Black Mirror: el vértigo de una sociedad post-humanista

Rafael Pellicer.-

Black Mirror presenta un mundo cada vez más dependiente de la tecnologí­a. Foto: photopin (license)

El 4 de diciembre del 2011 vio la luz el primer episodio de la serie británica Black Mirror, que en los últimos años ha ganado popularidad, lo que se ve reflejado en que cada nueva temporada posee más episodios y cada uno con una crí­tica social muy profunda presentada en un mundo futurista donde la humanidad es cada vez más dependiente de la tecnologí­a que la rodea.

Recién la serie fue adquirida por Netflix, que en 2016 publicó en su plataforma la nueva temporada que deja por el piso a sus predecesoras. Cada episodio posee una historia que nadie sabe cómo va a terminar: ocurre lo que uno menos se espera y es solo cuando ya estás cerca de los últimos diez minutos del episodio que todo empieza tomar un poco de sentido. Uno se queda pegado a la pantalla solo por saber qué pasará. Esta serie no te permite saber lo que ocurrirá: es impredecible.

Perder un minuto es dejar de entender lo que está sucediendo. La serie no perdona en ese sentido y es que está tan bien hecha que todo lo que la cámara muestra tiene una importancia y una razón de ser. En el inicio del episodio Hated in the Nation hay un plano de una ventana abierta que a pesar de ser muy sencillo es de suma importancia cuando el episodio ya está avanzado y empiezan a revelarse las pistas.

Cada capí­tulo trata de contar de alguna forma una crí­tica o una advertencia de lo que significa para el hombre entregarse totalmente a la tecnologí­a, lo que es representado de una manera sublime. Se abarcan temáticas que van desde la superficialidad de las redes sociales y el poder de ellas en las masas hasta el uso de la manipulación en la tecnologí­a por parte de un gobierno autoritario.

Black Mirror es una serie que puede ser muy cruda en varios aspectos y que no necesariamente es del gusto de muchos. A pesar de sus temáticas, las cuales pueden ser interesantes debido a que nos abre las puertas a un futuro post-humanista, posee ciertas caracterí­sticas que pueden llegar a ser repulsivas para algunos.

Las redes sociales son armas de doble filo en esta nueva temporada, que de muchas maneras muestra cómo estas alimentan el ego de las personas, quienes se creen superiores por tener más likes pero que realmente son muy vací­as por dentro. Pero no solo se quedan en la parte social: el último episodio toma esta idea y la plasma desde un punto de vista más moral, donde la frase “haters gonna hate” toma mucho sentido.

A pesar de que están muy disimuladas, la obsesión y la impulsividad son cosas muy recurrentes en los episodios de la serie, donde la creencia de ser dependiente de la tecnologí­a nos transforma y la simple idea de que alguien opine distinto o nos vea de una manera extraña nos hace reaccionar de maneras impulsivas para defendernos como si nos estuviesen agrediendo.

Cada capí­tulo tiene algo que lo hace único con respecto a los demás, desde un mensaje o advertencia hasta una historia que nos puede atrapar y mantenernos como una masa que sabe y entiende lo que ve, pero que al final del episodio nos damos cuenta que en verdad nunca supimos lo que veí­amos. La sociedad debe entender que está avanzando de una manera tan rápida que no se percata de las consecuencias que nos puede traer la tecnologí­a, desde el ámbito social como moral, si no es usada correctamente

* Rafael Pellicer es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.

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