Sabrina Machado.-
Se convirtió en el primer presidente luego del periplo encabezado por Hugo Chávez. Bajo el ventajismo oficialista y la explotación extrema de la figura de su predecesor (Yo te lo juro Chávez, mi voto es para Maduro) Nicolás Maduro ganó la presidencia de la República en el año 2013. Superó a su rival, Enrique Capriles, por tan solo 223 mil votos. La palabra fraude saltó, mas no prosperó.
Bajo el apodo de “Maburro” su capacidad intelectual ha sido cuestionada reiteradas veces; sin embargo, dirigentes políticos que lo conocieron de cerca, cuando diseñaba la estrategia internacional del país como canciller de la República, de manos de su mentor Hugo Chávez, aseguran que ha sabido cumplir a cabalidad la tarea empeñada, mantener la revolución, sin medir los costos para ello.
“Es uno de los mejores políticos que hemos tenido, porque sabe exactamente quiénes son sus adversarios y los acorrala, eso también es parte de la política, no con p mayúscula, pero él ha sabido mantener el proceso, que fue lo confiado por Chávez”, reconoció Nicmer Evans en una visita a la universidad Monteávila el año pasado.
No en vano, las cifras de presos políticos llevada con celo por organizaciones no gubernamentales marcan una clara diferencia entre los dos mandatarios. Durante la presidencia de Nicolás Maduro los calabozos del Servicio Bolivariano de Inteligencia han conocido el hacinamiento y el sistema de justicia las órdenes y contraórdenes entre las distintas instituciones que lo integran.
La solidez del llamado chavismo se resquebrajó bajo su período, figuras claves como Rafael Ramírez, Luisa Ortega Díaz, Miguel Rodríguez Torres, Jorge Giordani, Ana Elisa Osorio, no solo lo adversan, sino que ahora conocen el exilio, la cárcel y el escarnio público. Llaman a votar en su contra y no temen calificar a este gobierno como autoritario y a él como traidor al proceso.
Nacido en Caracas, según la información oficial, y casado con la abogada y figura clave de la revolución Cilia Flores, Maduro se ha mantenido en el poder al extremo de optar por un segundo período, cuando recién llegado más de un ingenuo analista predijo que no pasaba del primer año.
Afirmaciones de las cuales el propio presidente de la República se burla ahora en sus mítines de gobierno, que están lejos de alcanzar las tres y cuatro horas de duración de su predecesor ni las extensas cuadras abarrotadas de personas para admirarlo y saludarlo de cerca. Mangos y parchitas se han unido a estos encuentros y no de buena manera.
Con una hiperinflación que ya alcanza su séptimo mes y un país sumergido en la recesión económica desde hace cuatro años los resultados del próximo domingo parecieran no generar mayores expectativas entre la población. Maduro, a través de su organigrama político, supo preparar la mesa para su reelección.
Al momento que perdió el control de la Asamblea Nacional, cual mago de circo, sacó del sombrero la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente, colocando piezas claves en este cónclave oficialista. Acorraló a una oposición dividida a la no participación electoral, mientras desarticuló el descontento callejero con una mesa de diálogo internacional.
Hoy se presenta en las urnas frente a un antiguo amigo y camarada revolucionario, Henri Falcón, quien -según personeros de la oposición nacional- se plegó al juego oficial, validando unas elecciones calificadas como simulacro electoral.
A las manifestaciones masivas las llama intentos de golpe de Estado, a quienes toman la calle en son de protesta, terroristas; a la catástrofe económica, “guerra económica”, demostrando que bien aprendió del maestro, al extremo que creó su propio carnet de la patria donde ha ido desembolsillando diversos bonos en busca de forzar simpatías entre quienes ya no tienen para comprar un kilo de carne.
En sus tarimas baila salsa con Cilia, toca el bongó, no se quita su característico bigote, maneja su propia camioneta, se ufana de ser un chofer que vivió en El Valle y quienes han tenido la ocasión de tratarlo de cerca aseguran que es del “tipo bonachón y simpaticón”.
Siempre tiene, al igual que Chávez, a un responsable que mitigue sus negligencias. La falta de medicinas, alimentos y servicios es culpa del imperio, que en 18 años sigue haciendo estragos en el país. Las aventuras militaristas no han perdido protagonismo. Hay quienes dicen que un importante número de funcionarios ahora hacen guarda en los calabozos del Digecim.
Nicolás Maduro, el mismo jefe de Estado que tiene sobrinos políticos condenados en Nueva York por narcotráfico, el que aparece en medios cobrando grandes comisiones de Odebrecht por la última campaña que protagonizó Hugo Chávez, el que “orquestó” la compra de medios recién tomada la presidencia, se presenta a una nueva elección con una comunidad internacional en contra, que no reconocerá los resultados oficiales.
Pide una nueva oportunidad para solventar las fallas de este período, para resolver los problemas que el presidente Maduro no logró solucionar, como rezan los memes electorales. Mientras la crisis coge cuerpo y amenaza con llevar al país a un cuadro terminal, en Miraflores se oye Calle luna/Calle sol, de Héctor Lavoe, mientras las críticas enmudecieron las tonadas del popular Pablo Pueblo, de Rubí¨n Blades.
“Llega hasta el zaguán oscuro/ Y vuelve a ver las paredes /Con las viejas papeletas /Que prometían futuros /En lides politiqueras /Y en su cara se dibuja / La decepción de la espera /Pablo pueblo /Hijo del grito y la calle /De la miseria y del hambre.
*Sabrina Machado es directora del periódico Pluma