Francy Figueroa Domínguez.-
Hace meses circuló por la web una fotografía de unos jóvenes con las caras cubiertas. De fondo, una barriada caraqueña y en sus manos sostenían instrumentos musicales. La foto fue viral por obvias razones: el Sistema de Orquestas que tejió el maestro Abreu y que reposa en cada rincón del país es la única revolución que merece permanecer y ser contada.
Es difícil escribir esta columna con tanta incertidumbre en el país. El insomnio me gana luego de ver el video de un joven llamado Willy, quien llora desconsoladamente luego de que el largo brazo de la represión lo alcanzara y le quitaran el violín con el que tocaba el miércoles pasado en plena protesta.
Artistas y músicos venezolanos, dentro y fuera, se ofrecieron a reponerle el instrumento. Pero lo que importa no es el objeto, es la acción. Es que por segunda vez la profunda ignorancia sobrepasa la sensatez.
La primera fue aquel joven en Chacao que salía de su casa con el estuche de su corno y fue detenido y golpeado por ello. Estos son los casos que recuerdo y seguro hay más, porque he contado en columnas anteriores mi escepticismo respecto a las redes y a lo que se hace viral.
Recuerdo hace poco cuando el Teresa Carreño era escenario de hermosos espectáculos de danza contemporánea y ballet, mucho antes del éxodo de cientos de nuestros bailarines y del quiebre de compañías que marcaron hito en la escena nacional. Era normal ver en Caracas a los célebres solistas del Bolshoi, al Teatro Negro de Praga, o el montaje de Carmina Burana un domingo cualquiera.
Qué tiempos aquellos donde reinaba la civilidad, donde el lenguaje para discriminar a ambos bandos políticos no estaba tan enraizado en nuestro vocabulario. Qué tiempos aquellos donde la Feria del Libro no era un estandarte político solamente dirigido a un grupo ideológico, y en los que se podía ir sin distingo a cualquier teatro local o festival de cine.
Me viene a la mente las palabras de la pintora mexicana Frida Khalo una frase que interroga: “si nosotros no somos nuestros colores, nuestros aromas, nuestro pueblo, ¿qué somos?”.
En estos días aciagos me cuesta responder esta última pregunta. Espero que no pase mucho tiempo para que podamos responderle a los que vienen detrás, ojalá que con palabras de esperanza.
“Si miro un poco afuera, me detengo,
la ciudad se derrumba y yo cantando,
la gente que me odia, y que me quiere
no me va a perdonar que me distraiga,
creen que lo digo todo, que me juego la vida
porque no te conocen, ni te sienten”
Te doy una canción, Silvio Rodríguez
* Francy Figueroa Domínguez es la secretaria de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Monteávila.