Vida en abundancia | Germinar desde la piel

Carlos Lanz.-

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La semilla de un frondoso árbol puede ser delicioso fruto. Foto: photopin (license)

La semilla de un frondoso árbol puede ser delicioso fruto que sacie a los hambrientos. Proviene de la  fecundación de un óvulo por polinización, en cuyo polen se encuentran los gametos masculinos. Esta semilla, en tiempo propicio, caerá al suelo y germinará, alumbrando un arbolito, que medrará hasta dar umbrí­o frescor a quienes nos resguardemos bajo su copa. En tiempos de mi infancia cantábamos llenos de entusiasmo: “al árbol debemos solí­cito amor, jamás olvidemos que es obra de Dios”. Y eso que todaví­a no sabí­amos de calentamiento global y demás peligros de nuestra era.

Esta semilla es una célula germinal o reproductiva, que debe unirse a la célula germinal que produce el individuo del sexo contrario. Los óvulos y los espermatozoides son células germinales, y todos los seres que nos reproducimos sexualmente los poseemos: óvulos las hembras, espermatozoides los varones, albergados en los órganos sexuales.

El lunes fue publicado en Nature, prestigiosa revista cientí­fica, un trabajo del investigador Hayashi en el que refiere haber logrado el nacimiento de un ratón proveniente de un óvulo, pero no de uno común, sino uno obtenido de las células de la cola de un ratón adulto. Este óvulo no se encontraba en el ovario de un ratón hembra, sino que fue obtenido de las células de los tejidos de sostén de la cola. Esta célula especializada en sostener los tejidos fue transformada en una célula pluripotente, también llamada célula IPS.  Estas células pluripotenciales tienen la capacidad de convertirse en cualquier tipo de célula de un organismo: pueden convertirse en células de corazón, músculo, de estómago, en un óvulo. En este experimento se logró por vez primera convertir la célula IPS en gameto, y luego de fecundado con un espermatozoide ser implantado en el útero de una hembra. Podemos decir que el progenitor de este ratoncito fue un roedor, que no es su madre, en el sentido usual del término, ya que no se le extrajeron óvulos de sus ovarios. Y de remate, posiblemente ni siquiera era hembra.

Sin entrar en pormenores de genética que harí­an muy largo este escrito, hay que considerar que este experimento utiliza muchas tecnologí­as que han allanado este camino; las células madres derivadas de células adultas, la modificación genética y técnica de cultivo de células. Esencialmente, consiste en regresar las células ya especializadas a un estadio de pluripotencialidad en el que pueden originar células de cualquier tipo. De este modo, los japoneses del estudio convirtieron células de la cola en células reproductivas.

Para adónde vamos con esto: se pueden rescatar especies en peligro de extinción, ya que al tomar cualquier célula del cuerpo del animal se puede lograr una reproducción asexuada y de laboratorio. Pero pareciera, dado los precedentes, que apunta a ser un paso más en lograr una reproducción humana de laboratorio, sin tener que contar con óvulos o espermatozoides de donantes: el sueño de los que quieren reproducirse sin el encuentro sexual (y esperemos que amoroso) de un hombre y una mujer. Claro está, falta mucho para aplicar esta tecnologí­a en humanos con seguridad, puesto que muchas de las experiencias de reproducción asistida han demostrado tener efectos en la progenie después de muchos años.

Los versos expresan encarnadas realidades humanas que nuestros tiempos quieren soslayar en su empeño tecnocientí­fico de dominar hasta el origen de la vida de los hombres; todo por soberbia y avaricia. Julio Herrera y Reissig pone en boca de Eva:

«¡Adán, Adán, procúrame un veneno!»,

dijo, y en una crispación flagrante

la eternidad atravesóle el seno…

Entonces comenzó a latir el mundo.

Y el sol colgaba del cenit, triunfante

como un í­gneo testí­culo fecundo.

El mundo puede que necesite un poco de poesí­a para entender las profundidades del amor humano que nos hemos empeñado en colocar al mismo nivel que los acontecimientos que suceden en el reino animal. Puede que no podamos evitar el loco discurrir de nuestra cultura (aunque hay muchos consensos en los que destaca la sensatez, expresada en acuerdos internacionales, para condicionar la experimentación cientí­fica), pero el hombre y la mujer comunes entienden cuando ocurre la corrupción de lo bueno. No olvidemos que corruptio optimi pessima: La corrupción de lo mejor es lo peor.

* Carlos Lanz es médico y profesor de la Universidad Monteávila.

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