Marcos Pantin.-
No recuerdo si fue en La Crocante o en La Feria, lo cierto es que desde otra mesa me llegó esta frase perdida:
–“… y ahora me siento full vacía…”
De entrada me impactó la contradicción literal que existe entre estar full y vacío al mismo tiempo.
¿Será que nuestra amiga estaba almorzando puro aire? No parece buena dieta…
Sin embargo, el sentido de la frase es cristalino.
¿Quién no ha experimentado la tristeza –el vacío– de haberse esforzado por algo, por alguien, que al final no llenó las expectativas? Esto nos pasa a veces y podría decirse que es inevitable.
El verdadero problema es llenarnos de cosas, de actividades, buscando una felicidad que se nos escapa y nos queda la sensación de soledad y de vacío.
Todos queremos ser felices, pero nuestro objetivo no puede ser la búsqueda de la felicidad.
La felicidad no es algo que se busca. La felicidad es el resultado de un tipo de vida: vivir enfocados en amar y hacer felices a los demás.
Cuando me preocupo mucho si soy o no soy feliz, por lo general termino insatisfecho o amargado. En cambio, cuando me olvido de mí y me dedico a alegrar a los demás, termino contento y en paz.
Por esto resulta imposible que quien se empeñe en ser feliz logre serlo de verdad. Como es imposible que logre dormirse el que está muy nervioso y se empeña mucho en dormir la noche antes de un examen. Es más eficaz olvidarse de dormir y agarrar un libro bien aburrido o contar ovejitas…
Hay una profunda verdad de las palabras de Jesucristo: “hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos, 20, 35).
Y decía el Papa Juan Pablo II: “el hombre no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino en la entrega sincera de sí mismo. Esto podría parecer una contradicción, pero no lo es absolutamente. Es, más bien, la gran y maravillosa paradoja de la existencia humana” (Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 11).
Así, si alguna vez nos sentimos tristones, un poco llenos de vacío, preguntémonos si no hemos estado demasiado empeñados en lo propio nuestro y nos hemos olvidado de darnos a los demás.
* Marcos Pantin fue capellán de la Universidad Monteávila.