Rafael Pellicer.-
En la madrugada del jueves 3 de noviembre el Progressive Field fue testigo de la historia y se convirtió en el escenario de una de las victorias más importantes del mundo del béisbol: los Cachorros de Chicago derrotaron a los Indios de Cleveland, rompieron la “maldición de la cabra”, superaron una sequía de 108 años y conquistaron la Serie Mundial, la tercera que llevan a sus vitrinas.
La final de la MLB tuvo que extenderse hasta el decisivo séptimo juego, reflejo de la paridad de fuerzas entre los campeones de la Liga Nacional y de la Liga Americana. Para la ocasión el Progressive Field, hogar de los Indios, lució un lleno absoluto, con sus 33.225 puestos ocupados.
Chicago logró conquistar el máximo premio tras ganar en fila los tres últimos encuentros, lo que le permitió conquistar una serie que llegó a estar 3-1 a favor de Cleveland, remontada que desde 1985 no se veía en una Serie Mundial.
El séptimo juego empezó con viento a favor para los oseznos, con un cuadrangular en el primer ining del jardinero Dexter Fowler. La tribu empató pronto, en el tercer acto, con una carrera anotada por Coco Crisp. Sin embargo, rápidamente los Cachorros retomaron el control e incluso ampliaron su ventaja, lo que les permitió llegar a la octava entrada con un marcador favorable de 6 a 3.
Pero para ser fieles a su historia los Cachorros debían sufrir, y así vieron como en ese ining los Indios igualaban el juego, con jonrón de Rajai Devis incluido. El séptimo encuentro de la Serie Mundial tuvo que ir a extraining, donde la lluvia también se hizo presente y obligó a paralizar el partido por varios minutos.
La décima entrada fue la definitiva. Ben Zobrist, a la postre MVP de la Serie Mundial, conectó un doblete que trajo la carrera de la ventaja en las piernas de Albert Almora. El venezolano Miguel Montero contribuyó con la causa de los oseznos al empujar la octava anotación, que a la larga fue la decisiva ya que, en el cierre del capítulo, Cleveland dio muestras de su tesón y logró marcar una rayita que los acercó en el marcador. Lamentablemente para la tribu, no fue suficiente.
El relevista Mike Montgomery fue el encargado de sacar el último out de la noche, que se concretó con la combinación Bryant-Rizzo, y finalizar con más de un siglo sin triunfos en la Serie Mundial para los Cachorros. “Hemos matado a la cabra”, expresó eufórico Montero.
Con el triunfo de Chicago los Indios pasan a ser los dueños de la sequía más larga en el clásico de Octubre, ya que su último triunfo data de 1948.
Para los Cachorros la historia ahora es diferente. Atrás queda la famosa maldición de la cabra, que empezó en la Serie Mundial de 1945 cuando a Billy Sianis, dueño de la taberna Billy’s Goat, no se le permitió permanecer en el Wrigley Field junto con su cabra mascota, Murphy.
“Los Cubs nunca volverán a ganar un título”, dijo, según la leyenda, Sianis, maldición que parecía fortalecerse con el pasar de los años: en el playoff de 1969 un gato se atravesó frente a Ron Santo; en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional del 2003 el aficionado Steve Bartman impidió a Moisés Alou sacar un out que habría acercado al equipo a un triunfo definitivo.
Ahora en el lado norte de Chicago hablarán del 2016, año en el que los Cachorros lograron 103 victorias en la temporada regular y avanzaron indeteniblemente hasta conquistar la corona de la mano de peloteros como Kris Bryant, Anthony Rizzo, Jake Arrieta, Jon Lester, Aroldis Champan, Ben Zobrist, del manager Joe Maddon y de su presidente Theo Epstein, quien a partir de ahora será conocido como el hombre que rompe maldiciones. Hace 12 años él construyó el equipo de los Medias Rojas de Boston que dejó atrás el fantasma del bambino Babe Ruth y alcanzó su primer título de Serie Mundial desde 1918.
Después de 108 Chicago celebra, al fin, el campeonato de sus adorados Cachorros, fiesta que seguramente durará semanas y, por qué no, tal vez un siglo.
* Rafael Pellicer es estudiante de Comunicación Social de la UMA