Mercedes González de Augello.-
Todas las mujeres tenemos una historia de princesa favorita, aquella que podemos ver una y otra vez, que nos llena el alma y nos hace soñar con la maravilla del amor. La mía es la Bella y la Bestia, un cuento de hadas francés escrito a mediados de siglo XVIII que Disney popularizó gracias a su adaptación animada, estrenada hace 25 años y que recientemente ha vuelto a las carteleras de los cines con un musical lleno de la magia del cine.
Con un castillo encantado, en el que los sirvientes son candelabros, tazas y plumeros que hablan, un príncipe mitad humano y mitad animal y una bella doncella que se refugia en los libros mientras encuentra un amor verdadero, esta película busca dejar impreso en la reflexión de quienes la ven el valor de la belleza verdadera, aquella que está más allá de lo meramente físico.
Si nos vamos al plano filosófico, podemos explicar el sentido último de este cuento de princesas con el trascendental de la belleza, que junto a la verdad y al bien están presentes en toda la realidad. Si, todo es único, verdadero, bueno y bello y apreciamos las cosas en la medida que logren alcanzar toda su perfección y transmitan toda su bondad y belleza.
Somos capaces de apreciar y admirarnos por lo bello, porque lo bello irradia la perfección de su ser y nos permite deleitarnos con su esplendor. En la película, La Bestia logra despertar el amor de La Bella cuando –gracias a sus fieles criados- es capaz de despojarse de todo el resentimiento y temor que albergaba en su corazón y deja que su verdadera esencia se transmita. Así el más auténtico amor, ese que busca el bien de la persona amada antes que el propio, surge y permite que La Bella deje de ser prisionera en su castillo y vaya libre a buscar a su padre. Este acto de infinita bondad permite a Bella traspasar las apariencias físicas y maravillarse con la gran belleza interior que albergaba La Bestia.
La belleza invade todo el espíritu -la voluntad, el intelecto y la emoción-, por eso es la mejor manifestación de lo verdadero y lo bueno. Cuando algo es realmente bello, más allá de lo físico, también nos deja ver la verdad y bondad que encierra. La Bestia era bella y buena, porque ambos van de la mano. Al contario Gastón –el engreído pretendiente de La Bella- era pura maldad a pesar de ser muy buenmozo, era despreciable y provocaba rechazo.
Por eso cuando observamos la realidad, debemos enfocar toda nuestra voluntad en ver lo verdaderamente bello, aquello que puede estar oculto tras una capa de fealdad u horror, pero que es natural y esencialmente bueno. Todo tiene bondad y debemos ayudar a que cada realidad logre alcanzar su perfección natural para que nos admiremos de la belleza de la Creación.
En fin, una linda historia de hadas, donde los príncipes son bellos ante todo por la rectitud de su corazón y el mal es siempre cruel e indeseable. Una historia que resalta un gran valor, que nos transmite de una manera mágica y llena de canciones un lindo ejemplo para mirar nuestra realidad. Una película para ver y discutir en familia.
* Mercedes González de Augello es directora de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.