Francy Figueroa Domínguez.-
Dicen que durante la guerra la gente celebra pequeñas alegrías. Se casa y tiene hijos, hace una fiesta. Trata de seguir viviendo en medio de una relativa normalidad.
En Venezuela es posible estar sentado a orillas del Mar Caribe serenamente mientras el país se cae a pedazos en el otro extremo. Así de antagónicos somos. Porque mientras unos tocan piano y bailan salsa, unos pocos dicen luchar por el futuro de todos.
Esta semana tuvimos muestra de ello: el miércoles muchos nos íbamos a la cama con el corazón roto por Neomar Lander, porque gracias a la tecnología todos vimos casi en vivo y directo cómo se apagaba la vida de este joven de sólo 17 años.
El jueves nos madrugaba una pequeña alegría, digna de celebrar pese a la adversidad: La vinotinto sub-20 de fútbol está en la final del Mundial en Corea del Sur, gracias a unos jóvenes que tienen la misma edad que la mayoría de los caídos en las protestas.
El contenido en las redes fue solapando a tantos videos horrendos del joven recién fallecido. Y es que lo necesitábamos: los goles, las paradas del portero, las caras de los chamos, la celebración de camerinos. Porque ¿con qué ánimos vamos a reconstruir el país si seguimos esparciendo tanto dolor y odio también en nuestras redes?
Haciendo análisis posterior al encuentro, pensaba en el honor que debe ser para un equipo que ha llegado tan lejos ser recibido en palacio presidencial por el Ejecutivo Nacional. Como cuando haces una visita guiada por la Casa Rosada en Buenos Aires y te imaginas a la albiceleste saludando a su fanaticada desde el célebre balcón.
Pensaba también en la vergí¼enza que debe significar para esta selección ser recibida por un presidente tan indigno. Afortunadamente, sólo minutos después el técnico de la selección venezolana, Rafael Dudamel, le pedía al presidente un cese a la violencia en nombre de esta juventud prodigiosa.
Con esto en mente, hay pocas o ninguna posibilidad que sean invitados a Miraflores, y mejor así: esto evitará que usen el triunfo de la selección como bandera política, ni serán llamados la “generación de oro” por dirigentes y ministros del Deporte que han demostrado que no les duele nadita este país.
Pues así vamos: sacando de estos pequeños triunfos la fuerza que necesitaremos para cuando venga la luz. Dándoles fortaleza a los jóvenes que tengamos cerca, impidiendo que el desánimo que nos afecta a los “grandes” les gane. Porque le debemos tanto a estos millennials, a los que ganan el Modelo de Naciones Unidas, a los que nos representan en Disney frente a los mejores de la industria y salen airosos. Les debemos tanto y les quedaremos debiendo más, si la lucha prospera.
* Francy Figueroa Domínguez es la secretaria de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Monteávila.