ílvaro Torres De Witt.-
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Alemania parecía invencible, imbatible, indetenible, todopoderosa. El ejército alemán era numeroso y bien armado. Pero el ejército francés lo era aún más, y la flota británica era la mayor del mundo.
Sin embargo, Alemania se adueñó de parte de Checoslovaquia y anexó Austria, sin disparar un tiro. Alemania invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939, y en un mes la venció. En pocos días ocupó Dinamarca y Noruega.
En menos de dos semanas doblegó a Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Acorraló en Dunkerque a 340.000 soldados de la Fuerza Expedicionaria Británica, y del ejército francés y belga. Y en un mes Francia se rindió. Â Ningún país parecía poder oponérsele. Tan solo se interponía el Reino Unido, que afortunadamente era una isla y no podía ser invadida fácilmente.
En este clima tan sombrío, Winston Churchill, primer ministro británico, pronunció uno de sus más significativos discursos en la Cámara de los Comunes del Parlamento, el 4 de junio de 1940. Es un ejemplo de decisión de lucha, de perseverar hasta la victoria, a pesar de que el panorama era de muy mal presagio. Estas fueron sus palabras:
“A pesar de que grandes porciones de Europa y muchos grandes y antiguos países han caído o caerán en las garras de la Gestapo y todos los odiosos aparatos de seguridad del régimen Nazi, nosotros no flaquearemos. Nosotros llegaremos hasta al final. Lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, no importando el costo. Lucharemos en las playas, lucharemos en los sitios de desembarco, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas; no nos rendiremos jamás. Y si, lo que no lo creo en absoluto, esta isla fuese conquistada en parte, y si fuésemos subyugados y estuviésemos con hambre, entonces nuestro imperio de ultramar, armado y custodiado por la flota británica, continuaría la lucha hasta que, en el tiempo de Dios, el Nuevo Mundo, con todo su poder, de un paso para rescatar y liberar al viejo mundo”.                          Â
Durante los días más aciagos de la Batalla de Inglaterra, ésta fue bombardeada inclementemente noche y día. El zumbido de las bombas cohete V1 y V2 aterrorizaron Londres. La población tuvo que refugiarse en los túneles del Metro (Underground) para poder descansar en las noches. El racionamiento de alimentos y productos de primera necesidad castigó a todos los ciudadanos.
Los valientes pilotos de la Royal Air Force (RAF) hicieron tiempo extra y lograron con sus Spitfires y Hurricanes mantener a raya los enjambres de Messerschmitt, Dornier y Heinkel. A fines de octubre de 1940 Herr Hitler desistió en su tentativa de invadir Inglaterra. El Reino Unido había resistido, estaba maltrecho y adolorido, pero continuaba en pie. Alemania no lo había doblegado.
El espíritu de lucha del pueblo británico, acrisolado por su Primer Ministro Winston Churchill, mantuvo al país en combate durante casi cinco años más. A pesar de los sombríos presagios, sufrieron, resistieron, combatieron inteligentemente y el 6 junio de 1944, los aliados desembarcaron en Normandía e iniciaron el capítulo final del Tercer Reich. El 8 de mayo de 1945, la otrora omnipotente Alemania, se rindió incondicionalmente.
El indomable valor de un pueblo motivó a otros y se impuso sobre la barbarie nazi. Los valores de la cultura occidental superaron la oscuridad de las “Totenkopff” de las S.S.
En el mundo han existido muchos sublimes ejemplos de resistencia y lucha. Puede llevar tiempo, pero al final ha triunfado siempre la luz.
Y como dice el eximio sociólogo profesor del IESA, Ramón Piñango, “El que entendió, entendió”.
*ílvaro Torres De Witt es profesor de la Universidad Monteávila