Alicia ílamo Bartolomé.-
Hoy comienza el mes más corto y más divertido del año –febrerillo alegre y loco– pues alberga el carnaval. Es también el mes de las consabidas exclamaciones: “¡Ya ha pasado un mes del nuevo año… ¡Cómo corre el tiempo!” “¡Si no hace nada estábamos en Navidad!” Y así por el estilo. Sí, el tiempo corre y, para los viejos, que en un año hacemos pocos cambios físicos –no es así para niños y jóvenes- todo pasado parece que fue ayer. A veces tenemos la sensación de vivir dos navidades en un año. Un niño ve la Navidad distante, su cuerpo, en constante crecimiento, recorre mucho camino y a él se le transforma en tiempo. Es la teoría de la relatividad.
En la eternidad no hay tiempo ni debe haber camino. Allí el genial descubrimiento de Einstein muere, digo yo. A lo mejor me equivoco porque nunca he estado allá para comprobarlo, aunque estoy bien cerca. También creo que dejan de existir la fe y la esperanza, solo persiste y llena todo la caridad, el amor. Las otras dos virtudes teologales son del tiempo. En la eternidad no tenemos que creer porque ya llegamos a la Verdad; no esperamos nada porque ya alcanzamos el Todo. Si acaso, pienso yo, habrá una suerte de ilusión en las almas que allí aguardan se les una la hermosura de su cuerpo transformado en la resurrección final.
Tengo la osadía, o llamémoslo mejor confianza, de conversar con Dios y decirle lo siguiente, cuando no responde a mis súplicas o a nuestras súplicas: “¡Muy bonito, tú allá en la eternidad tranquilazo y te olvidas de que nosotros estamos en el tiempo! Este pasa, necesitamos que nos endereces ya este entuerto, no es para dentro de cien años. ¿Se durmió tu Hijo y Verbo? Porque él estuvo aquí, sabe lo que es el apremio del tiempo..”. Y así por el estilo sigo con desfachatez mi perorata. Después le pido perdón, sí… Â¡Pero ya se lo dije!
Estamos impacientes, es verdad, porque esta pesadilla que vive Venezuela desde hace… ¿Cuánto tiempo? Con o sin relatividad a muchos nos parece una eternidad. Ya basta, Señor, danos una tregua. Y a ti, lector amigo, te digo: no te duermas, reanima tu esperanza, tu ímpetu de lucha, no hay que ceder ante el desaliento porque esto es lo que el adversario quiere. Estás a tiempo. Mientras hay vida, hay lucha y para que no lo olvides, te cito algunos versos –quizás los más conocidos- de las famosas coplas de Jorge Manrique a su difunto padre:
Recuerde el alma dormida,        Â
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte            Â
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,           Â
cualquiera tiempo pasado
fue mejor  (…)
(…) Nuestras vidas son los ríos      Â
que van a dar en la mar,
que es el morir…
Y agrega Antonio Machado:
 … ¡Gran cantar!
Entre los poetas míos
tiene Manrique un altar.
 A mí también me cautiva la fluidez poética del gran bardo español del siglo XV.
* Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la UMA.