Didiana Patricia Archila.-
A pesar de prohibiciones emanadas por los gobiernos locales, las colas de personas frente a supermercados continúan. Ni la venta por terminal de número de cédula ni la distribución encomendada a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap) han logrado paliar la situación de escasez por la cual atraviesan los venezolanos a la hora de adquirir los más básicos rubros alimenticios.
Desde el 23 de agosto del 2015 el entonces jefe de gobierno del Distrito Capital, Juan Carlos Dugarte, informó en rueda de prensa que no estaba permitida la permanencia de personas afuera de establecimientos comerciales cuando estos no estuviesen laborando. “Está prohibido hacer cola fuera del horario”, sostuvo el funcionario, quien desestimó que en Venezuela haya un problema de escasez o desabastecimiento y señaló a los gerentes, dueños y encargados de “sabotear la distribución de alimentos” al expenderlos en un volumen inferior a la demanda.
Pese a lo previo y un año después se siguen observando las largas filas de personas que aguardan a las afueras de establecimientos con la esperanza de adquirir algún rubro subsidiado.
Un hombre, que prefirió no identificarse, expresó a las afueras de un supermercado en Las Mercedes que “para comprar estoy en la fila 23 de 25. Yo entiendo porque hoy llegué un poco tarde, a las 3 de la madrugada, pero ya es medio día y no he logrado pasar. He visto cómo sale gente con más productos de los que nos dicen podemos llevar”.
Alejandra Fuentes vive en La Candelaria y en algunas oportunidades debe ir a hacer cola. “Las filas se hacen a partir de la dos de la tarde para el día siguiente. Yo me traigo una botella con agua y algo de comida para pasar la noche”.
La problemática no se limita solo el municipio Libertador, epicentro de movimientos oficialistas. En los municipios Chacao, Baruta y Hatillo, administrados por alcaldes adversos al proceso revolucionario, también se han restringido las pernoctas a las afueras de mercados. En estas localidades han establecido sanciones para quienes pretendan pasar la noche haciendo fila, guarden o cuiden puestos en estas colas, así como para quienes coaccionen a menores de edad para tales fines.
Ezequiel Pérez, estudiante universitario, explica que durante sus vacaciones acompañó, los días miércoles, a su tía y a su madre a un supermercado ubicado en la Tahona. A él le toca comprar los jueves, pero, según comenta, algunas cajeras se mostraban amistosas y le permitían comprar. Para poder adquirir los productos la familia tenía que salir a la 1 de la madrugada desde el Barrio Las Minas para llegar caminando al establecimiento. “No compramos en Las Minas porque es muy desorganizado, la gente se cae a golpes por los puestos y en el centro comercial de Los Samanes no sacan tantos productos. A veces luego de hacer por horas la cola no sacan nada”.
A estas condiciones se encuentran supeditadas las personas para las cuales no es asequible compras a revendedores, y también son los gajes del oficio de quienes revenden.
Sin embargo, la necesidad resulta más fuerte que las restricciones y la gente encuentra maneras de sortear estos controles.
* Didiana Patricia Archila es estudiante de Comunicación Social.