Carla J. Mendoza.-
Grandes acontecimientos han protagonizado el panorama político y económico de la zona euro en los últimos años. El surgimiento de movimientos euroescépticos, nacionalistas y de extrema derecha, unido a una crisis económica fortalecida por el paso de los años, ha creado un serio ambiente de tensión que ha posicionado los ojos del mundo sobre la solidez y el futuro de la Unión Europea (UE).
La crisis económica en Europa, detonada por la gran recesión que inició en Estados Unidos en el 2008, demostró el sobreendeudamiento público de los países miembros de la unión, especialmente Grecia, Italia, Portugal e Irlanda. Las características más evidentes  han sido la presión sobre los bancos, los préstamos solicitados por los gobiernos y la quiebra del mercado inmobiliario en varias naciones. El déficit fiscal fue 6% del PIB en Reino Unido, Irlanda, Grecia y España. Además, la competitividad se estableció como factor determinante en el ámbito laboral, la tasa de desempleo en España y Grecia alcanzó un 27% para el año 2013, un 50% tratándose de desempleo en la población joven.
Las grandes potencias como Alemania, Francia y Reino Unido, a pesar de experimentar también ciertas circunstancias, mantenían una economía fuerte. Esto los colocó a la cabeza de las decisiones mercantiles que movían a la unión, en las cuales frecuentemente los países pequeños no salían favorecidos.
Paralelo a los notorios problemas financieros, los miembros de la UE han sentido sobre sus hombros la presión de los movimientos e ideales euroescépticos que se expanden cada día más. La prueba más fehaciente de esto fue la victoria del Brexit (un hecho que le arrebató a la unión una de sus mayores potencias). Sin embargo, Reino Unido no es la única nación que se ha planteado la salida de la Unión Europea.
El pasado 7 de mayo Bruselas vio su futuro jugado en las elecciones presidenciales de Francia, en las cuales se disputaron en una segunda ronda el socioliberal Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen. La campaña de Le Pen se centró en ideas nacionalistas y en promesas euroescépticas, antimigratorias, con las cuales aseguró que durante su hipotética presidencia el país viviría tres grandes acontecimientos: la muerte de la UE, el fin de la «globalización salvaje» y el «desenmascaramiento del multiculturalismo».
El pueblo francés votó, quedando electo (con más del 60% de los votos) Macron, con su visión liberal proeuropea, globalizada y unificadora, encarnado en el libre comercio, con un enfoque que se basa en la confianza en las instituciones tanto internacionales como regionales. Quedó demostrado que, al menos por ahora, Francia no tiene intenciones de abandonar la unión, ni de caer en políticas divisorias o extremistas.
A pesar de las incertidumbres políticas, lentamente la economía de la eurozona da señales de consolidar su salida de la crisis. Según la Oficina Europea de Estadísticas (Eurostat), el PBI de los 19 países del euro creció en el primer trimestre de este año un 0,5%, que en tasa anualizada sería un 1,7%, de acuerdo con las previsiones económicas de la Comisión Europea.
Los datos de Eurostat y el análisis del mercado muestran que el crecimiento europeo ya no se basa únicamente sobre el sector exterior, sino que se apoya también en la subida de la demanda interna y de la inversión empresarial. A su vez, La tasa de desempleo ha descendido, estando actualmente la más alta alrededor del 20% Â y la promedio cerca del 8,5%.
Con una economía en ascenso y un recién electo presidente francés decidido a promover y defender la estabilidad de la unión, Europa ha despertado con nuevos aires de fortaleza, fijando su vista en un futuro que, aunque incierto, parece prometedor.
* Carla J. Mendoza es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.