Rafael Gorrochotegui.-
Muchos espectadores y cinéfilos han vivido una experiencia similar a Woody Allen cuando ven 2001: Una odisea en el espacio. Allen comenta que la primera vez que vio la épica de ciencia ficción no le encontró sentido y ni le gustó. A la segunda vez que la vio con una amiga le empezó a fascinar. A medida que la veía más veces, más le gustaba. Era como si la película tuviera capas y cada ves que la veía encontraba una nueva profundidad.
Esta es la magia de la filmografía de Kubrick, en la que los temas humanos se exponen en detalle y a profundidad a través de imágenes que transcurren a 24 cuadros por segundo. Pocos directores logran tener la flexibilidad de experimentar constantemente, intercalando géneros cinematográficos. La filmografía de Kubrick no solo tiene matices de película en película, sino que resaltan, contrastan del resto de las cintas del género al que pertenecen.
Existen directores que tienen un estilo definido por el género que habitan. Ese puede ser el caso de Alfred Hitchcock, donde el suspenso y los dramas de crimen siempre fueron sus campos de desarrollo. Pero Kubrick no se puede definir en un género, en una temática, en un concepto global. El genio de este director iba en función a la historia que deseaba contar y a partir de allí lograba plantear una estética propia sin ir en detrimento de lo que quería contar. Si bien la mayoría de sus piezas relataban una circunstancia muy humana, presentaba diferentes facetas sin ofrecer alguna conclusión.
Desde las primeras películas del director se puede ver su influencia de fotografía. Muy pocas veces se encuentra la exposición a través de diálogos que muchos guionistas y directores utilizan para darle sentido a las imágenes que están en pantalla. Para Kubrick la imagen no debe brindar un sentido, sino una experiencia. Esa experiencia se define a través de los planos meticulosamente planeados por por el autor para lograr la sensación deseada. Es así como logra jugar con lo que el público ve, con el inconsciente. Nada como ver la elipsis que le da paso de la barbarie a la civilización en 2001: Una odisea en el espacio, el bar Moloko de La Naranja Mecánica o la escena de la mujer en el baño del cuarto 237 en El Resplandor.
Lo polifacético de Kubrick en términos de género puede destacarse como uno de los aspectos más sorprendentes de su carrera artística. Buscaba salirse de su área de confort como si lo calmara estar en constante riesgo y búsqueda. A diferencia de otros directores, él escogía el género más adecuado para contar la historia que deseaba.
Si se pudiera señalar cuál fue la huella que dejó Stanley Kubrick en la historia del cine, quedaría explicando que fue un director de muchos géneros, que siempre estuvo en búsqueda de contar historias en diferentes contextos y darle su propio giro.
Cuando Kubrick estaba rodando El Resplandor, Jack Nicholson tenía que aprenderse nuevas líneas todos los días por la cantidad de versiones que se realizaron del guión. De la misma manera, podía pasar horas rodando un plano que no tomaría más de 5 segundos en el corte final de la película. Al director le importaba que todo estuviera a su gusto, todo bajo su control, un dominio que las productoras aceptaban porque sabían que realizaría un buen producto cinematográfico.
Retomando su influencia como fotógrafo, muchas escenas de sus películas eran meticulosamente planteadas, midiendo exactamente dónde iba cada elemento, incluyendo los personajes, y cómo se desarrollaban en el espacio. En este aspecto las cintas de Kubrick tienen una dimensionalidad particular, estableciendo lugares tal cual como debían ser planteados. Este es el caso de El Resplandor, donde los pasillos parecen cambiar de posición constantemente a lo largo de la película o algunos cuartos tienen ventanas aunque estén ubicados en el centro de la estructura. El hotel se convierte en un laberinto como el que se encuentra a las afueras del recinto.
Aunque Kubrick parezca un camaleón de géneros y propuestas estéticas, hay ciertos elementos que persisten en su filmografía. Desde el punto de vista fotográfico, la fuga o perspectiva de un solo punto es un elemento recurrente en sus películas. La razón por la que utiliza esta perspectiva para muchos de sus planos puede ser para crear intriga, esta sensación de un mundo que no tiene fin.
Capaz y el uso de estos planos con punto de fuga representa la infinidad de la complejidad humana, algo que Kubrick intenta desglosar. O puede ser interpretado como una imagen que le recuerda al espectador que sus conclusiones sobre su película puede ser infinita. Se desconoce su obsesión por el punto de fuga, pero ambas teorías son parte de ese ingenio cinematográfico que nunca se cansó de buscar nuevas maneras de interpretar la cualidad humana.
* Rafael Gorrochotegui es estudiante de Comunicación Social de la UMA.