Mercedes González de Augello.-
La sabiduría popular no se equivoca, nada más certero que el dicho “el casado casa quiere”. Esto es así porque esa unión entre dos personas que han decidido emprender un camino juntas necesita un mínimo espacio físico en el que puedan desarrollar el proyecto que como nueva familia se han planteado. Eso que llamamos hogar debe ser ese lugar en el que nos desarrollamos libremente, en el que conseguimos el sosiego y descanso después de un duro día, en el que nos refugiamos cuando necesitamos consuelo, en el que compartimos las comidas y momentos en familia, en el que es placentero estar, en el que conseguimos amor y atención, y todo esto necesita un espacio íntimo y agradable en el que pueda realizarse.
Este lugar en el que se desarrolla la vida en familia debemos cuidarlo y atenderlo con esmero, cariño y dedicación. El espacio físico donde se desenvuelve el hombre es muy importante para su desarrollo personal, tendemos a identificarnos y crear patrones a partir del lugar donde vivimos, sentimos arraigo por nuestro entorno y moldea nuestra forma de estar y ver el mundo, por lo que debemos procurar armonía y orden en nuestra casa. Un hogar desordenado, incómodo, sucio y desatendido no es el mejor sitio para que cada miembro de la familia se identifique y desarrolle. No se trata de ser maniáticos del orden y obsesivos de la limpieza, hasta el punto de no disfrutar nuestros bienes materiales, pero tampoco podemos ser descuidados con aquello que forma parte de la realización personal de nuestra familia.
Cada casa es un mundo distinto y cada familia establece sus patrones de vida en común, pero el hogar exige unos cuantos muebles, unas habitaciones destinadas a funciones específicas, algunos adornos que decoren, limpieza y, sobre todo esto, el compromiso de cada miembro de la familia en cuidar y procurar la armonía en este espacio que permite el desarrollo de la vida.
Debemos facilitar que desde el más chiquito al más grande tengan un espacio en el que puedan manifestarse libremente: el niño debe poder jugar, el joven debe tener un lugar en el que desarrollar su personalidad, los adultos deben preservar su intimidad y descanso, pero al mismo tiempo cada uno debe evitar el caos que agobie la vida en común.
Si planificamos la distribución de los espacios -muchos o pocos, grandes o pequeños- y repartimos las tareas y actividades relacionadas con la marcha doméstica bajo un esquema en el que todos somos responsables y todos colaboramos, el hogar familiar será el mejor espacio de educación para todos los miembros. Solidaridad, trabajo en equipo y empatía con el otro serán los grandes aprendizajes de esta forma de vivir en familia.
Por supuesto, un hogar es mucho más que un espacio físico cuidado y decorado. Siempre debe ser el lugar donde cada miembro pueda desplegar libremente su personalidad y donde las manifestaciones de amor y cariño permitan una convivencia siempre alegre, a pesar de las circunstancias buenas o malas que nos toquen vivir.
* Mercedes González de Augello es directora de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.
Suspiro. La verdadera utopÃa por la cual debemos luchar en Venezuela.