Reflexiones universitarias | La enseñanza de la historia ¿genera ciudadaní­a? (V)

Fernando Vizcaya Carrillo.-

La ciudadaní­a es piedra angular de la democracia, o del sistema de vida que es la democracia. Foto: El Quinto Poder

¿Qué es la ciudadaní­a?

La manifestación del bien en el trato con el otro. Lo reflejaba, de manera poética, pero profunda y radical, Jesús de Nazareth en la parábola del Buen samaritano como lo recoge el evangelista Lucano, Lc 10, 25-37. También autores contemporáneos. Dice Dewey (Democracia y educación) que la actitud del individuo es un modo de conocer al otro y un modo de comportase en cada circunstancia social. La ciudadaní­a es piedra angular de la democracia, o del sistema de vida que es la democracia. “En términos generales, el ciudadano puede ser definido como aquél que comparte la toma de decisiones o el gobierno, ya sea porque ocupe un cargo o porque goce del derecho al voto en las asambleas públicas” (Historia de la Filosofí­a Polí­tica. Strauss, L. 1992:142)

Supone también, que ese ideal de vida tenga un método educativo anexo, para procurar su transmisión, una subsistencia no simplemente, rutinaria sino con posibilidad de perfeccionarla constantemente. Ese ideal educativo supone una organización deliberada y sistemática, para formar lo que hemos mencionado como ciudadaní­a.

En el plano educativo formal, el estudio crí­tico de la Historia hace conceptualmente ciudadanos, que descubren su real nacimiento y entonces pueden luchar verdaderamente contra algunos fallos o desaciertos de los sistemas actuales o en los que le corresponde vivir a cada uno. Solo de esta manera se comprenden algunos de los requisitos sociales que definen a un ciudadano determinado y también les da las armas adecuadas para luchar contra esos errores. Para eso volvemos a Briceño Iragorry, en otro ensayo: “Hay crisis de virtudes. Y las virtudes polí­ticas son prolongación de esas modestí­simas virtudes que crecen al amor del hogar, sobre el limpio mantel donde se congrega la familia… ”(El caballo de Ledesma).

Lo que es un verdadero crimen en el campo educativo formal, es decir, en las aulas, consiste en desfigurar la historia o hacerla tan tediosa que no haga surgir el interés de los alumnos por sus raí­ces. No digamos si se interpreta de forma mí­tica, colocando a los protagonistas de esa historia en un olimpo de dioses a los cuales se debe dar culto. Otro de los fallos del sistema consiste en no formar un hábito de lectura selectivo y exigente a los alumnos, con lo que se percibe una cultura de superficie, llena de lugares comunes, frases y dichos, muletillas que impiden el razonamiento discursivo y fecundo en las relaciones interpersonales de los habitantes de un mismo sitio o comunidad. Metodológicamente se sugiere incorporar el cultivo de buenas disposiciones como las que plantearé.

Estos aspectos, que llamaremos disposiciones —el hábito de la deliberación, el arte de saber informarse y la capacidad hermenéutica— se refieren a hábitos intelectuales que se han constituido, desde hace años, en el centro de atención de pensadores sociales, sobre todo los que han puesto su mira en conseguir estadios valederos en un estilo de vida de corte democrático. El problema lo centramos en la posibilidad de formación -a través del cultivo intencional- de estas tres disposiciones interiores que llevarán a formar una actitud estable en los individuos que conforman un enclave social y que denominaremos ciudadaní­a. (Vizcaya, F. Educación y democracia participativa, 2000)

Metodologí­a (sugerencias)

La costumbre de no leer con profundidad hace que se lean sólo algunas cosas del periódico y se vea mucha televisión, sobre todo los programas que no dejan en la persona un mayor interés cultural, sino que son exclusivamente frí­volos cuando no vulgares y llenos de ordinarieces, destruyendo el lenguaje y el razonamiento de nuestra población. Nos apoyamos en Ortega nuevamente. “La aberración visual que solemos padecer en las apreciaciones del presente queda multiplicada por las erróneas ideas del pretérito que tenemos. Es tan desmesurada nuestra evaluación del pasado que por fuerza ha de deformar nuestros juicios del presente” Historia como sistema. (Ortega y Gasset 18% LD)

Los métodos y el estilo de los distintos profesores pueden variar, y de hecho deberí­an variar según los grupos y las circunstancias de cada uno. Es decir, el profesor debe usar la Historia como una fragua que sirva para el modelaje y ayude a profundizar en los valores propios de nuestra identidad. Así­ tenemos textos como el Simón Bolí­var de Gherar Masur, que ofrece capí­tulos donde aparecen claramente juicios comparativos: Bolí­var y Miranda, Piar y Páez, Páez y Santander. De allí­ se toman frases como:Mientras Bolí­var se identificaba con la revolución, Miranda identificaba la revolución con él. Así­ para uno los obstáculos eran ocasión de mayor fuerza, para otro eran motivo de depresión y tristeza”.

Es uno de los métodos de transmisión, para la aplicación del docente: juicios intelectuales sobre el actuar de un personaje, fundamentados en textos originales.

*Fernando Vizcaya es decano de la Facultad de Educación de la Universidad Monteávila 

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