Péndulo | Homo patiens

Ana Carolina De Jesús.-

La obra de Cruz-Diez es hoy sí­mbolo de despedidas. Foto: photopin (license)

Cromointerferencia de color aditivo es la obra de Cruz Diez que adorna el suelo del Aeropuerto Internacional Simón Bolí­var. Hoy la obra desgastada es testigo no solo de las pisadas de anónimos que toman fotografí­as junto a él, sino de las despedidas de familiares y amigos que, en un adiós, se separan. La separación es sinónimo de un sufrimiento. Ante esto es inevitable preguntarse el para qué del sufrimiento, más allá de que se conozca los motivos de la separación. Esa pregunta queda tallada en el corazón de quien llora y se ve impedido de responder. El psiquiatra Viktor Frankl intenta aclarar esta respuesta con el siguiente comentario:

El hombre, asomado al abismo, mira la profundidad, y en el hondo del abismo descubre la estructura trágica de la existencia. Lo que se le revela es que el ser humano es, en el fondo y en definitiva, pasión; que la esencia del hombre es ser doliente: homo patiens. El hombre hace este descubrimiento más allá del bien y del mal, de la belleza y la fealdad; lo vive asentimentalmente, sin sentimientos ni resentimientos. Es una intuición simple, pura, de la verdad. (El hombre doliente, pp. 257).

Quien despide al ser querido en el aeropuerto conoce perfectamente el abismo: la incertidumbre del adiós que no retiene el futuro. Este abismo genera un encuentro consigo mismo, una profundidad a la que muchos temen sumergirse. Como indica el psiquiatra, para el que decida transitar por esa profundidad se le revela su propia historia de vida, su existencia: es capaz de amar y sufre por la distancia. El psiquiatra señala que el ser humano es un ser doliente, toda su vida está llena de sufrimientos de diversos tipos: desde el llanto del bebé por la falta del alimento pasando por las malas calificaciones, el desamor, el robo de una pertenencia, la enfermedad… Nuestra existencia está colmada de dolor. Es una verdad difí­cil de aceptar porque soñamos con finales felices siempre y a todo momento.

Aceptar que el dolor forma parte de la vida no es ni bueno ni malo, ni bello o feo. El psiquiatra sigue añadiéndole adjetivos porque el sufrimiento es, en sí­ mismo, una verdad. Y una vez comprendida la verdad, te hace libre. Tomemos la despedida del aeropuerto: sufro en el abismo de no saber cuándo volveré a verlo. Ese abismo, como tal, genera miedo, un miedo de afrontar la falta de afecto. Pero una vez que decido no huir del sufrimiento sino encararlo en la profundidad de mi ser, se me revela a mí­ misma en su fragilidad: el temor a la soledad. Una vez que conozco la verdad que me revela el sufrimiento, soy libre, porque sé qué lo causa. No es la partida de mi ser querido que lo extraño sino mi incapacidad para lidiar con la soledad.  El sufrimiento tiene sentido solo si decido no ignorarlo.

No somos homo sapiens, no nos define la inteligencia sino nuestra capacidad de encarar y dar un sentido al sufrimiento: somos homo patiens. Y, al parecer, eso nos define como venezolanos cuando pisamos la Cromointerferencia de color aditivo.

* Ana Carolina De Jesús es profesora de la Universidad Monteávila.

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