Ideas en palabras | Literatura femenina en tiempos de crisis

Estefaní­a Maqueo A.-

En el 2015 Svetlana Alexiévich ganó el Premio Nobel de Literatura. Foto: Svetlana Alexievich at the Cambridge Union via photopin (license)
En el 2015 Svetlana Alexiévich ganó el Premio Nobel de Literatura. Foto: via photopin (license)

Escribir sobre literatura femenina tiende a ser, en ciertos aspectos, difí­cil, en especial para el crí­tico que se encarga de observar y analizar, desde un punto de vista totalmente objetivo, una obra que muchas veces no es aceptada por la sociedad que, todaví­a, puede considerarse de una perspectiva “machista”.

Evidentemente no se quiere dar aquí­ un discurso o manifiesto feminista, sino dar un aporte histórico sobre la literatura femenina, en especial aquella que ha sido escrita en tiempos de crisis en el que la sociedad no encontraba su lugar en el mundo y en la cual el hombre no sabí­a las respuestas ante las interrogantes y planteamientos que su prójimo tení­a.

Desde los tiempos que remiten a la antigua Grecia, las mujeres han ocupado un papel en la literatura aunque haya sido eclipsado y, en ocasiones, se discutiera de su autorí­a. Tal es el caso, por ejemplo, de la poetisa Safo de Lesbos, quien aunque gozó de gran prestigio para su época, de igual manera nunca se consideró una “igual” y siempre fue censurada. Sin embargo, la historia al final ha sido justa con ella y hoy puede decirse que no se puede estudiar la poesí­a de la antigua Grecia sin revisar la obra de Safo.

Poco a poco la historia fue evolucionando al igual que el pensamiento de la mujer, de tal forma que se empezó a dar una voz a aquellos rezagados o a los de abajo. Así­, ya las obras literarias tendí­an a tener el nombre de la persona que las habí­a escrito, aunque en ocasiones se usaba el seudónimo como un recurso para cubrir ciertos paradigmas sociales (los cuales dependí­an, en ciertas ocasiones, del contenido de la obra y de la censura que pudiera existir en ellas). Tal es el caso, por ejemplo, de las hermanas Brontí«, quienes inician en el mundo literario a partir de seudónimos masculinos hasta que deciden salir del anonimato y presentarse a la sociedad tal cual como son y el tipo de literatura que escriben, es decir, una que no contiene un idilio amoroso propio de las jovencitas de la época sino que describen y critican a una sociedad a partir de la construcción de personajes, tanto masculinos como femeninos, fuertes de carácter y con complejos que pueden ser identificables con los lectores.

Una de las mujeres dignas de recordar por su importancia dentro del mundo literario es Mary Shelley, esposa de Percy Shelley. Si bien en un principio pudo verse eclipsada por la popularidad de su esposo, al transcurrir el tiempo y debido al talento de la autora empezó a ser reconocida como una de las figuras más grandes de la literatura del siglo XIX al escribir su famosa obra Frankenstein o el moderno Prometeo, la cual gana el concurso del terror dentro de un grupo de hombres que no pudieron ante la superioridad y creación femenina.

Si bien la Primera Guerra Mundial constituyó nuevos avances y cambios dentro de la sociedad y el pensamiento del individuo, fue en la Segunda Guerra Mundial cuando se pudieron observar estas innovaciones. Así­, la mujer empezó a adquirir un papel más activo en la sociedad, donde tení­a deberes y responsabilidades que iban más allá de las labores del hogar puesto que, ante la ausencia de la figura masculina, debí­a ella ocupar ese rol en la familia. Este nuevo cambio y “poder” se vio reflejado en la literatura, puesto que la mujer ya escribí­a para expresar sus inquietudes y preocupaciones mediante la ficción, sin necesidad de utilizar la voz o imagen del otro debido a que ella es quien debe expresar lo que el otro calla por miedo a ser censurado.

Uno de los ejemplos más claros dentro de este cambio en la literatura femenina fue Irene Némirovsky, quien escribió obras como Suite Francesa buscando mostrar los padecimientos de la sociedad francesa, el choque entre la civilización y el campo y como este segundo constituye una forma de salvamento ante las amenazas que vive la ciudad. Así­, a partir de una narración totalmente dura y sin censura, demuestra el papel que el individuo ocupa ante la crisis y las amenazas, sin importarle si es hombre, mujer o niño, puesto que todos son iguales cuando la lucha por sobrevivir se hace presente.

Así­, la literatura femenina se hace presente en los momentos de crisis, puesto que la mujer busca manifestar a partir de la escritura lo que siente y vive y, de alguna manera, expresar su voz que ha sido censurada por el otro. Evidentemente, el contexto histórico es importante puesto que cada perí­odo constituye una nueva forma de ver y vivir al otro. No obstante, puede observarse cómo la mujer se ha abierto camino ante las ataduras que se le han impuesto debido a la ignorancia y, puede decirse abiertamente, el miedo de ser superado por una persona que, ante la historia, es considerada inferior.

Hoy en dí­a se observa que la igualdad entre hombres y mujeres se hace cada vez más patente, al igual que la producción literaria. Uno de los mejores ejemplos es Gertrude Stein (1874-1946) quien, durante la Generación Perdida, se encargó de leer, analizar y criticar a autores como Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, Ezra Pound, Sherwood Anderson, etc., considerándola dentro del cí­rculo literario como una figura sumamente importante por su pensamiento crí­tico y objetivo.

En este siglo XXI la mujer ha ocupado un papel cada vez mayor. Así­, su voz ya es escuchada y su producción literaria tiende a ser igual o mayor a la producida por los hombres, con un contenido que muchas veces tiende a ser elogiado por su sensibilidad literaria y por su capacidad de poder observar al otro sin juzgarlo sino entendiéndolo de acuerdo con el contexto en el cual se desarrolla. Tal es el caso, por ejemplo, de escritoras venezolanas como Ana Teresa Torres, Elisa Lerner, Sonia Chocrón, entre otras.

La literatura femenina es un mundo desconocido que todaví­a debe descubrirse. Sus orí­genes pueden conocerse, pero no su fin. Basta solo con acercar la mirada y adentrarse en un mundo con una visión nueva sobre la sociedad en la que se está acostumbrada a vivir.

* Estefaní­a Maqueo A. es profesora de la Universidad Monteávila.

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