Cecilio Acosta, o de la virtud republicana

Kelvin Brito.-

Hoy conviene recordar a la figura de Cecilio Acosta. Foto: photopin (license)

Todas las naciones del mundo han atravesado situaciones complejas y Venezuela no ha sido ni es la excepción a ello. Se pensará que gigantes como Estados Unidos o Inglaterra, si bien han tenido sus escollos a lo largo de los años, no han padecido una crisis tan generalizada, tan difí­cil como la que atravesamos en estos momentos, que ahora se ha mostrado al rojo vivo a la comunidad internacional y que mantiene en vilo a la región. Tal comparación es parcialmente cierta, pues no olvidemos que por malinterpretar – o mejor dicho aplicar mal- la democracia, los ingleses no formarán parte de la Unión Europea. Y para qué hablar de Estados Unidos, que pasó una época oscura con el crash del 29 que tan bien ha reflejado el cine en sus diversas entregas; y que aún hoy tiene el mal del racismo latente, fenómeno que surca de principio a fin su historia.

La situación en Venezuela, como muy bien sabemos, dejó de limitarse a unos pocos aspectos –económico, seguridad, valores…- para ahora ser un cúmulo de factores que agravan cada vez más y más nuestras vidas. Y al parecer nadie –o casi nadie- cuestiona hoy esto, ni dentro ni fuera de nuestro paí­s. Vidas perdidas en protestas pacificas, graves y flagrantes violaciones a derechos humanos, descarados desconocimientos de derechos constitucionales y polí­ticos, vejámenes a adultos y jóvenes… Estas situaciones reflejan lo que Venezuela le ha demostrado, en muy pocos dí­as a sus ciudadanos y al mundo, lo que ocurre cuando un grupo pretende eternizarse en el poder. Ya la Historia y el devenir harán su trabajo a su debido tiempo.

Lo que se debe hacer, siguiendo las enseñanzas de otros paí­ses, es buscar una solución a lo que acontece en nuestra nación. Y qué mejor manera de hacerlo revisando en los anales de nuestro pasado, buscando ejemplos de superación para reflexionar y cambiar nuestra actitud como ciudadanos. Por eso traemos a colación en esta oportunidad a Cecilio Acosta, uno de los personajes más olvidados por la historia venezolana.

Se ha tenido la tendencia a creer que abogado es sinónimo de poder económico. Cecilio Acosta rompe con dicha norma: su situación a lo largo de su vida fue más bien de sencillez. Pero esto no hizo merma en su formación intelectual, que le hizo ganar más de un enemigo en la Venezuela del siglo XIX, en la que faltaba mucho para aplicar los ideales que él profesaba.

Y esto lo explica magistralmente Inés Quintero, cuando elabora una breve semblanza del ilustre:

Cecilio Acosta, pobre pero honrado

La Venezuela del siglo XIX no fue solamente de guerra y destrucción. También tuvo venezolanos dedicados al pensamiento y a la reflexión humaní­stica, como Cecilio Acosta.

Jamás tuvo bienes de fortuna. Cuando se graduó en la Universidad, el año de 1848, tuvo que solicitar la exoneración de los aranceles para obtener el tí­tulo de abogado. Tení­a treinta años. Se dedicó a la docencia y a difundir por la prensa las ideas que defendió hasta el dí­a de su muerte: libertad para el pensamiento, fomento para la industria, capital para el trabajo, garantí­as para la propiedad, responsabilidad para la justicia y educación para el pueblo.

Como intelectual no se plegó a los designios del presidente Guzmán Blanco. Al concluir su primer gobierno, en 1877, condenó los abusos cometidos por el mandatario y criticó severamente al papá de Guzmán Blanco, a quien llamó embaucador, ladrón y falso profeta.

Guzmán Blanco jamás lo perdonó. No fue preso pero sí­ condenado al ostracismo más absoluto. Poco tiempo después, el 6 de julio de 1881, Acosta falleció, como habí­a vivido, sin un centavo en la cartera.

Extraí­do de Quintero, I. (2012). No es cuento, es Historia (pág. 130). Caracas: La Hoja del Norte.

Recordemos que en esa centuria el caudillo dominante imponí­a sus normas, modificaba a su antojo la Constitución y las leyes para adaptarlas a sus caprichos, y por supuesto gran parte de la población era analfabeta. No es de extrañar que las propuestas, incluso los términos manejados por Acosta se limitaran a hacer eco en un reducido grupo de intelectuales.

Su caso tampoco es de excepción cuando hablamos de censura y represión, palabras muy comunes en nuestros dí­as: no era extraño encarcelar o exiliar a quienes discreparan de los designios del gendarme de turno. Como muchos intelectuales, periodistas y lí­deres venezolanos en la actualidad, Acosta no escapó a la persecución, encarcelación o exilio.

Pero lo importante es que su caso debe ser difundido, como ejemplo de rectitud ante las circunstancias tan adversas que le tocó vivir, de que no hay que ceder a la represión ni mucho menos bajar la voz ante las injusticias, infamias, arbitrariedades de la camarilla gobernante; sino más bien alzarla para que se extienda más allá de nuestras fronteras si es posible. Si todos seguimos su ejemplo, como muchos valientes lo han seguido en estos dí­as, en la hora menguada de nuestra República, su testimonio seguirá vivo y nos motivará a continuar, a cambiar nuestro paí­s por medio de nuestro pensamiento y desde nuestra posición, desde el rol que jugamos en la sociedad como ciudadanos.

* Kelvin Brito es estudiante de Derecho de la Universidad Monteávila.

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