Carlos Lanz.-
Los objetivos del milenio nos plantean el reto de manejarnos como sociedad, a nivel regional y global, con criterios novedosos, cambiando el paradigma de utilización irrespetuosa de la Tierra, haciendo nuestro un paradigma nuevo, el del desarrollo sustentable, procurando nuestros recursos sin comprometer la vida de las generaciones futuras.
Este año ha habido un giro en la dirección del país más influyente del planeta. La elección del señor Donald Trump ha determinado unas líneas iniciales de gobierno que son antagónicas a las que se venían decidiendo en los últimos años. Voy a reflexionar sobre la determinación de construir dos oleoductos que atraviesan a Estados Unidos por sitios claves desde el punto de vista ambiental y cultural.
En un decreto firmado en los primeros días de su mandato determinó la construcción de dos oleoductos, el Keystone XL y el Dakota Access. El Keystone XL va a recorrer 1.900 kilómetros desde Canadá, transportando 830.000 barriles diarios de petróleo bituminoso a ser procesado en Nebraska. El Dakota Access será un oleoducto que pasará por varios estados desde Dakota del Sur hasta refinerías en Illinois y de allí hasta puertos en el golfo de México.
Barack Obama detuvo su construcción ya que había previsto un impacto ambiental notable por varias razones: el largo recorrido por varios estados implica que pasará por tierras de sembradíos y tierras ganaderas y los potenciales derrames pueden comprometer estas actividades; varias comunidades indígenas han protestado porque pasarán por territorios ancestrales, irrespetando lugares sagrados para estas etnias; el desarrollo de los oleoductos está vinculado a energías poco limpias en su procesamiento. Las razones aludidas para emprender estos ductos es la reactivación de la industria del acero y reducir la dependencia de petróleo de Venezuela y del Medio Oriente.
La determinación de casi todos países del planeta, en sus representaciones ante organismo internacionales, es que hay que procurar un desarrollo sostenible, que debe tener varias aristas, entre otras la utilización de energías limpias, sin deterioro del ambiente y el respeto de la diversidad cultural y de las culturas locales. Pareciera que la administración actual de Estados Unidos tiene menos interés en estos objetivos. Desafortunadamente el impacto sobre el ambiente de países altamente industrializados es muy grande y compromete lo que el Papa Francisco denomina nuestra casa común.
Nuestra sustentación en el planeta depende que comprendamos que los recursos de los que depende nuestro bienestar y el de las generaciones futuras no son ilimitados. Hay que evitar su desaparición por no pensar con una concepción de consumo desaforado y de producción desconsiderada. Hay que aprender a vivir de otra manera.
* Carlos Lanz es profesor de la Universidad Monteávila.