Vecinos del sector no respetan las normas impuestas por las autoridades nacionales
Geraldine Durán.-
Luego de tener un día ajetreado y poco “productivo”, Keberlyn Castañeda se dirige de vuelta a su casa, lleva consigo algo de carne y verduras, pues asegura que ha estado desde las 8am haciendo colas para poder adquirir los alimentos. Es sábado 1 pm y el sol se encuentra en su mayor resplandor.
“Siento que no hago nada productivo, esto es ridículo, hacer cola por 5 horas para comprar tres cositas. La gente no se cansa, sale y sale. No sabía que habían tantos habitantes aquí”, asegura un poco indignada y llena de frustración. En la cara se le nota el cansancio, aunque ya está resignada, esta joven de 19 años comenta que esto se ha convertido en su rutina por lo menos tres veces a la semana.
Cuatro patrullas de la policía municipal de Baruta se encuentran manteniendo el orden en la zona. “Hey tú, el de la camisa roja, ponte el tapabocas”, “Señora, la que está hablando, sí usted, un metro de distancia porfa”, repiten los uniformados una y otra vez por la bocina. Cada 15 minutos aproximadamente se acercan a separar personas que se encuentra muy cerca en las colas de los abastecimientos.
Es toda una odisea, no entiendo porqué hay tanta gente. Me da muchísimo miedo contagiarme
Al parecer la policía no ha sido suficiente, o no son suficientes. El sector parece estar cada vez más lleno de personas, cualquier día de la semana, entre las 7am y 2pm se encuentra aglomeración, todos muy cerca y utilizando tapabocas por miedo a la policía.
Según el gobierno, Baruta es el municipio con más casos de coronavirus en el estado Miranda. Dos veces ha sido cerrado el paso completamente desde que inició la cuarentena, pero este cierre no se extendió por más de una semana, ya los habitantes pueden entrar y salir sin problemas.
“Es toda una odisea, no entiendo porqué hay tanta gente, compran como locos, como si la comida se fuese acabar. Me da muchísimo miedo contagiarme”, comenta Aníbal Herrera, de 67 años, quien reside en la calle Federación. Herrera asiste a la avenida principal de Las Minas a comprar cada 15 días, asegura que tiene tres meses sin trabajar y vive de su pensión, es viudo, vive solo y sus hijos están en el extranjero, aunque de vez en cuando le envían dinero.
Poco distanciamiento
Personas van y personas vienen en toda la calle, desde que se decretó cuarentena total, el movimiento en la avenida principal no ha disminuido, de hecho, algunos aseguran que ha aumentado. Ningún local parece estar cerrado, ni los consultorios médicos, la única diferencia es la disminución de horas de trabajo, sólo se permite la apertura de 7am a 2pm.
En la calle Colegio Americano se encuentra una peluquería, tiene un aspecto bastante delicado y sutil, su santamaría está bajada a medias. La dueña de salón de belleza asegura que ha tenido que trabajar de este modo para no llamar demasiado la atención de la policía, sólo abre hasta mediodía. “No creo que me digan algo o me obliguen a cerrar, pero igual me da miedo”, comenta.
No existe un tipo de norma que prohíba la apertura de otros locales que no sean de comida o farmacias, por esta razón las mercerías y quincallas siguen laborando como cualquier otro negocio. Desde temprano todas las calles de la zona están llenas de personas, lucen caras de desesperación y poco ánimo, todo parece una película, la patrulla de policías va y viene recordando una y otra vez las instrucciones:
“Por favor si no están comprando vayan a sus casas, esto es una pandemia, es algo serio, no hay necesidad de estar aglomerados en las calles. Que salga un solo miembro de la familia”, se oye decir reiteradas veces.
Al parecer a nadie parece importarle el hecho de que hayan varias personas contagiadas en la zona, la necesidad de surtirse de comida obliga a salir de las casas. Algunos dudan de la existencia de casos de coronavirus en ese sector, por esta razón se encuentran algo indiferentes.
Por favor, si no están comprando vayan a sus casas, esto es una pandemia. Que salga un solo miembro de la familia
Yenis Simancas, de 54 años, parece estar poco preocupada con el tema del Covid-19, se le nota tranquila, viste ropa cómoda y se dispone a hacer la cola para comprar frutas. “He preguntado una y otra vez, nadie conoce a alguien que tenga el virus, nadie sabe de nada. Todo esto es un invento del Gobierno, por Dios, yo ni les paro”, asegura.
A pesar de ser una persona de tercera edad y, por lo tanto, de la población vulnerable, ignora todo lo que ha escuchado, dice estar tranquila y confiada en que todo pasará pronto.
Desde el inicio de la cuarentena todos los locales han seguido funcionando, y la aglomeración de personas es constante. La policía trata de controlar pero -al parecer- se le escapa de las manos. Los fines de semana con fiestas o reuniones no se han terminado, de vez en cuando se escucha música y personas festejando. Ha habido diferentes apagones y desde hace un mes el agua llega de manera irregular o simplemente no llega por 20 días.
Lunes 7am. Keberlyn Castañeda se prepara para un nuevo día de compras, vive con sus padres y su hermano, por ser la mayor le toca salir mientras sus padres trabajan.
“Ni siquiera lo pienso, ya estoy preparada para ir a la avenida y encontrarme con una enorme cola, que se caiga el punto, las personas peleando, los policías fastidiando. En serio, esto es duro, si no me mata el coronavirus me va a matar el estrés”, asegura.
*Geraldine Durán es estudiante de la Universidad Monteávila
*Fotografía: Cortesía