Andrea Doval.-
Venezuela ha pasado por una serie de medidas de control cambiario con la finalidad de controlar los precios y proteger a la población de la inflación, pero hoy la realidad en las calles refleja escasez, inflación la pérdida de poder adquisitivo.
El Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex) en su portal web explica que el control de cambio “es un instrumento de política cambiaria que consiste en regular oficialmente la compra y venta de divisas en un país. De esta manera, el gobierno interviene directamente en el mercado de moneda extranjera, controlando las entradas o salidas de capital”. Desde el 2003 el Ejecutivo impuso una serie de medidas a raíz del paro petrolero de diciembre del 2002, evento que había generado una caída en las reservas internacionales.
El economista Ronald Balza, profesor de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Católica Andrés Bello, recuerda que el presidente Hugo Chávez argumentó que la razón principal de la medida era evitar el “sabotaje petrolero y empresarial” luego que el sector privado, organizado en Fedecámaras, hubiese apoyado el paro contra el gobierno.
El experto indica que, como mecanismo de control, el mandatario se apoyó en la asignación de divisas y en conjunto dio origen a la creación de distintas misiones, entre las que destacan Misión Mercal, en donde el gobierno no vendía dólares a ningún importador sino que eran usados directamente por el mismo.
“El país había pasado por una caída en los ingresos petroleros porque no había vendido petróleo y el riesgo de una devaluación importante existía, y el gobierno se aprovechó de ese momento y mantuvo el control que hasta ahora todavía lo tenemos”, agrega.
“Aunque el objetivo inicialmente haya sido controlar la inflación o bajar la escasez de algunos productos, lo que los controles han generado es una enorme corrupción, un uso deficiente de las divisas y, por el contrario, ha agravado el problema de la inflación y escasez”, puntualiza.
Balza compara a los controles cambiarios con los torniquetes médicos. “Cuando hay una hemorragia hay que parar las salidas de las divisas pero si mantienes el torniquete por mucho tiempo paras la circulación a todo el miembro”, ilustra.
El economista agrega que no hay justificación para que estas medidas de emergencia se mantengan en el tiempo. Destaca que después del paro Pdvsa se recuperó y los precios del petróleo subieron, alcanzando niveles históricos para el país. A su juicio el control de cambio ha debido mantenerse solo por algunos meses.
Para el experto la razón de la medida fundamentalmente es el control político. Explica que en el pasado el país ha tenido otros el país ha tenido varios mecanismos de regulación cambiaria, los cuales, según señala, han tenido en común que el gobierno decide a quién, cuánto y a qué precio vende las divisas, así como establecer el destino que se les dé.
Según Balza, este tipo de sistemas pretende ayudar a racionar las escasas divisas para satisfacer necesidades básicas para una población, como salud, educación y alimentación, pero, acorde con su criterio, al final solo generan incentivos a la corrupción. “En varios casos, con la excusa de importar alimentos, se pueden utilizar esas divisas para venderlas y hacer negocios muy lucrativos”, ejemplifica.
El economista aclara que el control cambiario termina siendo un método de control, un caldo de cultivo para la corrupción y funciona de forma discrecional en la distribución de divisas.
“Por un lado muchas empresas internacionales no podían comprar dólares y enviarlos a sus países. En esos casos no se atrevían a reinvertir y por eso empezaron a producir cada vez menos y algunas hasta se fueron del país. Por el otro lado muchas empresas venezolanas que importaban productos para vender o insumos para producir dependían de esos dólares y si el gobierno dejaba de darlos, éstas quedaban en deuda con sus proveedores, los cuales luego no le volvían a vender y eso generó una escasez que todavía estamos sufriendo”, afirma.
El experto entiende que el hecho de que esos dólares no fueran seguros y que las empresas tuvieran que recurrir al mercado paralelo, en algunos casos, hizo que los precios de los bienes se acercaran más al costo del dólar paralelo, el cual, según anota, se mide de un modo indirecto porque no hay una estructura que permita saber cuál es la oferta y la demanda de divisas en el país. Frente a este panorama los precios terminaron, en muchos casos, atados a las cifras de DolarToday.
“Una de las consecuencias de los controles es que se destruyó el mercado cambiario y no tenemos precio del dólar en Venezuela, lo que tenemos son mecanismos de asignación en donde el gobierno decide a quién le da los dólares”, puntualiza.
Balza aclara que “no es que nuestra economía es dolarizada, sino que la inflación que tenemos ha tomado como referencia al dólar paralelo, pero es fortalecida por una escasez que también es causada por el control”.
Explica que las empresas no pueden importar los insumos, por ende, no pueden vender los productos, los cuales son comprados por unos pocos que terminan siendo los que tienen mayor capacidad de pago, lo que es un detonante de la inflación.
Sostiene que es necesario levantar el control cambiario. Frente a la posibilidad de hacerlo progresivamente o velozmente, considera prudente la segunda opción, pero definiendo el mercado con sus participantes o los intermediarios, e incidiendo sobre el precio del dólar paralelo.
“El gobierno lo que debe hacer es crear el mecanismo de coordinación en el que todos los agentes pueden participar en ese sistema de intercambio y en ese sentido sí es un sistema regulado, pero no regulado en el sentido de que el gobierno decida a quién le vende, cuánto le vente, para qué le vende y cada cuándo le vende las divisas”, señala.
El economista considera que al levantar el control cambiario se debe tener mecanismos de protección a una población muy vulnerable.
“En lo que los controles se eliminen, dependiendo del salto que dé el tipo de cambio, hay personas que estaban muy mal y terminan estando peor, entonces una medida que se toma para aliviar a los demás puede terminar generando sufrimiento”, concluye.
* Andrea Doval es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.