Andrea Jofre.-
Aún no hemos escuchado la última samba sonar, el Cristo Redentor aun posará para el flash de los turistas, y, mientras un lado grita “impeachment” y otro asegura que “es un golpe”, los ojos del mundo están puestos encima en esta etapa cumbre de la historia de la “albanización” del continente y con la pretensión de comprobar si Henry Kissinger tenía razón cuando dijo que hacia donde se inclinara Brasil se inclinaría América Latina.
Era 1982 cuando Dilma Rousseff formaba parte del Partido Democrático Laborista (PDT, por sus siglas en portugués), el cual estaba liderado por Leonel Brizola. 19 años después, exactamente para el 2001, Rousseff abandonó las filas de esta agrupación para sumarse al Partido de los Trabajadores (PT), el cual surgió de un grupo heterogéneo de la organización sincial espontánea de operarios paulistas, intelectuales de izquierda y católicos ligados a la Teología de la Liberación. Su máximo líder era un obrero metalúrgico llamado Luiz Inácio Lula da Silva, quien después de un ascenso meteórico llegó a la presidencia del país en el año 2003. Dilma Rousseff siguió de la mano de Lula y del PT, fue nombrada jefa de gabinete del gobierno y luego, en el 2010, fue impulsada a ser la sucesora de la presidencia, elecciones en las que alcanzó el 56% de los votos en la segunda vuelta.
La etapa cumbre del socialismo en Brasil comienza cuando en octubre del 2015 se inicia un proceso de impeachment (juicio político) contra Rousseff, el cual tomó mayor forma en el mes de diciembre, cuando el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, pidió que el proceso siguiera adelante.
A partir de allí continuó el forcejo político y, tras maratónicas sesiones en el la cámara baja y en el Senado, Rousseff fue suspendida durante 180 días de sus funciones y las riendas del gobierno pasaron a manos del vicepresidente Michel Temer, quien liderará la posible transición asumiendo las funciones de presidente provisional.
Acorde con la legislación brasileña un presidente suspendido eventualmente puede regresar al poder, si es que finalmente no prospera la última fase del juicio político. Sin embargo, muchos analistas consideran que este escenario es el menos probable. El ex embajador Antonio Rodríguez Yturbe aseguró que seguramente Rousseff terminará dimitiendo.
“Es lo más lógico ya que cualquier político que no esté renuente y obsesionado con el poder, viéndose en estas circunstancias, lo haría. Inclusive renunciar antes de ser destituida podría salvarla de investigaciones y juicios posteriores”, señaló.
Rodríguez Yturbe indicó que la salida de Rousseff propiciará un cambio en el escenario político brasileño, pero recalcó que también afectará las relaciones de ese país con sus aliados regionales, sobre todo los más cercanos, como Venezuela.
“El presidente que venga es más que seguro que no será del PT y destapará ollas que hasta ahora les ha convenido tener tapadas”, subrayó.
El ex embajador de Venezuela en Brasil, Milos Alcalay, aseguró que la caída de Lula y de Rousseff precipitará el derrumbe de otros gobiernos afines, como el boliviano de Evo Morales y el venezolano de Nicolás Maduro.
A juicio del ex diplomático, la actual situación política brasileña demuestra el fracaso del modelo del socialismo del siglo XXI.
“Todo comienza cuando Fidel Castro tratase durante medio siglo de llevar un modelo revolucionario y copiar lo que ocurrió en Sierra Maestra, pasando por los sandinistas de Nicaragua, el Frente Farabundo Martí de El Salvador, hasta llegar a lo que tenemos ahora: modelos fracasados que se gestaron desde un comunismo disfrazado de socialismo para caer bien. Así como el cambio que ya dio Argentina, el cambio que quiere dar Bolivia y lo que está sucediendo hoy en Brasil, llegará el imperante cambio a Venezuela”, concluyó.
* Andrea Jofre es estudiante de Comunicación Social.
CADA DIA MAS ORGULLOSA DE HABERTE TENIDO COMO ESTUDIANTE EN NUESTRO QUERIDO COLEGIO SAN LAZARO!!!!
EXCELENTE!!