Funcionarios aseguran que no cuentan con unidades para atender las emergencias, mientras los vecinos exigen mayor dotación.
Zoe Mora.-
En el pueblo de El Hatillo, considerado una zona turística privilegiada de Caracas, a unas pocas cuadras de distancia del casco colonial, se encuentran las calles de servicio y viviendas, alejadas del bienestar que exhiben urbanizaciones distantes como La Lagunita.
En la calle La Lagunita, conocida casi exclusivamente por las personas que viven en la zona rural de este municipio o por quienes estudian y trabajan en colegios y comercios cercanos, está precisamente las sedes de los servicios públicos de atención inmediata.
Al descender por la calle La Mota, se halla el servicio de emergencias médicas Jesús Reggeti, que comparte un pequeño tramo vial con Protección Civil, y a menos de un minuto de distancia, se leen las letras a mano alzada de la palabra “bomberos” sobre una pared con la apariencia rugosa del cemento sobre los ladrillos, cubiertos por una capa de pintura gris.
Al ingresar a la estación bomberil, hay únicamente un hombre que está al servicio de todo aquel que necesite ayuda, rodeado de dos sillas rotas de plástico y una estructura de concreto que funciona como recibidor, y paredes con fisuras que no han sido lijadas ni pintadas.
Manuel Ramírez se especializa en el área de combate y prevención contra incendios. Por cada turno atiende a una persona, ocupando el puesto de quienes, con un equipo productivo, deberían ser 20 funcionarios.Â
En el momento en el que se presente alguna emergencia, su único equipo es el chaquetón, pantalones y casco necesarios que le facilita no el Estado ni la municipalidad, sino uno de sus compañeros, con lo cual dos personas usan un mismo uniforme.Â
De esa forma, en el caso de alguna eventualidad, el guardia de turno se traslada en vehículos particulares, incluso podría ser caminando, ya que el servicio no cuenta con ningún tipo de transporte que cubra el viaje hasta el punto de emergencia.
Una vez que el personal haya llegado al sitio del siniestro, se comunica con el cuartel central de los Bomberos del Este, donde se evalúa la cantidad de efectivos y equipo que necesitan para apoyar a sus colegas de El Hatillo.
Sin embargo, en no pocas ocasiones “nos ayudamos con la bondad de las personas y a veces, nos regalan arroz o pasta por ciertos servicios que ofrecemos y de esa forma es que sobrevivimos”, reconoció Ramírez.Â
Adicionalmente, sostuvo que la razón de trabajar para los bomberos no tiene que ver únicamente con el dinero, cuyo sueldo mínimo le alcanza solo para los traslados desde su vivienda en Petare hasta El Hatillo.
“Nos gusta ayudar a las personas. He salvado muchas vidas y he ayudado en partos, así como también algunas vidas se fueron en mis brazos y me he quemado en numerosos incendios”, manifestó.
Los llaman y nunca llegan
Mientras los apagafuegos no tienen capacidad de respuesta, Protección Civil que -según la Junta Nacional de Socorro, se encarga de los aspectos preventivos y la administración de desastres- ahora también es el organismo que ofrece respuestas a todas las emergencias.
Ello incluye la atención prehospitalaria y los incendios forestales y estructurales, con el aval de la alcaldía, que le ha suministrado implementos como unidades multipropósito y de emergencias.
A pesar del financiamiento recibido, Johan Villareal, funcionario de Protección Civil, afirmó que “se trabaja con las uñas, porque cómodamente no se ha podido en este país ni tenemos las herramientas completas. Pero, sí poseemos elementos puntuales de emergencia”.Â
El contraste de la importancia que se le da a cada organismo en el municipio no pasa desapercibido: desde la estación de bomberos se resiente la atención dada a otros servicios de la municipalidad, dejando en evidencia un gran contraste.
Para los vecinos de El Hatillo resulta frustrante el funcionamiento de los referidos de ciertos organismos de protección municipal.
“Al llamar a los bomberos nunca llegan y que aún, si mejoran las condiciones en las que trabajan, el problema está en que los dineros se los dan a los policías, sobre todo después de todos los años de protestas”, aseguró Carlos Márquez, quien caminaba por la plaza Bolívar de El Hatillo.Â
Asimismo, quienes residen en zonas más alejadas y rurales cuestionaron que la presencia de agentes policiales se extiende hasta la zona turística y colonial, dejando desprotegido al resto de El Hatillo.
Sin respuesta oficial
El alcalde Elías Sayegh no ha dado declaraciones oficiales sobre las precariedades de trabajo de los bomberos municipales.
En 2019, mediante su cuenta de twitter, denunció que las estaciones de La Trinidad y El Cafetal estaban desmanteladas. “Es inaceptable que no haya un cuerpo de bomberos operativo en todo el Este de Caracas”, opinó.Â
Mientras los días transcurren en la estación de bomberos de esta zona turística, Manuel, a pesar de que su sueldo solo le alcanza para trasladarse desde Petare, se entrega “a la adrenalina de salvar una vida, porque eso no se consigue en ningún otro lado”.
*Zoe Mora es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila
La estructura circular de este reportaje, en medio del drama de los Bomberos de El Hatillo, redondeó la faena intelectual. Muy buen texto!!!
Excelente comentario bien fundamentado.