puedan servir de reflexión y puntos de apoyo para un diálogo constructivo. De “La Hora Undécima” recojo algunas ideas:

No tenemos primer piso. Estamos montados en el aire. Nuestro paí­s, en el plano de la interioridad, sigue siendo realmente lo del estilo arquitectónico montado en el aire. Carecemos de fondo donde encuentren resistencia defensiva los grandes valores de lo humano: lógica, lenguas clásicas, gramática superior, antropologí­a, ontologí­a pondrí­a yo al principio de cualquier curso, proporcionar una formación de primer piso” (212)

  • Para amar la patria hace falta amar su historia.
  • El hombre es ante todo y sobre todo Historia. Como ser implantado en la dimensión de lo temporal, el ente humano se mide y juzga por la proyección de su libertad en el plano de la Historia”. (La Hora Undécima) 195
  • Sin solera histórica, los pueblos carecerán de fuerza mágica que ilumine los espí­ritus nuevos.
  • El solo móvil para el basamento de la venezolanidad es el móvil de los estudios de la historia.
  • La cultura de superficie ha sido y sigue siendo nuestro fardo más pesado. La carencia de principios normativos es nuestra falla peor. Como pueblo y como individuos pensamos y obramos sin cuidados de consultar nuestro deber” Hora Undécima 219.
  • La historia es una de las fuerzas más efectivas para la formación de los pueblos.
  • Un ejemplo luminoso es la redacción de las leyes de las Indias Occidentales, monumento jurí­dico que por sí­ solo salva la intención generosa y civilizadora de nuestra antigua metrópoli.

Anoto algunas reflexiones personales (1953) carta al Mons José Humberto Quintero:

Sin ser adherente al existencialismo, creo con Kierkegard: “sin la reforma de nuestra propia personalidad, carece de validez toda filosofí­a y sentido de la vida

Al ir a la lucha electoral no creí­ en un cambio de la realidad venezolana. Fui a la lucha eleccionaria no en busca de poder sino en reunir al paí­s.

Una referencia valiosa es la que hace en ese ensayo “El caballo de Ledesma”. Expone a Alonso de Ledesma factor interesante para explicar la formación de las capas sociales de la colonia. “Sobre el caballo de Ledesma, por cuyas venas corre sangre de Pegaso, de Lampo de Rocinante y Babieca, y así­ se han ganado grandes jornadas de los pueblos. Pero es el de Ledesma el caballo baquiano que conduce a la verdad, a la justicia y al desinterés”.

La polí­tica es la suma de los hábitos sociales. Un pueblo no será polí­ticamente culto si sus componentes no lo son como individuos” (72)

Hay crisis de virtudes. Y las virtudes polí­ticas son prolongación de esas modestí­simas virtudes que crecen al amor del hogar, sobre el limpio mantel, en torno al cual se congrega la familia. El muchacho al cual se enseña a tomar bien el cuchillo y el tenedor para despresar aves, sabrá mañana ceñir la espada para defender la República y tener en equilibrio la balanza que mide la justicia” 72.

Ya establece la necesidad de la formación, en las aulas de los verdaderos ciudadanos, amantes de la justicia en “La Hora Undécima”, de lectura obligada a nuestros futuros abogados. “¿Que fe puede engendrar en el espí­ritu del estudiante la presencia de profesores descalificados? (…) seguirá allí­ la tragedia que viene de abajo; la insinceridad, la desconfianza y la falta de alegrí­a social” (89).

  1. La aclaración interesante y desprejuiciada, de unos mitos engendrados por historiadores con poca profundidad, de la leyenda negra y la leyenda dorada de nuestra historia de Venezuela. La cual ha hecho daño desde el inicio de su enseñanza. En la primera, una historia llena de crí­menes y robos en el sistema colonial y la leyenda dorada un sistema lleno de paz y progreso. Escribe Don Mario: “Al ahondar en el estudio de los problemas de nuestra historia solo busco presentar los hechos. Mi idea es diferenciar la dialéctica de un paí­s colonial al de un paí­s republicano, a una tesis de un paí­s nacional en formación.
  2. En tapices de historia patria; 1 tapiz. Como nació nuestra afición a los estudios de historias falsas. 2. Dificultades para formarse un concepto preciso de la historia 3. Defectos de unitalieridad que conduce a una confusión histórica 4. Las fuentes de la conquista penetraban la América con dos ideas: la expedición militar y una cruzada evangelizadora 5. El surgimiento de una “forma” en el avance del europeo. Hernán Cortes hablaba de la Altanerí­a de los Conquistadores 6. La organización casi aleatoria de las clases sociales 7. Separación de las Provincias de la Capitaní­a General en Coro y el 1553 el Obispado de Coro.

*Fernando Vizcaya Carrillo es profesor de la Universidad Monteávila

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