Reflexiones universitarias | La enseñanza de la historia ¿genera ciudadaní­a? (IV)

Fernando Vizcaya Carrillo.- 

La finalidad de la educación es la formación del ciudadano en sus derechos y deberes. Foto: El Sol de Oriente

¿Qué es la enseñanza? La etimologí­a nos dice que esta palabra viene del latí­n in signo sensibilis. Consiste en las señales externas que percibo.  Es el primer nivel de la transmisión, lo estrictamente empí­rico: lo que se oye, lo que se ve y hace en el salón de clases. Es la función del profesor en aula y del ambiente de la escuela. En caso que sean clases expositivas o de material de ví­deos o pelí­culas, es el nivel de captación sensible. Pero eso no asegura el aprendizaje, simplemente constituye la experiencia sensible.En la actualidad, lo que se nos presenta, por supuesto, incluye a los niños y jóvenes actualmente: lo que se enseña, no es precisamente edificante. Cuando se diseña una propaganda, o se hacen unos letreros, o se estimulan unos espectáculos, se está enseñando. Esto incluye, lamentablemente, el lenguaje torpe, el tono y el desprecio hacia el otro, de los dirigentes actuales de nuestra patria. Resulta por tanto muy difí­cil de excusar esos elementos deseducadores, pues no existe acción humana neutra.

“La educación implica un fin, un ideal que se quiere realizar y unos medios para realizar ese fin. La determinación del fin lo establece la ética; los medios los determina la pedagogí­a” (Pablo Natorp, Pedagogí­a Social. p 75)  y otro autor dice: “en último término, la educación procede de los modelos proporcionados por las instituciones, las costumbres y las leyes. Sólo en un Estado justo serán estos, los modelos y las formas, adecuados para la educación” (Dewey, Democracia y educación, 99)

Y aquí­ nos encontramos con una serie de aspectos sociales y polí­ticos, conocidos por todos y que repudiamos en las actuales circunstancias. Recurrimos a Ortega y Gasset para este aspecto: “Las épocas de decadencia son las épocas en que la minorí­a directora de un pueblo –la aristocracia- ha perdido sus cualidades de excelencia, aquellas precisamente que ocasionaron su elevación. Contra esa aristocracia ineficaz y corrompida se rebela la masa justamente. Pero confundiendo las cosas, generaliza y tiende a eliminar todo intento aristocrático. Así­ la nación prosigue aceleradamente su trayectoria de decadencia” (Ortega y Gasset 64% ED)

Después de haber mirado y remirado largamente los diagnósticos que suelen hacerse de la mortal enfermedad padecida por nuestro pueblo, me parece hallar el más cercano a la verdad en la aristofobia u odio a los mejores” (España Invertebrada). Ortega y Gasset 74% ED)

¿Cuál es su finalidad (de la enseñanza de la Historia)?

Parecerí­a que la finalidad de la educación es la formación del ciudadano en sus derechos y deberes próximos, respetando su dignidad intelectual y procurando que vaya hacia una felicidad social. Dice a esto J Maritain: “El fin primario de la educación es la conquista de la libertad interior y espiritual a que aspira una persona o en otros términos, la liberación de esa persona por medio del conocimiento, la sabidurí­a, la buena voluntad y el amor” (Maritain, J. fines de la Educación. ,22)

¿Qué es la Historia? ¿Puede generar disposición a la formación de hábitos, la enseñanza de esa materia o asignatura?

Historia, del griego  informe o información. Posiblemente, entendemos la historia como la memoria de un pueblo, y particularmente, la memoria particular. Aquí­ nos metemos en áreas interesantes porque, al no vivir una época, conocemos esos hechos por otras personas. Dice Briceño Iragorry: “El hombre es ante todo y sobre todo historia. Como ser implantado en la dimensión temporal, el ente humano se mide y juzga por la proyección de su libertad en el plano de la historia”. (La hora Undécima, 195)

Surge una pregunta, que hemos oí­do todos en algún momento: ¿hay historia? ¿Tenemos historia en Venezuela? Sin caer en ese relativismo de Unamuno: “No hay Historia sino historias”, podemos decir, que al no leer, al no estudiar y por tanto al no interpretar crí­ticamente, personas, circunstancias y momentos en el tiempo, no existe historia realmente sino unos decires… Volvemos de nuevo a Briceño Iragorry: “La cultura de superficie ha sido y sigue siendo nuestro fardo más pesado…” (La Hora Undécima).

Cabe poner la lupa en un aspecto en este momento, la consideración de que si se elige esta rama del saber para un currí­culum, debe estar implí­cita la finalidad de la misma, que no se puede reducir a una simple información. Creo que debe ser, en su más í­ntima finalidad, ofrecer un modelo digno a los alumnos, de manera que se pueda convertir en “norte” para la conducta de ese alumno. En todo caso, conocimiento, convertidos en experiencia, que sostenga la prudencia en el actuar y no cometer los errores de ese pasado.

Nos conseguimos con un problema de tipo metodológico para esa enseñanza, y es el tipo de preparación que debe hacer un docente de esa materia, por la dificultad al conceptualizarla. “¿Cómo puede ser posible una filosofí­a de la historia si la historia no es una ciencia? La historia solo se ocupa de lo singular y lo concreto, de lo contingente (hechos y personas individuales) (…) mientras que la ciencia trata de lo universal y lo necesario“(Filosofí­a de la Historia. Maritain, 18).

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