Miguel Teixera.-
Cuba ha sufrido, por más de 50 años, la dura presión de un gobierno dictatorial que desde la victoria de la revolución cubana, no ha hecho más que diezmar de forma sistemática la calidad de vida y ha diluido en gran medida las oportunidades que ofrece a la población. La muerte de Fidel Castro, máximo representante de la revolución y principal personaje en la política cubana desde hace ya dos generaciones, ha generado un cambio, por tanto sutil, en el rumbo de la llamada perla del Caribe.
Su muerte representó para muchos un simple hecho que no afectaría de forma directa el recio absolutismo que se  ejerce en la isla, pero el presidente de Cuba y hermano del difunto, Raúl Castro, aseguró en el 2016, durante el VII Congreso del Partido Comunista Cubano, que dejaría el poder para el año 2018. El anuncio vino conjunto a la creación de un plan para “rejuvenecer” el gobierno de la isla, siempre manteniendo el unipartidismo. A pesar de las aparentes buenas noticias que podría representar la salida del poder de Castro, su posición como presidente del PCC le da, gracias a la Constitución, un poder político más alto que cualquier otro organismo.
Ante este panorama la internacionalista Elsa Cardozo se mantiene apática y cuestiona la posibilidad de que exista un verdadero cambio de ideal político y en su lugar vislumbra una necesidad de reorganización del sistema de gobierno actual ante la realidad de que el primer mandatario del consejo pudiera morir. Asoma que podría darse un caso parecido al de China “tropicalizado”, en el que se mantienen las ataduras políticas pero se hacen cambios significativos a la economía.
Sin embargo el ex embajador y también internacionalista Sadio Garavini di Turno deja entrever que considera plausible el viraje ideológico ante las diferentes perspectivas que podrían traer a colación los nuevos personajes que ocupen los altos puestos. “Va a haber una aceleración a partir del cambio generacional debido a no solo a su propia visión del mundo, que debe ser distinta, pero también a la realidad internacional que los rodea, tomando en cuenta la crisis del modelo venezolano y de la terminación del subsidio de Venezuela”, comenta.
Ambos conocedores del ámbito internacional concuerdan además en que las probabilidades apuntan a que el vicepresidente del Consejo de Gobierno, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez se convierta en el presidente del organismo y sea él quien dirija al pueblo cubano hacia el nuevo camino.
Es importante tener en cuenta el impacto que podría traer una mutación del entorno de tal magnitud para los habitantes de la isla que, en palabras de Garavini, no han sido dotados de las oportunidades necesarias para crear un desarrollo íntegro del país. Para el ex embajador, la mayor amenaza recaería en la adaptación a un sistema de competencia. En una perspectiva distinta, Cardozo califica como la principal contrariedad la reacción de las personas ante una apertura económica que podría suscitar aspiraciones políticas o la exigencia de mayores derechos económicos. Esto, supone la experta, es realmente el punto clave al tomar en cuenta la integración social de la población.
En el aspecto económico Garavini resalta el auge del turismo a raíz de la reaparición de las aerolíneas norteamericanas y la mayor aceptación de las remesas de los cubanos que huyeron y tomaron como hogar al estado de Florida en Estados Unidos. Dejando ver un panorama más tétrico, destaca que gran parte del turismo tiene cabida alrededor de la prostitución y prácticas ilícitas que manchan irremediablemente las visitas al país y que hacen difícil una reivindicación al turismo de calidad.
En lo que respecta a la situación internacional, principalmente enfocado en el hemisferio sur del continente, el horizonte se mantiene abierto puesto que la mayoría de los países mantienen relaciones saludables con Cuba. Garavini explica que esto se debe a la imagen trabajada por el gobierno de Fidel Castro en la que se mostraba a la isla como el “pequeño David que se enfrenta a ese gigantesco Goliat”, y esto podría facilitar los tratados con la región. En contraparte, Cardozo se mantiene escéptica en el tema y asevera que esta percepción no representa necesariamente una apertura más amplia para Cuba y predice que las relaciones se mantendrán distantes.
Navegando un poco más al norte puede hallarse lo que ha sido el problema más grande para el régimen cubano: Estados Unidos. Para Cardozo, la posición de Donald Trump supone ciertas contradicciones: por una parte el presidente norteamericano ha dejado claro su rechazo al método con que se había tratado Cuba por parte el gobierno de Obama, pero ha salvaguardado el factor “negocio” como el único elemento que consideraría la potencia en tratar. Garavini por su parte focaliza su visión en la opinión de los cubanos residentes en EEUU al respecto del embargo a Cuba: por un lado asegura que sigue siendo mayoría la consideración negativa a levantar la medida pero ha ganado terreno, rápidamente además, la opción que apoya esta normalización de las condiciones entre la gran potencia y la pequeña isla.
En un marco de ideas más general, ambos conocedores de los vaivenes del mundo internacional coinciden en calificar como el factor más influyente la característica lentitud de los cambios en este tipo de regímenes. Para Garavini, los gobernantes de relevo acelerarán el proceso que se ha estancado desde el punto de vista interno de la isla, inclinándose cada vez a un modelo parecido al chino en el que las posibilidades políticas se mantienen cerradas a través de un partido único pero se van abriendo, poco a poco, las políticas económicas. “Mientras Fidel viviera, los cambios serían muy lentos y mientras Raúl esté al mando y hasta que no llegue una nueva generación, los cambios no serán tan rápidos, también tomando en cuenta que ya no hay un Obama del otro lado”.
Cardoso diferencia dos estadios del proceso de alternación: el primero, correspondiendo a la situación de ruina económica en el que se encuentra el país; y en segundo lugar, la posición en la que se dejaría al “heredero” de la revolución en cuanto a sus posibilidades de acción. “Siempre es saludable la rotación del poder pero en el caso cubano no es propiamente un sistema electoral con alternancia y competencia de distintos candidatos y eso empobrece la situación. Estamos viendo cómo alguien elije su sucesor y es casi como si se mantuviera el mismo. La clave de los cambios en cuba la veo en la conjunción de las necesarias revisiones del modelo económico y la reacción de la gente”, precisa.
* Miguel Teixeira es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.