Vida en abundancia | Es justo y necesario

Carlos Lanz.-

Hay que pensar qué sistema de salud vamos a tener. Foto: photopin (license)

¿Podemos darle salud a todos los habitantes de un paí­s? ¿Qué tipo de servicios de salud tienen los venezolanos en estos tiempos? ¿Podemos soñar con servicios eficaces de salud y para todos? Preguntas que flotan en el aire.

Se pueden hacer recorridos dignos de Odiseo para llegar a su patria, haciendo múltiples paradas en las farmacias para tener los medicamentos que preservan la salud. Todos hacemos esfuerzos ingentes para mantener nuestras pólizas de salud, a sabiendas que la desestructuración de los hospitales de tercer nivel es notable, en caso de sufrir una enfermedad que amerite una cirugí­a o un tratamiento de cierta importancia. Y la atención primaria, aquella que atiende las dolencias y la prevención de una comunidad en sus problemas más frecuentes, también es insuficiente, por decir lo menos.

Cada lugar tiene su dificultad en relación a sus sistemas de salud. Los servicios de salud son cada vez más complejos y la exigencia de los pacientes es creciente. Los retos que impone la medicina moderna son los motivos que engendraron la bioética en los años setenta. Esos retos son cada vez mayores. Los experimentos en seres humanos practicados en los campos de concentración de los nazis, y luego la investigación sin controles, ni respeto por las personas en el siglo XX, hicieron que diseñaran parámetros para ejercer la ciencia biomédica con criterios de humanidad.

Los primeros en pensar qué debí­amos hacer para tomar adecuadas decisiones se plantearon cuatro principios, denominados los principios de Belmont. Los principios son aquellos fundamentos del pensar y del actuar, presupuestos no explí­citos de los que hacemos y pensamos.

Los principios son autonomí­a, beneficencia, no maleficencia y justicia. La autonomí­a implica el reconocimiento que las personas no pueden ser tratadas o sometidas a investigación sin estar informadas y sin haberlo aprobado. La beneficencia nos mueve a actuar por el bienestar de las personas que tratamos o incorporamos a proyectos de investigación. La justicia permite que los recursos, siempre insuficientes, destinados a la atención de la salud, sean  distribuidos de modo tal que llegue a todos, de acuerdo a las necesidades de cada una de las personas de una comunidad.  La maleficencia, actualización del primum non nocere, esto es, primero, no hacer daño. No podemos dejar en el tintero el de respeto a la vida, en todas las etapas vitales.

La autonomí­a se convirtió en el principio regente puesto que es el que hay que poner en practicar en la investigación para evitar que se realicen estudios cientí­ficos sin el consentimiento de los pacientes o de los voluntarios. Pero en nuestro medio iberoamericano pienso que la justicia tiene la primací­a, puesto que los recursos están mal administrados desde hace mucho tiempo. Evidentemente, primero tenemos muchos problemas que provienen de nuestra organización social. No creo que las pistas sobre lo que debemos hacer se hallen en  la distribución de la precariedad.

Hay que pensar qué sistema de salud vamos a tener, puesto que hay que producir bienes de salud y potenciar la formación de profesionales de la salud con integridad y competencia para atender a las comunidades. Abrir las puertas a la industria para que produzca medicamentos y tecnologí­as para mejorar la atención sanitaria. La medicina actual tiene un componente tecnológico muy importante para que tenga el nivel que requiere la dignidad de las personas. La atención de las personas enfermas y la prevención de  enfermedades en las comunidades tiene un elemento clave en las personas sobre las que se soporta el sistema de salud: los profesionales de la salud, que tienen que actuar movidos por una compasión eficiente. La motivación es clave. No podremos recuperar y retener a nuestros profesionales de la salud sin darles oportunidades de formación continua y sin remuneración digna de sus responsabilidades.

Podrí­a decirse que la medicina es una ciencia social porque implica aplicar la justicia. La salud tiene repercusiones sociales porque estar enfermo es duro, para el enfermo y su familia. Es costoso para nosotros en lo humano y en lo económico. Nos compromete a todos porque no podemos pasar indiferentes. No podemos quedarnos insensibles ante el sufrimiento de los que padecen. Debemos pensar, organizarnos y empezar a hacer.

* Carlos Lanz es médico y profesor de la Universidad Monteávila.

3 comentarios en “Vida en abundancia | Es justo y necesario

  1. Muchos pensamos que la justicia solo compete a la ciencia del Derecho, pero a veces obviamos que es algo tan importante en nuestra vida que llega a ser calificada como una virtud. Esto no es nuevo: Ya los clásicos estaban versados en esta materia. Excelente articulo que me hizo recordar las clases de Inteligencia Emocional.

  2. soy enfermera y cada dia pienso en como trabajar en funcion de estructurar un nuevo sistema de salud que permita atender las necesidades de nuestros pacientes ,es todo un reto ; excelente articulo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma