Noah, Darren y Sira, evidencia de los bot venezolanos que buscan contraponerse a realidades menos idílicas
Juan Ernesto Bonadies.-
Noah y Daren fueron anclas de noticias de televisión norteamericanos que gozaron de una fama pasajera y que, hasta hace unos meses, trabajaban para el medio House of News. Poco —por no decir nada— se sabe de ellos en la actualidad. Desaparecieron de repente entre un clima mediático muy extraño y sospechoso.
Por eso, entre tantas conjeturas y rumores, empezaré hablando de los reportajes que los llevaron a ser famosos entre el público de un país en particular, Venezuela, y también a recibir, por esos reportajes, atención de medios de comunicación de renombre en todo el mundo.
Durante las fechas del carnaval de 2023, quien estando en Venezuela visitara YouTube se toparía muy probablemente con Noah o con Daren, los protagonistas, en ese entonces, de gran parte de los espacios publicitarios que hay que soportar antes de cada video monetizado.
También podrías chocarte con ellos frecuentemente navegando en Twitter o en TikTok. Su notoriedad entre los internautas fue muy alta, pero no en un sentido positivo. Gozaron de fama, sí, pero de mala fama. Eran las caras visibles de un anuncio que, en principio, era molesto y altamente invasivo, pero que, al final, fue mucho más allá de eso.
Noah, rubio y apuesto, de porte recto y serio, con una camisa de botones blanca y unos ojos marrones que no se apartaban de la cámara, mostraba una seguridad y un autoconvencimiento impecable en su hablar. Estaba de pie en un plató televisivo azul, cuyo fondo en el que giraba una imagen del planeta daba a entender que lo suyo eran las noticias internacionales.
Hacía un reportaje sobre el turismo en Venezuela, diciendo que todos los planes de más de 500 dólares disponibles para los carnavales estaban agotados, que los hoteles en Margarita, Los Roques y Morrocoy ya estaban totalmente reservados para vacacionar en Semana Santa, y que se estimaba una movilización de 8 millones de venezolanos que viajarían en vacaciones.
«¿Qué tan cierto es que Venezuela es un país tan pobre?», se preguntaba Noah en cámara, mientras contrastaba lo que se sabe de la economía y la inflación con su narrativa de la vida turística. A pesar de su visible firmeza, tenía una sonrisa a medias que destilaba un enigma confuso: había algo que no encajaba y, a simple vista, no estaba claro el qué, pero la sensación de rareza en todo el reportaje de Noah era inexorable.
El ancla americano, rubio y apuesto, que hablaba tan bien de Venezuela en su inglés subtitulado, no convencía del todo, o, mejor dicho, no convencía para nada.
Daren no fue la excepción, tampoco contaba con un convencimiento alto, a pesar de su aspecto y de su manera más elocuente de comunicar: era un hombre afroamericano, también de buen porte, con un saco blanco y una camisa de botones azul celeste debajo que contrastaban bien con su tono de piel.
A diferencia de Noah, que estaba enmarcado en un plano medio corto, Daren tenía un plano medio que le permitía incluso mostrar las manos al espectador. Era un poco más gestual que su compañero, hasta parecía más abierto hacia el público.
Tal vez ese detalle fue el que lo delató después, causando algún desliz casi imperceptible que hizo que yo y la opinión pública dudásemos de su credibilidad.
En su caso, reportaba el éxito que tuvo la Serie del Caribe, competición internacional de béisbol que se celebró a principios de este año entre Caracas y La Guaira. Daren enfatizaba en la alta asistencia a los juegos, la gran repercusión televisiva que tuvo la competición, la generación de turismo que hizo venir al país a muchos fanáticos del béisbol de las demás naciones participantes y las cifras millonarias que se recaudaron de tickets, comida y hotelería.
Habló de la inauguración del Estadio Monumental de Caracas Simón Bolívar, ubicado en La Rinconada, que construyó el gobierno y que es el segundo recinto beisbolero más grande de América Latina —después del Estadio Latinoamericano ubicado en La Habana, Cuba—.
Hizo toda una oda de exaltaciones a la nueva gran exhibición deportiva de la nación caribeña posada al norte del sur. Cerró preguntando: «¿Crees que Venezuela está preparada para volver a organizar eventos de clase mundial?».
Ambos presentadores ofrecían desde los Estados Unidos una visión positiva, no sólo de Venezuela como país, sino también de su gobierno actual. Entre los carnavales, los partidos de béisbol y el gran oleaje de espectáculo devenido de estos eventos, el país parecía presentar una cara que no se había visto desde hace mucho tiempo, y los reportajes de House of News, con Noah y Daren como sus caras visibles, vendían la “recuperación” que hemos estado escuchando desde el 2022 y cuestionaban la realidad establecida, hasta en su propio país, de que Venezuela está sumida en pobreza y dictadura.
De pronto se encendieron alarmas que alertaron al mundo de las comunicaciones. La sensación de extrañeza de estos reportajes resultó no ser sólo una vana corazonada, ni mía ni de nadie. Noah, Daren y House of News escondían un oscuro secreto que pronto se tornó manifiesto, reluciendo a vox populi: eran un invento, un simulacro, una completa ficción que hacía el paripé de que existían dos reporteros estadounidenses que trabajaban como periodistas de noticias internacionales en una cadena de renombre que, también, era una ilusión.
