Emilio Spósito Contreras.-
Fernando III, llamado el Santo (circa 1200-1252), heredó el Reino de Castilla de su madre Berenguela (circa 1180-1246), y el Reino de León de su padre Alfonso IX (1171-1230).
Además de por unificar los mencionados reinos, Fernando es famoso por sus conquistas en al-índalus, destacándose entre ellas la toma de Cartagena (1245) y, sobre todo, la de Sevilla (1248), ciudad y puerto fluvial con desembocadura en el océano Atlántico, que en el futuro jugará un importante papel en la expansión de los europeos en el Nuevo Mundo.
Estas plazas fueron tomadas por el uso de una poderosa arma: la marina de guerra. Efectivamente, en la toma de Cartagena se usó una armada proveniente del Cantábrico y, para el caso de Sevilla, Fernando organizó una flota, primero al mando de Ruy García de Santander (siglo XIII) y, después, del burgalés Ramón de Bonifaz y Camargo (1196-circa 1256).
A la muerte de Fernando III, en 1252, le sucedió por un largo período su hijo Alfonso X, el Sabio (1221-1284), célebre por sus inquietudes literarias (las Cantigas de Santa María), científicas (las Tablas alfonsíes y el Lapidario) y legislativas (el Fuero Real, el Espéculo y las Siete Partidas).
Adicionalmente, en su obra llaman la atención las primeras Ordenanzas Marítimas de Castilla, publicadas el 25 de febrero de 1281, hace 740 años.
Un gobernante con tantas luces, que además de rivalizar con los musulmanes por el dominio de Hispania, aspiró a ser Emperador del Sacro Romano Imperio, no podía menos que aventurarse en el mar.
El prolijo historiador Miguel íngel Ladero Quesada ha escrito interesantes ensayos al respecto, verbi gratia, El Almirantazgo de Castilla en la baja Edad Media, siglos XIII a XIV. Cuadernos Monográficos, 42. Instituto de Historia y Cultura Naval. Madrid, 2003, pp. 57-82.
En 1252, al principio de su reinado, Alfonso X fundó las Atarazanas Reales de Sevilla, astilleros para la confección de galeras, que se sumaron a los establecimientos para tales fines que ya existían en Santander. Una marina castellana permitió alcanzar la costa africana y, con el tiempo, conseguir las mayores proezas marítimas de la historia.
En el Poema de Alfonso Onceno –bisnieto del Sabio–, atribuido a Rodrigo Yáñez (siglo XIV), se lee: “(…) pasar quiero yo la mar Ç€ con la mi caballería (…)” (estrofa 961).
Las referidas normas marítimas versaban sobre el gobierno de la armada y su personal, encomendada al almirante de la mar o almirante mayor de la mar, oficio que al menos se remonta al dinioratus romano.
En este sentido, el primer Almirante de Castilla fue el noble Ruy López de Mendoza, sucedido por el influyente Juan García de Villamayor.
Como lo refiere Rogelio Pérez-Bustamante (Los Almirantes de Castilla: Descripción histórica e institucional –siglos XIII a XIV–. Cuadernos Monográficos, 14. Instituto de Historia y Cultura Naval. Madrid, 1991, pp. 7-23), el almirante era representante del rey en la flota: “como farian al rey mesmo” (Partida II, 9, 24) y juezen los asuntos de la misma: “facer justica dellos”(ibidem).
Casualmente la voz “almirante” parece tener su origen en el árabe “emir” (jefe), incorporado como cargo asociado a la marina en el marco de las luchas normandas por el control de Sicilia (siglos XI y XII).
Los legendarios marinos –específicamente piratas del Mediterráneo, según algunos historiadores– Jorge de Antioquía (muerto en 1151) y Margarito de Bríndisi (circa 1149-1197) están entre los primeros en llevar el título de magnusammiratus o amiratusamiratorum.
Otro uso del nombre almirante, lo encontramos en el trato otorgado por los Reyes Católicos a Cristóbal Colón (circa 1451-1506), de Almirante de la Mar Océana (Capitulaciones de Santa Fe, del 17 de abril de 1492).
Al igual que el Almirante de Castilla, cargo que devino en título honorífico y estuvo en posesión de la familia Enríquez hasta 1705, los descendientes de Colón, todavía hoy, son designados por el protocolo como Almirantes de la Mar Océana.
Resulta interesante al estudio de la Historia del Derecho en Venezuela, que los primeros europeos que arribaron a América, a finales del siglo XV, además de súbditos de los Reyes de Castilla y Aragón, así como cristianos, también fueran gente de mar y, por lo tanto, sujetos al gobierno de cómitres, almirantes y sus leyes, según una tradición que en España se remonta al reinado de Alfonso X, el Sabio y, por qué no, el marino.
Emilio Spósito Contreras es profesor de la Universidad Monteávila