Ana Carolina De Jesús.-
Los fanáticos de la saga literaria de Harry Potter, escrita por J. K. Rowling, reconocen la palabra Obliviate. Es un encantamiento que borra uno o más recuerdos de una persona. Dos ejemplos resaltan para ilustrar su alcance: en Harry Potter y la cámara de los secretos: Gilderoy Lockhart usó varias veces este hechizo para borrar los recuerdos de otros magos y apoderarse de sus hazañas; y en Harry Potter y las Reliquias de la muerte, Hermione Granger lo utilizó varias veces tanto para borrar la memoria de sus padres y así protegerlos del peligro, como el evitar emboscadas de los mortifagos. Para indagar sobre qué es el recuerdo, revisemos qué dice San Agustín al respecto:
“A la forma del cuerpo externamente percibida sucede la memoria, cual placa positiva de aquella forma, que, a través del sentido del cuerpo, impresiona al alma; a la visión que fuera existía al ser informado el sentido por el objeto sensible, sucede en el hombre interior una visión semejante cuando la mirada del alma, al conjuro del recuerdo que la memoria aprisiona, piensa en los cuerpos ausentes” (De Trinitate, XI, 3, 6)
A través de los diferentes sentidos, recibimos las impresiones de los objetos que quedan guardadas en la memoria. Cuando buscamos alguna referencia del pasado, ese movimiento lo hace la mente hacia la memoria y allí encuentra una serie de imágenes representadas, llamadas recuerdo. Es decir, traemos estas imágenes representadas al presente. Ese recuerdo no es en sí el objeto, sino lo percibido en ese momento en el tiempo, como si fuera un fantasma. Por esta razón, San Agustín utiliza la metáfora de la placa para describir el proceso de la impresión de los objetos sobre los sentidos, al igual que menciona la palabra conjuro para denotar la búsqueda de las imágenes retenidas por la memoria.
San Agustín hace hincapié en que el cuerpo humano está subordinado al alma y solo bajo su comando, a través de la mente y la voluntad, accede a los recuerdos. Cuando vemos la luz del sol o tocamos un objeto caliente, no solo el objeto entra en contacto con nuestros sentidos, sino que estas percepciones también afectan al alma. Y las recordamos porque ha puesto atención sobre una percepción particular, de miles que llegan constantemente. La atención es, pues, vital para la retención del recuerdo. Si transitamos de A a B pero no prestamos atención al trayecto, no tenemos recuerdos; a diferencia del abrazo de la madre, que lo mantenemos vívido en la memoria.
En la saga literaria, el lector no toma en cuenta el rol del recuerdo porque está concentrado en la narración. Pero en el horror de Harry y Ron al enterarse de lo que ha hecho Gilderoy o en el sufrimiento de Hermione al borrar la memoria de sus padres, podemos reconocer su importancia. También podemos mirarnos a nosotros mismos y pensar qué comimos ayer, por ejemplo. El recuerdo no es solo el rescate de un dato, más bien gracias a ella accedemos a lo más valioso de nuestra interioridad: nuestra propia historia.
* Ana Carolina De Jesús es profesora de la Universidad Monteávila.