El diario español El País publicó su titular: «No son periodistas, son avatares: el chavismo impulsa propaganda hecha con inteligencia artificial»; y el resto de los medios se hicieron eco enseguida.
El canal de YouTube de House of News ya se ha borrado. Noah y Daren, que resultaron ser deepfakes creados en un software llamado Synthesia, se desvanecieron en el éter digital. El país ya olvidó.
Nicolás Maduro, por su parte, hizo burla de la situación —podemos decir que ya está acostumbrado a afrontar las difamaciones jactándose— para luego declarar: «No, no es la inteligencia artificial, es la inteligencia popular, es la inteligencia revolucionaria».
Una criolla
Lo de “popular” no se prolongó por mucho tiempo. En menos de dos meses, Maduro anunció que en su programa de televisión Con Maduro+ tendría el soporte de Sira, su «presentadora estelar», un avatar ficticio como Noah y Daren, que simula a una guapa afrovenezolana con un exuberante cabello negro, largo y rizado, y un porte casi de Miss Venezuela.
Sira decía estar «feliz y honrada» de participar en el programa del presidente y cerraba su presentación al grito de «¡Triunfaremos!».
Dijo Maduro que la IA llegó para quedarse. Lo de “inteligencia popular” parece haber sido una máscara temporal y Sira parece haberle quitado el trabajo a algún comunicador que tardó varios años para licenciarse de periodista —así sea en alguna “universidad” bolivariana—.
Quizás Noah y Daren eran simples ensayos. Quizás Sira será el primer avatar de inteligencia artificial involucrado en un caso de corrupción gubernamental. Quizás ya lo es… ¿quién sabe? Mientras tanto el gobierno de Rumanía anunció una inteligencia artificial para asesorar las políticas públicas.
El gobierno de China utilizaba deepfakes como anclas de televisión antes que el régimen de Maduro, pero al mismo tiempo los reguló para que no los usen contra ellos. Apareció un video de Vladímir Putin anunciando que Ucrania invadió a Rusia con la ayuda de la OTAN, el cual resultó ser otro deepfake. Ya en 2017 le había pasado algo parecido a Barack Obama…
Verdad vs manipulación
Entre tantos ejemplos, cabe mostrar uno inverso: volviendo a la Venezuela del 2017 podemos recordar aquel video del piloto militar í“scar Pérez, quien, en aquel entonces, declaró su insubordinación al régimen y pidió la renuncia de Maduro y de todo el cuerpo ministerial, todo en un famoso metraje que causó conmoción, no sólo por el mensaje, también porque lucía engañoso y falso.
Aquel video, su puesta en escena, los gestos de Pérez y hasta su tono de voz, evocaban la misma sensación de extrañeza que los reportajes de Noah y Daren.
Las dudas persistieron hasta que el piloto y su comando fueron acribillados en la Masacre de El Junquito, momento en que todos nos arrepentimos por no creerle; de igual forma todo lo que rodea ese suceso sigue hundido en misterio, pero no deja de ser interesante cómo la percepción se nubló a la inversa. La realidad nos pareció artificial.
Pero ¿cuál es la realidad? ¿Siquiera existe algo como tal? ¿No es lo artificial tan real como la realidad misma? Hoy se habla, incluso, de realidad primera y realidad segunda. Me temo que el ser humano nunca fue capaz, siquiera, de asimilar la complejidad total de la realidad primera, ¡como para estarse aventurando ya a una segunda!
Los gobiernos del mundo se están midiendo para ver quién marca pauta. La comunicación política está mutando a formas de manipulación y propaganda más intrincadas. La línea entre lo real y lo ficticio se torna cada vez más difusa mientras, al mismo tiempo, está en merma la capacidad de atención del ser humano, cada vez más vulnerable y manipulable.
Países y universidades tratan de definir una “algor-ética”, pero no hay seguridad de que sea cumplida.
Entre la incertidumbre de preguntarse ¿a dónde vamos a parar?, cabe la certeza de que —y aquí secundo a Maduro, por mucho que me duela—, la inteligencia artificial llegó para quedarse.
Debemos de aprender a diferenciar lo que es netamente humano de lo que los chatbots, los deepfakes, las aplicaciones de deep learning y demás tecnologías generan, en pro de defender la democracia y la verdad como pilares de la sociedad, así como de acabar con la suspensión de la incredulidad, que tanto daño hace. El humano, como zoon politikón, ya ha prestado su naturaleza política al robot. Sira, con su grito de Triunfaremos, ha puesto en escena al bot politikón como una nueva realidad a afrontar.
El economista Gerver Torres, en una nota para La Gran Aldea, conversó con el chatbot de inteligencia artificial de Google sobre las próximas elecciones primarias en Venezuela. «Algo que me preocupa con la realización de una Primaria es el riesgo que existe de fortalecer la narrativa del régimen según la cual en Venezuela existe una democracia perfectamente normal», le contestó el bot.
Yo estoy de acuerdo con… ¿él?… nada más me impresiona que ya diga tener preocupaciones.
*Juan Ernesto Bonadies es estudiante de la Universidad Monteávila