Alicia Alamo Bartolomé.-
Según Winston Churchill, la democracia es el peor sistema político inventado por el hombre, a excepción de todos los demás. Esta frase del gran político y humorista británico calza a la medida con la perplejidad que debe estar padeciendo el pueblo de los Estados Unidos ante las próximas y pasadas -cuando salga este artículo- elecciones presidenciales del 3 de noviembre. Una nación, considerada la mayor y mejor democracia del mundo, ha debido escoger entre un pésimo candidato, otro peor y viceversa. Un loco racista pro-vida y un débil mental pro-muerte.
De haber sido gringa, no hubiera votado por ninguno; pero si mi conciencia ciudadana me obligaba a votar por alguien, habría dado un salto en el vacío, con la esperanza de encontrar algún agarradero para no estrellarme en la plataforma política del pro-vida y no hundirme sin remedio en el piélago satánico del pro-muerte.
A Dios gracias no soy gringa, pero sí venezolana y nuestro país tiene el próximo 6 de diciembre una jornada electoral ilegítima y fraudulenta desde todo punto de vista. No tiene legitimidad el órgano que convocó a elecciones y todos los pasos para las mismas, desde el Consejo Nacional Electoral, están ya amañados, madurados, para el triunfo del oficialismo. La diferencia con los comicios del Norte, es que, en nuestro caso, no me cabe la menor duda: no votaré.
Siempre fui una abanderada del voto y he cumplido con ese derecho y deber ciudadano desde la primera vez, cuando la Junta Revolucionaria de Gobierno proclamó el voto universal y secreto para elegir la Asamblea Nacional Constituyente en 1946. Entramos las mujeres a votar gracias a la lucha sostenida por aquel grupo de entusiastas, con Ada Pérez Guevara a la cabeza, que el 30 de diciembre de 1935 escribió la famosa carta al presidente encargado de la república, Gral. Eleazar López Contreras, donde reclamaban los derechos civiles de la mujer y del niño, hasta entonces ignorados.
Ellas eran, además de Ada Pérez Guevara de Boccalandro:Â Luisa de Valle Silva de Bravo, Leticia M. de Nouel, Irma De Sola Ricardo, Josefina Bello de Jiménez y Panchita Soublette Saluzzo. Estas seis pioneras redactaron la carta, pero la firmaron muchas más. Fue una lucha de 10 años que culminó en la elección de esa asamblea constituyente de 1946 que redactó una nueva constitución y preparó las elecciones presidenciales del año siguiente.
He votado desde mis 20 años y durante los 40 años de democracia sin faltar nunca a este deber ciudadano. En estos 21 años de socialismo del siglo XXI, sí he dejado de ejercer este derecho dos veces y voy por la tercera. Durante todo el período democrático, voté verde. Para presidente, cinco veces lo hice por Rafael Caldera y a la quinta fue la vencida en, 1968. No perdí jamás la esperanza, consideraba y así animé siempre a los indecisos y escépticos: hay que votar aun con la seguridad de que en esa elección se va a perder -Venezuela amanecía al día siguiente vestida de novia-, porque en cada una se suma un poco más de votos y algún día serán mayoría.
Así fue después de 22 años de perseverancia. Recuerdo mi artículo Señor, Presidente… en Estampas de El Universal, donde era columnista, publicado a raíz de este triunfo, hacía un recuento de todos esos años de tenacidad y lo remataba más o menos así: Valió la pena, aunque en el camino haya adquirido unas cuantas canas, perdido unos cuantos kilos…, ¡y la juventud!
Hoy no tengo la misma perspectiva, sigo creyendo en el voto y en esa democracia de Churchill, pero no están dadas las intenciones ni las condiciones para ejercer ese derecho, ni creo en lo que unos forajidos llaman democracia. No los voy a apoyar para dar, ante el mundo, un vergonzoso y ridículo maquillaje de legitimidad a una vil dictadura. Tengo 94 y más de ¾ años tratando de ser sincera y veraz en mis actos. Me sentiría una pobre hipócrita metiendo mi voto en una urna espuria. ¡No…, que antes me metan en la legítima mía!
*Alicia Alamo Bartolome es decana fundadora de la Universidad Monteávila
Recién conozco a esta maravilla de mujer y me declaro su ferviente admiradora, desde hoy la seguiré siempre
Tan clara como su trayectoria, un verdadero ejemplo, hay que seguirla, Doña Alicia, un honor.