Conflicto y derecho en Tristán e Isolda

Emilio Spósito Contreras.-

En 820 d. C., los escandinavos o vikingos, a bordo de trece drakares, por primera vez incursionaron en el norte de Francia. Tras cada vez más frecuentes oleadas, en el 911 establecieron el Ducado de Normandí­a. En 1066, bajo las órdenes de Guillermo el Conquistador (circa 1028-1087), los normandos invadieron Inglaterra; en 1130 fundaron el reino de Sicilia; y en 1171, se expandieron a Irlanda.

Aunque se sabe poco de las costumbres originales de los normandos y éstas se mezclaron con las de otros pueblos, hasta nosotros ha llegado una obra excepcional: Tristán e Isolda. De la leyenda se conservan las versiones de Thomas d’Angleterre (circa 1160-1170), la de Béroul (finales del siglo XII), la de Eilhart von Oberge (circa 1185) y la de Gottfried von Strassburg (1210). Por estos dos últimos autores, el relato pasó a la tradición propiamente germánica, en la cual su expresión culminante es el célebre drama musical Tristan und Isolde (estrenada en 1865) de Richard Wagner (1813-1883).

En castellano existe la excelente edición de Tristán e Isolda –que aquí­ usamos–, en las versiones de Strassburg y Oberge, traducidas por Ví­ctor Millet y Bernd Dietz, respectivamente (Siruela. Biblioteca Medieval, número XV. Madrid, 2001).

El relato del caballero Tristán y sus amores prohibidos con Isolda –tí­a polí­tica y reina de Cornualles–, fue uno de los romances preferidos durante la Edad Media. Este género literario se extendió entre los siglos XI y XV, cuando fue sustituido por la novela, la primera de ellas: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605), de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

El carácter transgresor de los normandos, quizás se remonte al mismo Rollo el Errante (circa 870-933), primer duque de Normandí­a, quien fue desterrado de Noruega por ejercer la piraterí­a. Se dice que al final de sus dí­as enloqueció por haber abandonado el paganismo al bautizarse de acuerdo a lo pactado con Carlos III el Simple, rey de Francia, en el tratado de Saint-Clair-sur-Epte (911).

En cuanto al Derecho subyacente en el clásico normando, si bien el argumento es conflictivo, por su contenido destacan dos pasajes de la versión de Eilhart von Oberge que pueden darnos luces sobre el contexto jurí­dico de la obra: el primero, referido al orden caballeresco, propio del feudalismo; y el segundo, la simbologí­a implí­cita en las acciones del rey Marc frente a su vasallo –y sobrino– Tristán, y su esposa Isolda.

Veamos:

  1. “En aquel tiempo, los jóvenes iban a cabalgar armados en busca de aventuras, según su costumbre, durante dos o tres dí­as. Y el procedimiento no consistí­a en otra cosa que obligar a combatir con ellos a todo aquel con quien se encontraran, le gustara o no. Eso es lo que solí­an hacer los buenos caballeros en la corte del rey Artús y eso les proporcionaba gran fama, pues todos trataban de demostrar así­ su valí­a” (p. 106).

Aunque hoy nos pueda parecer poco civilizado, la caballerí­a estaba estructurada sobre estrictas normas de comportamiento, con el honor cómo lí­mite de su ejercicio y la propia fuerza como garantí­a de su cumplimiento. En este sentido, aunque rudimentario, en muchos aspectos el Derecho feudal fue mucho más eficaz que el Derecho estatal y positivo de nuestro tiempo.

  1. “Cuando Tristán despertó y se irguió, vio el guante y preguntó a la dama de quién era. Ella se asustó por ese descubrimiento y dijo que no sabí­a por medio de qué artificio habí­a llegado allí­ el guante. En esto, el noble hombre se dio cuenta de que le habí­an quitado la espada y reconoció de inmediato la del rey. Entonces el señor Tristán habló a la noble reina:

–Jamás saldremos de aquí­ sanos y salvos…” (pp. 100-101).

Del pasaje, destacan los gestos reivindicatorios del rey Marc. El guante sobre Isolda –coincidiendo con la manus del Derecho romano– representa la potestad marital; la extracción de la espada de Tristán, literalmente significa quedar desarmado y a expensas del vencedor y, por el contrario, la asunción del poder, como en el mito artúrico de extraer la espada en la piedra. En todos estos casos, resalta la relevancia de la organización familiar –transpolada al orden polí­tico en la modernidad– y la militar.

El desenlace de la obra varí­a según la versión. La evidente tensión entre Eros y Ethos en la leyenda de Tristán e Isolda, en nuestra cultura cristiana determinan el fin trágico dado en la referida ópera de Wagner, el Liebestod o la “muerte de amor” de Isolda. Pero cualquiera sea el final de la historia que se adopte, lo importante es el sentimiento de rebeldí­a y quizás algo de culpa, que rodea a una de las grandes expresiones culturales del mundo germánico en el sentido más amplio de la expresión.

*Emilio Spósito Contreras es profesor de la Universidad Monteávila

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma