Relatos domésticos | ¿Qué somos?

Francy Figueroa Domí­nguez.-

El arte debe ser siempre un espacio de encuentro. Foto: Miguel Eduardo González

Hace meses circuló por la web una fotografí­a de unos jóvenes con las caras cubiertas. De fondo, una barriada caraqueña y en sus manos sostení­an instrumentos musicales. La foto fue viral por obvias razones: el Sistema de Orquestas que tejió el maestro Abreu y que reposa en cada rincón del paí­s es la única revolución que merece permanecer y ser contada.

Es difí­cil escribir esta columna con tanta incertidumbre en el paí­s. El insomnio me gana luego de ver el video de un joven llamado Willy, quien llora desconsoladamente luego de que el largo brazo de la represión lo alcanzara y le quitaran el violí­n con el que tocaba el miércoles pasado en plena protesta.

Artistas y músicos venezolanos, dentro y fuera, se ofrecieron a reponerle el instrumento. Pero lo que importa no es el objeto, es la acción. Es que por segunda vez la profunda ignorancia sobrepasa la sensatez.

La primera fue aquel joven en Chacao que salí­a de su casa con el estuche de su corno y fue detenido y golpeado por ello. Estos son los casos que recuerdo y seguro hay más, porque he contado en columnas anteriores mi escepticismo respecto a las redes y a lo que se hace viral.

Recuerdo hace poco cuando el Teresa Carreño era escenario de hermosos espectáculos de danza contemporánea y ballet, mucho antes del éxodo de cientos de nuestros bailarines y del quiebre de compañí­as que marcaron hito en la escena nacional. Era normal ver en Caracas a los célebres solistas del Bolshoi, al Teatro Negro de Praga, o el montaje de Carmina Burana un domingo cualquiera.

Qué tiempos aquellos donde reinaba la civilidad, donde el lenguaje para discriminar a ambos bandos polí­ticos no estaba tan enraizado en nuestro vocabulario. Qué tiempos aquellos donde la Feria del Libro no era un estandarte polí­tico solamente dirigido a un grupo ideológico, y en los que se podí­a ir sin distingo a cualquier  teatro local o festival de cine.

Me viene a la mente las palabras de la pintora mexicana Frida Khalo una frase que interroga: “si nosotros no somos nuestros colores, nuestros aromas, nuestro pueblo, ¿qué somos?”.

En estos dí­as aciagos me cuesta responder esta última pregunta. Espero que no pase mucho tiempo para que podamos responderle a los que vienen detrás, ojalá que con palabras de esperanza.

“Si miro un poco afuera, me detengo,

la ciudad se derrumba y yo cantando,

la gente que me odia, y que me quiere

no me va a perdonar que me distraiga,

creen que lo digo todo, que me juego la vida

porque no te conocen, ni te sienten”

Te doy una canción, Silvio Rodrí­guez

* Francy Figueroa Domí­nguez es la secretaria de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Monteávila.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma