Empresa y otras cosas | Empresarios: ¿creadores de riqueza o enchufados?

Hugo Bravo Jerónimo.-

La empresa es un agente imprescindible para el progreso económico. Foto: photopin (license)

Uno de los cambios fundamentales en nuestra manera de pensar como sociedad debe estar orientado a entender que el empresario es alguien que aporta a su paí­s mucho más que su fortuna personal o el éxito económico de su compañí­a. Este cambio de paradigma requiere entender que el verdadero empresario es un creador de riqueza, y en función de esto la empresa es un agente imprescindible para el progreso económico, polí­tico y social de la nación.

¿Cómo se crea riqueza? Mediante la suma de beneficios materiales y no materiales que se distribuyen libremente entre los miembros de la sociedad, como consecuencia de la actividad empresarial del emprendedor. Por ejemplo, cuando introduce una innovación que le permite a sus clientes y consumidores hacer más rápido sus actividades diarias, o les permite acceder a un bien o servicio a un precio más bajo, dándole la posibilidad de disponer de más tiempo y dinero para realizar otras actividades que contribuyen directamente a mejorar su calidad de vida, ya sea porque pueden disponer de mayor cantidad de bienes y servicios que le faciliten su existir y mejoren sus condiciones de vida o simplemente porque les permite disponer de tiempo libre para utilizarlo como mejor lo consideren necesario (educación, cultura, esparcimiento, etc.).

La evidencia empí­rica demuestra, por un lado, que en los paí­ses donde existe un mayor número de empresarios exitosos se encuentran mejores condiciones de vida para su población; y, por otro, que la libertad de emprendimiento y el libre mercado son condiciones necesarias para que exista esta posibilidad de éxito.

Tomando en cuenta esta realidad, como sociedad debemos tener presente dos cosas: 1) para tener verdaderos empresarios es necesario que su éxito empresarial dependa de la posibilidad que tengan de emprender libremente con todas sus implicaciones: corriendo riesgos, asumiendo costos y disfrutando de los beneficios que acarreen estas acciones cuando el resultado sea positivo (y con las perdidas y sus consecuencias cuando el resultado sea negativo); y 2) que el éxito de los verdaderos empresarios depende de los consumidores. Cada vez que estos deciden comprar sus bienes y servicios porque valoran más estos versus los ofrece la competencia, en otras palabras porque valoran su know how (conocimiento y ventajas competitivas).

En el caso venezolano es evidente la existencia de un gran número de (pseudo)empresas y (pseudo)empresarios que son improductivos y hasta destructivos para la sociedad. Los casos más elocuentes son las empresas del Estado, que viven sistemáticamente dando pérdida económica, mal gastando recursos y destruyendo valor, y los famosos enchufados que deben su “éxito” a que conocen a alguien en el gobierno, por lo que obtienen prebendas o reciben contratos exclusivamente en función a su know who (dependen de sus contactos). Ambas situaciones son consecuencia de las leyes e instituciones vigentes en nuestro paí­s, lo que podemos llamar “las reglas del juego”, que incentivan su aparición mediante la inherencia del Estado en la economí­a, como empresario y planificador, quien a través de todo tipo de controles (precios, tipo de cambio, imposición de aranceles, etc.) coarta la libertad económica de los ciudadanos, y crea incentivos perversos entre los funcionarios estatales y los cazadores de fortuna (rent seekers), todos ellos fuentes de corrupción.

Esta situación que hoy es grotesca no es nueva, ya desde los principios de la República la mayorí­a de los venezolanos entendí­a o asumí­a, como parte de nuestra impronta colonial, que para ser “exitoso” en los negocios y surgir económicamente en la vida era más importante el know who vs. el know how. No obstante, hoy más que nunca es crí­tico el cambio de paradigma planteado y que se entienda que mientras no existan condiciones que incentiven la aparición de verdaderos empresarios nuestra calidad de vida será muy limitada.

El venezolano debe entender que la ausencia de verdaderas empresas y verdaderos empresarios, consecuencia de la intervención del Estado en la economí­a, es una de las principales causas de la pobreza material y moral que vive el paí­s, y de las deplorables condiciones de vida en la que está sumergida una gran parte de los ciudadanos venezolanos. No podemos olvidar que detrás de las crí­ticas cifras económicas y sociales que tenemos hoy hay un hombre, una familia que no puede esperar ante la pobreza y marginalidad que lo agobia, lo mata. En ese sentido, el cambio de paradigma es un imperativo moral que no puede esperar, estamos obligados a hacerlo por solidaridad.

* Hugo Bravo Jerónimo es profesor de la Universidad Monteávila.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma