Javier Rodríguez Arjona.-
En la Semana Santa la Iglesia celebra los misterios realizados por Cristo en los últimos días de su vida, desde la entrada mesiánica en Jerusalén hasta su Santa Pasión y Gloriosa Resurrección.
Los Evangelios dan cuenta del Primer Domingo de Ramos cuando Jesús entró aclamado con palmas en Jerusalén. En la mañana del Jueves Santo en todas las catedrales del mundo se celebra la Misa Crismal en la que los sacerdotes renuevan su entrega a Cristo y el Obispo bendice los oleos para los catecúmenos y los enfermos y consagra el Santo Crisma, el aceite mezclado con perfume que se utiliza en el Bautismo, la Confirmación y el conferimiento del Orden sacerdotal.
El corazón dela Semana Santa es el llamado Triduo Pascual:
Luego, el Jueves Santo se nos narra lo sucedido en la Ultima Cena del Señor: el Mandamiento Nuevo del Amor y la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio cristiano.
El Viernes Santo se contempla la pasión y muerte de Jesús y se vive la gran veneración de la Cruz. El Sábado Santo es el día del gran silencio.
Y en las vísperas del Domingo se vive la Madre de las Vigilias cristianas, la Vigilia de la Resurrección del Señor.
La ceremonia de la Vigilia Pascual de Resurrección es una liturgia cargada de simbolismo y emoción. Comprende el lucernario o liturgia del fuego nuevo, símbolo de Cristo Resucitado, representado por el Cirio Pascual. El pueblo fiel vive el paso de las tinieblas a la Luz del Redentor Resucitado.
La proclamación del Pregón Pascual de Resurrección es el pórtico de la liturgia de la Palabra, en la que se destacan lecturas del Antiguo y el Nuevo Testamento. El canto de Gloria va acompañado con el repicar de las campanas que anuncian a Cristo Resucitado. La Homilía, relativamente breve, debe enmarcar el significado de la ceremonia que está viviéndose. Después se realiza la liturgia del agua y la purificación del pueblo con la invocación de la letanía de los santos. Y finalmente se realiza la liturgia eucarística. Una vez distribuida la comunión se despide a los fieles con la bendición final, y se da inicio al tiempo de pascua que dura 50 días hasta la Solemnidad de Pentecostés.
La Semana Santa es para los cristianos un tiempo para vivir con más intensidad su fe en Jesucristo nuestro Señor y su sentido de pertenencia a la Iglesia. Es muy conveniente acercarse a un sacerdote para confesar los propios pecados y luego ir a comulgar. Y mantener viva la sensibilidad ante las necesidades del prójimo, pues el amor de Dios que miramos tan de cerca en la Cuaresma y la Semana Santa, debe unirnos más a nuestros hermanos, especialmente los más necesitados.
* Javier Rodríguez Arjona es capellán de la Universidad Monteávila.