Alessandra Chomiak.-
La crisis en Venezuela se encuentra plasmada en el día a día de cada ciudadano. Durante el transcurso de los últimos años el crecimiento de la inseguridad, la inflación y la escasez de los materiales obtuvieron relevancia entre las preocupaciones de familias enteras, el tener que afrontar diariamente situaciones donde el salario mínimo no logra cubrir los costos de la canasta básica, afectando su cotidianidad.
La deserción escolar fue un tema recurrente en la palestra pública durante el 2017. Los altos índices de abandono de las aulas quedaron en evidencia en los distintos niveles educativos, sin contar el adiós de muchos profesionales de la docencia que han tenido que migrar a otras áreas en busca de mejores condiciones de vida.
Dificultad para acceder a los útiles escolares, a los uniformes y a la simple merienda, sin contar aquellos que tuvieron que ingresar al mercado laboral antes de tiempo para paliar la crisis económica que vive el país, fueron algunos de los factores que incidieron en la realidad de muchos núcleos familiares el año pasado.
Manuel Parra actualmente es profesor universitario de Literatura de Comunicación Social y además trabaja en el colegio Santo Tomás de Aquino. Dedicó la mayor parte de su vida a educar, preparar y fomentar el aprendizaje y, a pesar de la realidad social actual, sigue luchando por mantenerse estable, al igual que muchos de sus compañeros.
“Creo que el profesor en este momento está viviendo exclusivamente de su mística, del amor por su profesión, aunque cueste ir al supermercado y tratar de adquirir un producto con puro amor, por así decirlo. Ha llegado un punto en la actualidad donde un cartón de huevo cuesta más de lo que se puede ganar en un mes de trabajo”, se lamenta Parra.
Agrega: “La mejor experiencia que tengo como docente es cuando siento que hay un factor de cambio social que se ha hecho efectivo, esa es lo que motiva a seguir haciendo lo que hago”.
Situación similar plantea Giannina Oliviari profesora de las universidades Católica Andrés Bello y Metropolitana, donde imparte las cátedras Escritura y Gramática, Latín y Fundamentos de Gramática; Filosofía y Cultura, Lenguaje de Universalidad y Comprensión de Venezuela.
“Ante la situación país hubo problemas a la hora de ajustar los trimestres o semestres según los cursos que se den en función a las guarimbas, la violencia y las protestas. Además de esto se presentaron problemas económicos, el aumento de la inflación y el hecho de que los sueldos no son suficientes para mantenerse estable”, afirmó la catedrática.
Sin embargo, las consecuencias de la situación país no solo se dirigen hacia los profesores, también afectan en la misma medida a los alumnos, que en muchos casos tienen que recurrir a beneficios de becas por parte de sus casas de estudio, opción que no puede abarcar a todos los aspirantes.
Al factor económico también se agravan elementos como los índices de inseguridad que puedan tener la zona donde se encuentra la universidad y los problemas del transporte, que se han agudizado con el paso de los meses, según revelaron estudiantes universitarios.
Georgina Antippas, estudiante de Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello, comenta que a mediados de octubre tuvo que tomar la decisión de congelar el cupo y poner en receso sus estudios. El aumento de precios por el incremento de la inflación y la gran diferencia que genera esta dinámica económica entre el salario y el costo de los productos y servicios fue un detonante que como a ella también afecto a varios de sus compañeros.
“Pedí beca a la universidad, pero me fue negada. Actualmente trabajo medio tiempo en Beco y las ganancias que obtenía por mi trabajo no lograba ayudarme a cubrir los pagos de la universidad. Ya la mensualidad estaba por encima de mis ingresos, simplemente no podía costear mis estudios por mi cuenta, por lo que tuve que congelar el cupo por un año y medio, reunir, y próximamente ver si puedo pedir beca de nuevo”, señala.
Por otro lado, en la Universidad Marítima del Caribe, ubicada en La Guaira, Arianna Urbina, alumna de segundo semestre de Ingeniería Marítima, manifestó que la esta casa de estudio presenta en la actualidad una deficiencia en diversas áreas, lo que ha llevado a varios estudiantes a retirarse por problemas de diferentes matices.
“Mi universidad es pública y se encuentra en déficit por la falta de presupuesto. La calidad de la carrera ha disminuido poco a poco: Los únicos dos simuladores (uno de Instalaciones y uno de Operaciones) más los radares que tenemos son antiguos, los aires acondicionados están dañados y el transporte está inactivo”, indicó la joven.
Urbina señaló entre otros inconvenientes que la cola de pasantías es de más de 300 personas, teniendo en cuenta que el convenio de la Inea con otras empresas como Atlas Marine cuenta con un total de 3 buques para solo dos de pasantes: un maquinista y un piloto. “Pdvsa tiene también convenios pero sus barcos están inactivos desde 2013. Los buques son muy viejos, como por ejemplo del buque Atlas, del año 1983, traído de Dinamarca”, afirmó.
A pesar de los inconvenientes tanto profesores como alumnos siguen apostando a Venezuela, esperando que pronto vengan momentos mejores donde los dos polos de la enseñanza tenga el reconocimiento justo y las facilidades para seguir creciendo en pro del país.
Alessandra Chomiak (alechomiak