Nelly Meléndez.-
Hoy deseo compartir con ustedes algunas reflexiones que me han surgido a partir de la lectura del libro «Mentes creativas. Una anatomía de la creatividad» de Howard Gardner.
El autor hace un análisis de la vida de seis personas reconocidas por su creatividad en alguno de los siguientes campos: científico, artístico y social. Las personas estudiadas son: Sigmund Freud, Albert Einstein, Pablo Picasso, Igor Stravinsky, T. S. Eliot, Martha Graham y Mahatma Gandhi.
Pero empecemos por entender qué es la creatividad. Para Gardner un individuo creativo es la «persona que resuelve problemas con regularidad, elabora productos o define cuestiones nuevas en un campo de un modo que es considerado nuevo, pero que al final llega a ser aceptado en un contexto cultural concreto» (p. 53).
¿Cuáles son las singularidades encontradas en los individuos analizados? En primer lugar, está la interconexión de iniciativas, una voluntad que impregna todo el entramado de actividades, que le da sentido al trabajo diario, anual y de toda la vida.
En segundo lugar, la creatividad de las personas analizadas se manifiesta en lo que Mihaly Czikszentmihalyi ha descrito un estado de flujo. Esto ocurre cuando las personas se sumergen completamente en lo que hacen, empiezan a fluir sin ser conscientes de la experiencia en ese momento; pero sienten que han estado plenamente vivos, totalmente realizados y envueltos en una experiencia cumbre. Obviamente, esta experiencia positiva al repetirse termina convirtiéndose en un hábito.
En tercer lugar, está la valoración de la amistad y la confianza en otra persona. A veces, cuando los creativos están al borde de un cambio radical, sienten la necesidad de interactuar con otro individuo de confianza, «quizá para confirmar que no están totalmente locos y que incluso pueden haber dado con algo nuevo e importante» (p. 85). Esta interacción se produce a nivel intelectual y emocional, en busca de apoyo sin reservas.
En cuarto y último lugar, Gardner descubrió lo que él denomina la regla de los diez años: un individuo creativo hace un avance tras diez años de trabajo en un campo y, dependiendo de varios factores, puede realizar o no posteriores avances en décadas posteriores.
La dinámica de abordar la realidad es un aspecto que cabe destacar de la originalidad personal. Por ejemplo, «la innovación de Einstein brotaba de su capacidad para integrar imágenes espaciales, formulaciones matemáticas, fenómenos empíricos y cuestiones filosóficas básicas» (p. 122). Â Primero resolvía los problemas con la imaginación, visualizando situaciones, luego integraba a la realidad.
Por otra parte, siempre pensamos que los genios de manera espontánea comienzan a manifestar su talento, pero el desarrollo del potencial de un niño prodigio no es solo cuestión de suerte, está relacionado con el estímulo cultural y el apoyo social. Los buenos profesores, padres atentos, amplias oportunidades para la realización, la exhibición de su talento, descargarlo de responsabilidades diarias y acceso a la publicidad fueron clave en el desarrollo y manifestación del potencial de Picasso. Para Gardner: «El niño promesa en un campo es simplemente el que puede dar estos pasos más rápidamente y con menos esfuerzos que otros de su grupo» (p. 157).
La originalidad, autovaloración y la constante búsqueda de una reingeniería personal fueron clave en la manifestación creativa de los sujetos estudiados. Pero si te sientes que eres una persona identificada con la definición de persona creativa antes expuesta, te recuerdo cómo Stravinsky describía introspectivamente su propia actividad: “La composición es una función diaria que me siento compelido a realizar. Lejos de mí decir que la inspiración es algo que no existe. El trabajo trae inspiración”.
Te invito a leer este estupendo libro y disfrutar a plenitud de la equilibrada riqueza investigativa que nos presenta Howard Gardner en Mentes creativas. Una anatomía de la creatividad.
*Nelly Meléndez es profesora de la Universidad Monteávila