Miguel González.-
El Parque Nacional El ívila es una formación montañosa que recorre y lo separa del Mar Caribe. Declarado parque nacional en 1958, es el emblema de la capital, el pulmón vegetal que llena de vida y aire a la ciudad. Gran parte de los caraqueños disfruta de ejercitarse por los senderos que recorren la montaña.
Denominado oficialmente como Waraira Repano (nombre dado por los indígenas), su mote proviene de los antiguos propietarios de estas tierras. Durante la época colonial pertenecían a Juan ílvarez de ívila, lo que hizo que los lugareños llamaran a la zona como el “Cerro de ívila”, nombre que finalmente quedó arraigado al sentimiento popular.
El ívila más que un parque nacional es una montaña llena de senderos, tradiciones, historias y gente que disfruta de un ambiente totalmente diferente al que acostumbran en su rutina diaria. Se asocia este ambiente montañoso con una ventana que se abre a un mundo repleta de tranquilidad, serenidad, naturaleza, belleza. La paz que solo la naturaleza puede dar; sin necesidad de salir de la ciudad.
Una de las entradas más conocidas y frecuentada es Sabas Nieves. Para llegar a estos senderos se debe atravesar un pequeño túnel lleno de vendedores. De vez en cuando un músico alegra el ambiente con la dulce melodía de su violín acompañado a la perfección por los mosaicos alegóricos a la flora y fauna de la montaña. No importa cuán frío o caliente esté el día, el pasar por el túnel da un toque refrescante y cultural.
El ívila para muchos caraqueños se convierte en un medio de liberación de estrés, un desahogo del estallido social de la ciudad; para otros en una gran aventura llena de anécdotas e historias divertidas. Se ha convertido en algunas familias una tradición subir los fines de semana.
Altair Lamberti es uno de sus asiduos visitantes. “Subo desde que tenía uso de razón, desde los cinco o siete años. Mi mamá me inculcó esa costumbre de subir todos los domingos al ívila. Lo tomo como una alternativa para drenar, despejarme y ejercitarme al mismo tiempo sin alejarme de la ciudad y mis responsabilidades. Para mi subir al ívila es desconectarte un poquito de la realidad de Caracas sin salir de ella», relata.
La música del ívila corre por cuenta de Enderson Castillo, conocido como el violinista del túnel de Sabas Nieves. “Aquí la gente viene en busca de un escape social de los problemas que todos tenemos y nosotros (los músicos) queremos colaborar con eso”, resalta.
“Lo que más me gusta es la naturaleza. El arte va asociado a ese enfoque natural que tiene la vida. Nosotros como seres vivos nacemos, crecemos, nos reproducimos y luego morimos. Muchas sociedades del mundo ignoran eso, y han inducido en la mente de las personas una vida artificial. Nosotros no podemos separarnos de la naturaleza, porque la necesitamos, somos todos un mismo grupo que hace vida en este planeta”, remarca.
No solo deportistas aficionados disfrutan de los encantos del cerro sino también profesionales como el entrenador personal Carlos León. “Me encanta subir porque aparte de ser mi estilo de vida ya se ha convertido en un hábito. Me gusta la naturaleza, me gusta la conexión que hay con el ívila. Me gusta mucho ir por la Julia, porque no hay nada más sabroso que ser caraqueño y subir por esos senderos, lo que te brinda el aire puro. Cada vez que subo siento que es la primera vez que voy”, señala.
“Subimos todos los fines de semana desde hace como cinco años aproximadamente”, cuentan las hermanas Leana y Ligia Pérez. ”Es una forma de recreación antiestrés. Nos sentimos fuera de los patrones de la ciudad: las motos, los carros, los semáforos. Es una buena oportunidad para encontrarse con los amigos y disfrutar un buen rato”, destacan.
La energía que puede transmitir el ívila apenas se pone el primer pie allí. es uno de sus mayores atractivos. Para el caraqueño no es solamente una formación montañosa, va más allá de una opción natural para ejercitarse: es un desahogo, un medio de difusión de cultura, una tradición, un libro lleno de historias.
Lo que hace al ívila ser lo que es, son las personas que tienen un sentimiento de pertenencia y lo han convertido no sólo en otro ciudadano de Caracas, sino el más importante. Es el deber de todos cuidar de una de sus más preciadas posesiones. Es un destino obligatorio no sólo para el caraqueño sino para cualquier venezolano que visite la capital.
* Miguel González es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.
* Adriana Angarita es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.
Lo único que falta es estar allá fÃsicamente ,es muy buena la descripción del lugar y muy acertado la opinión de los entrevistados …Felicitaciones!!!