Reflexiones universitarias | La Formación del Espí­ritu (II)

Fernando Vizcaya Carrillo.-

Aprender a leer bien equivale a cualquier otro arte. Foto: photopin (license)

En el artí­culo anterior quedamos en la primera idea de ese “cultivo” que es escribir. La manifestación externa de espiritualidad en el ser humano. Surgen necesariamente preguntas ante esos planteamientos.

¿Cuál es la mejor ví­a entonces para aprender a escribir? Posiblemente aprender a leer. Comenta Mortimer Adler, en un libro insigne, How to read a book, que ya lamentablemente no se consigue: “aprender a leer bien equivale a cualquier otro arte o habilidad: hay reglas que hay que seguir y aprender. Los buenos hábitos tienen que ser adquiridos y para lograr este objeto no es necesario vencer grandes dificultades, solo hay que vencerlas. Se requiere voluntad de aprender y paciencia durante el proceso.”

Solo de esa manera se pueden ir seleccionando los textos adecuados a las ideas que queremos plasmar y por lo tanto transmitir. Esa es la primera etapa o fase de una actividad que dura toda la vida, la cual consiste en saber seleccionar -actividad escible- lo más importante de un escrito. Esto no se logra rápidamente, posiblemente nos lleve años de trabajo intelectual, donde el uso del diccionario es instrumento vital, y un ambiente adecuado es requerido para ese arte, aunque tengo para mí­ que un tiempo ideal no existe.

Lo más práctico en este sentido de la acción es ir anotando a mano, plasmarlas en blanco y negro y no solo resaltar esas ideas que nos sugiere el autor del escrito a nuestra inteligencia y pasión del momento. Es decir, que entendemos y “nos gusta” lo que se escribe y leemos en ese momento. Sabemos por experiencia de vida también que nos puede resultar fastidioso y tedioso escribir cartas o contestaciones a personas. Sin embargo, siempre nos resulta muy agradable -nos encanta- recibir cartas o escritos personales.

Una vez leyendo conviene en ese momento anotar cuidadosamente la fuente, con sus datos de nombres, referencias, fecha y editorial. Es decir, siempre que leas debes tener algo para anotar y algún soporte para ir anotando (lápiz y papel para decirlo coloquialmente).También vale la pena hacerlo en un soporte que no se pierda tan fácilmente como un cuaderno o libreta de apuntes.

¿Cómo conseguir ese arte de captar rápidamente esas ideas importantes? Escribe la doctora Ferreiro “la lectura es un gran escenario donde es preciso descubrir quiénes son los actores, los metteurs en scene y los autores (sin olvidar a los traductores, porque en gran medida, la lectura es presentación de otra lengua, semejante pero diferente a la lengua cotidiana)”

Al decir de Adler, otra referencia ya citado, “una de las reglas primordiales para leer algo consiste en individualizar las palabras más importantes que usa el autor: sin embargo, no debemos contentarnos con distinguirlas. Es necesario saber cómo son usadas. Es la búsqueda más difí­cil, distinguir los significados que puede tener la palabra…”

Esto nos lleva a una gran primera inducción reflexiva: los problemas de la educación, concebidos en general como fracaso escolar (a todos los niveles) con frecuencia se llevan a no saber leer en el sentido de no comprender lo que el autor quiere transmitir. Y se entiende esto como fracaso del aprendizaje –responsabilidad del alumno- cuando pienso que es en realidad una manifestación muy clara del fracaso de la enseñanza – responsabilidad del docente- en sentido amplio, que quiere decir no solo la persona del aula, sino la institución, las costumbres académicas y los diseños curriculares.

Esa idea la desarrolla con mayor arte Jorge Larrosa. “Enseñar es más difí­cil que aprender. No porque el maestro deba poseer un mayor caudal de conocimientos y tenerlos siempre a disposición. El enseñar es más difí­cil que aprender porque enseñar es dejar aprender.”  Esto nos lleva a experiencias personales en el arte de leer y necesariamente a que si tenemos ese hábito de escribir en formación, podremos verter en un papel, unas ideas. Cosa verdaderamente interesante para reflexionar. El dominio de los códigos, su interpretación y la posibilidad de la reconstrucción de esos significados. Es decir con otros autores, su apropiación. Como dirí­a nuestro poeta: “…desbaratando encajes llegaré hasta el hilo. La renuncia es el viaje de regreso del sueño”.

* Fernando Vizcaya Carrillo es decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Monteávila.

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