ílvaro Torres De Witt.-
El término ”Ví¶lkerwanderungen” es utilizado por los historiadores, antropólogos y sociólogos alemanes para significar la “migración, o la marcha, de los pueblos”. Se aplicó inicialmente para indicar lo que los historiadores latinos llamaron “la invasión de los bárbaros” al Imperio Romano.
Grandes grupos de godos, visigodos, ostrogodos, alanos, magiares, sajones, jutos, francos … dejaron sus tierras y caminaron hacia las zonas más civilizadas: al Imperio Romano. Esos “bárbaros” buscaban mejorar su calidad de vida, progresar, ofrecer a sus hijos algo mejor. El Imperio Romano ofrecía orden, ciudades planificadas, agua potable, seguridad…  Estas “invasiones” ocurrieron en los siglos II al VI después de Cristo.
La palabra alemana tiene un significado más amplio e indica el peregrinar de grupos humanos sobre la superficie del planeta. Y ésta ha sido una actividad ligada íntimamente a los Homo sapiens y homínidos. El poblamiento de todo el orbe terráqueo se hizo a pie. Las hordas primitivas, las tribus, los pueblos caminaron por centenas de miles de kilómetros.
El origen del Homo sapiens, y los homínidos que lo antecedieron, se encuentra en ífrica. Concretamente en la zona que hoy ocupan Etiopía, Kenia, Tanzania. Los Australopithecus afarensis aparecieron hace unos tres y medio millones de años, los homos lo hicieron hace unos doscientos mil años. Evolucionaron progresivamente y salieron de las tierras agrestes y semidesérticas del nor-este africano.
Migraron hacia el sur y centro del continente, donde encontraron áreas llenas de vegetación. Pero supieron establecerse en las zonas desérticas del actual Egipto, gracias a las aguas del río Nilo.
También atravesaron el estrecho paso de Bab-el-Mandeb cerca del Cuerno de ífrica y penetraron en la Península Arábiga. Así mismo avanzaron desde lo que hoy es Egipto hacia el norte y ocuparon las actuales Israel, Líbano, Siria, Turquía. Y de allí dividieron sus caminos hacia Europa y hacia el Asia. El recorrido de decenas de miles de kilómetros se hizo caminando, y a lo largo de miles de años.
El Homo sapiens llegó a pie al Lejano Oriente, a las actuales India, China, Indonesia, Australia. Se establecieron a lo largo de los ríos Indo, Ganges, Amarillo, Yangtzé y crearon civilizaciones. Desde las zonas de Siberia atravesaron el congelado “Puente de Beringia” hace unos doce o quince mil años y llegaron a Alaska, para luego expandirse, también caminando, por todo el continente americano.
La actual América fue poblada igualmente desde el sur. Los Homo sapiens que llegaron a Australia fueron capaces de atravesar mares y desembarcaron en las islas de Tasmania y Mcquarie. Finalmente arribaron a la Antártica y caminaron hasta llegar a la Península Antártica. Desde allí atravesaron los 800 kilómetros que la separan de la Tierra del Fuego y siguieron caminando hacia el norte.
Podríamos pensar que estas grandes marchas por todo el orbe de la Tierra se realizaron en un lejano pasado y forman parte de la historia remota de la humanidad. Pero resulta que no. Estas grandes marchas también se están realizando en la actualidad, y de manera dramática y heroica.
Sin ir más lejos, seis y medio millones de venezolanos han abandonado su tierra. Y muchos de ellos han caminado (sí, caminado) miles de kilómetros hasta Colombia, Perú, Chile. Son desplazados por una inhumana condición de vida, por causa de la situación política y económica del país. Prefirieron lanzarse a la aventura antes de morir de hambre, y con la esperanza de brindar mejores condiciones a sus hijos. Es uno de los fenómenos típicos de inicios del siglo XXI.
Otros migrantes son los más de siete millones de sirios que tuvieron que salir de su patria por causa de una guerra, que ya tiene una década. Millones de hombres, mujeres y niños caminan por el Medio Oriente y el Norte de ífrica con la esperanza de poder hallar asilo en Europa o en otros pueblos que no estén en guerra.
Millones de subsaharianos, de Tchad, Congo, Mauritania, Senegal arriesgan la vida a través del desierto hacia el norte, o en pequeñas embarcaciones para llegar a las Islas Canarias, a Sicilia, Cerdeña o al sur de Europa. Diariamente las patrullas marítimas españolas, italianas o francesas recogen náufragos… o cadáveres flotantes.
Cientos de miles de vietnamitas, laocianos, camboyanos abandonaron sus tierras huyendo de la prolongada guerra que ocurrió en las décadas de 1960 y 1970. Hoy los vemos en Alemania, Australia, Francia. La gran mayoría de ellos se adaptaron, progresaron y hoy sus hijos y nietos llevan vidas muy distintas a las del típico refugiado sin patria.
El Tapón del Darién, el territorio más agreste y peligroso de Centro América, entre Panamá y Colombia, se ve visitado por miles de migrantes de todas las nacionalidades: haitianos, colombianos, nigerianos, pakistaníes, bangladesíes… todos ellos persiguen el sueño de migrar al norte, y preferiblemente a Estados Unidos o a Canadá. Los huesos de muchos de esos migrantes fecundan las espesas selvas y pantanos de la zona.
Son impresionantes las enormes aglomeraciones que atraviesan Centro América y México y se dirigen al Río Grande, en la esperanza de poder cruzarlo, legal o ilegalmente, y  arribar a una tierra de promisión. Tierra prometida que está levantando un muro infranqueable para que no puedan llegar.
En estos días asistimos a la salida de unos siete millones de desplazados ucranianos que se dirigen a Polonia, Moldavia, Hungría, Eslovaquia… La guerra de algo menos de tres meses ha producido esta gigantesca marcha de refugiados que se quedaron sin casas, sin pueblos, sin seguridad.
Como vemos, las “Ví¶lkerwanderungen” no son cosa del pasado. Hoy asistimos al mismo doloroso, dramático o trágico acontecer. El hombre ha llegado a la Luna, ha enviado naves a explorar Marte, pero la humanidad no ha sabido, o podido, evitar los fenómenos de la guerra, la desigualdad, la injusticia … o la simple ambición y maldad.
*ílvaro Torres De Witt es profesor de la Universidad Monteávila