Visión 2.0 | Redes ¿sociales?

Marí­a Eugenia Peña de Arias.-

Detrás de las redes sociales hay un rostro humano. Foto: photopin (license)

Black Mirror es una aclamada serie de televisión británica que goza de gran aceptación entre crí­ticos y espectadores. Su promesa es mostrar cómo la tecnologí­a afecta nuestras vidas. En el primer capí­tulo de su tercera temporada ofrece una particular visión de lo que serí­a una sociedad controlada por los í­ndices de popularidad de las personas en las redes: se vive una vida ficticia, orientada más a obtener aprobación que a establecer relaciones auténticas.  ¿Alerta o pesimismo puro y duro? Apocalí­pticos e integrados pueden tomar posiciones.

Más allá del acuerdo o desacuerdo con el modo como esta serie plantea la crí­tica, se puede rescatar la idea de que las personas usamos los medios de comunicación para satisfacer necesidades especí­ficas. La teorí­a de los usos y gratificaciones, propuesta de los años 60 en el marco de la investigación empí­rica de la comunicación, señala justamente esto: las personas usamos los medios para satisfacer necesidades cognitivas, afectivas y de integración personal y social.

En esta tradición de investigación se realizan estudios asociados a las redes sociales y aparecen hallazgos sorprendentes. Karapanos, Teixeira y Gouveia encontraron que Facebook, por ejemplo, no es tan social como pensamos, pues las personas usan la red más para exhibirse que para relacionarse con otros. En cambio, WhatsApp –que nace como una plataforma de mensajerí­a instantánea- tiene potencial para soportar comunidades. La búsqueda de relación es el predictor más importante para usar esta red, mientras que la autoestima es el predictor más significativo del uso de Facebook. Se confirma una caracterí­stica de las aplicaciones 2.0: el creador propone pero el usuario dispone, somos nosotros quienes vamos configurando la utilidad de la aplicación.

Usando la expresión de McLuhan, las redes sociales son potenciales extensiones de la sociabilidad del hombre. Sin embargo, ese potencial necesita actualizaciones coherentes con la naturaleza de la persona: es una, así­ que hay que tomarse en serio la búsqueda de una identidad consistente en las relaciones cara a cara y en las mediadas; es naturalmente social pero las relaciones estables y enriquecedoras no están dadas, sino que reclaman de nosotros donación, compromiso y autenticidad. Las personas tenemos preeminencia sobre la técnica, así­ que la tecnologí­a es un ámbito sobre el que también debemos ejercer señorí­o.

Los creadores de Black Mirror temen la instrumentalización de las relaciones y de la propia identidad provocada por el uso irracional de la tecnologí­a. No es un temor baladí­, pero le podemos empezar a hacer frente considerando que detrás de los post hay personas, que detrás de los chats están comunidades, y que detrás de los avatares hay rostros, incluso aunque no sea el propio el que se muestra. El primer freno a la irracionalidad en el uso de la tecnologí­a es reconocernos como personas que hablamos con personas, también en el muro, en el chat, en el timeline.

* Marí­a Eugenia Peña de Arias es decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información.

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