UE Alonso Andrea de Guarenas sucumbe al «desvanecimiento intelectual y estructural»

Docentes de esta institución pública del municipio Plaza del estado Miranda cuestionaron el déficit académico y el deterioro de las instalaciones, en medio de sus bajos salarios.

Marí­a Pacheco.-

Kelly Castro, docente de la Unidad Educativa Alonso Andrea de Ledesma, se levanta todas las mañanas para brindar conocimiento a sus estudiantes, en un horario impuesto por las medidas de contingencia que asumió la institución.

El plantel, ubicado en la avenida Ruí­z Pineda de Guarenas, municipio Plaza del estado Miranda, cuenta con una matrí­cula escolar de 906 alumnos, quienes junto a sus profesores padecen las consecuencias del deterioro de sus áreas internas y externas.

Una de las coordinadoras del plantel, Cecilia Rodrí­guez, explicó que la restricción de los horarios de clases se debe a las precariedades con las que trabajan.

“En el caso de los profesores de castellano, intentamos que los estudiantes no tengan huecos entre clases tan grandes”, destacó.

Agregó que en comparación con otros colegios de la zona que laboran por etapas, en este los alumnos de cada grado y año de bachillerato asisten a clases tres dí­as a la semana.

Decadencia académica

Educadora también de otro plantel mirandino, Rodrí­guez admitió la “decadencia académica” a la que se ven sujeto los estudiantes, ya que las consecuencias del Covid-19 se pueden observar aún dos años después, a tal punto que los colegios privados, igualmente, se ven afectados.

Refirió que el nivel de concentración e interés del alumnado es cada vez menor, pues muchos tienen diversas situaciones en sus hogares, que no les permite mantener el rendimiento estudiantil.

En un recorrido por la mencionada unidad educativa, se pudo constatar cómo algunos fomentan la idea de que “vendiendo plátanos con mi tí­o gano más que con una carrera universitaria en este paí­s”. Así­ lo cree Kleiber Gutiérrez, estudiante de tercer año del Alonso Andrea.

Asimismo, el personal docente, administrativo y directivo hace énfasis en la preocupación por las afectaciones de la infraestructura educativa. Esta cuenta con tres pisos y una azotea, donde se encuentran el tanque y las bombas de agua, que no funcionan. El último piso tuvo que ser clausurado por no estar en condiciones adecuadas.

La azotea está recubierta por un material a base de asfalto que, con el pasar del tiempo, se ha ido levantando y ello trajo como consecuencia que se genera humedad cada vez que llueve, apoderándose del tercer piso, al punto de que el friso de las paredes empezó a cuartearse y a caer.

Pero esto no quedó aquí­: el desplome de las paredes dio pie a que el personal directivo acudiera a los bomberos de la región, quienes explicaron que los temblores imperceptibles, que suceden cada dí­a, provocaron estos daños.

En relación con los baños, no hay suficientes para el alumnado. Las niñas deben hacer guardias para cumplir con sus necesidades fisiológicas, mientras que otros jóvenes optan por los matorrales cercanos.

Se agrietan las oportunidades

La Unidad Educativa Alonso Andrea de Ledesma tampoco presenta el inmobiliario para impartir clases. Los laboratorios de biologí­a, quí­mica y hasta de matemáticas se ven como un sueño lejano para esta institución, a la que le faltan pupitres para sus alumnos.

Sophia Mendoza, profesora del plantel, dijo que es necesario mejorar los laboratorios, ya que no todos  aprenden de la misma forma. “Unos necesitan interactuar, otros escuchar u observar”, indicó.

Las ventanas de las aulas no tienen vidrios que frenen la entrada de la luz solar ni un ventilador que refresque al alumnado en una ciudad calurosa. No han sido pocas las veces que se tuvieron que impartir clases sin luz eléctrica.

Los docentes de este liceo, que protestan desde el 9 de enero en las calles, no encuentran una forma rápida de salir de este bucle académico al que se han expuesto junto a sus estudiantes.

Mientras tanto, el salario no les alcanza para cubrir la cesta básica alimenticia y mucho menos para el pasaje diario, como bien lo sabe la profesora Kelly Castro. 

*Marí­a Pacheco es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.

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