¿Por qué no hablamos de colores?

Alicia ílamo Bartolomé.-

La pregunta parece tonta, sin embargo, en tiempos de convivencia forzada no lo es. En una familia normal lo normal es que cada quien salga a la calle a cumplir sus obligaciones: trabajo, universidad, colegio, mercado, citas médicas, visitas, cursos, recreación, deporte, apostolado, etc. Y lo normal también es que cada quien tenga su carácter, su idiosincrasia, su temperamento, sus preferencias, gustos y hasta sus maní­as. Normalí­simo también que nos soportemos unos a otros, a pesar de nuestras diferencias, porque nos vemos a ratos, no estamos frente a frente el dí­a entero, pero ahora… Bueno, no será eternamente, mas debemos aprender técnicas de convivencia forzada. Eso lo han vivido los astronautas, con una gran ventaja: fueron preparados para ello fí­sica y psí­quicamente. A nosotros nos agarró de sorpresa. Por Internet podemos encontrar la información al respecto que nos puede ser muy útil.

Por otra parte, la gente por sí­ misma ha encontrado medios para aliviar el encierro. Demos gracias de tener las redes sociales que, si generalmente son una fuente de necedades, en este caso han aportado cosas positivas para pasar el rato y estimular la imaginación. Por ejemplo, alguien en casa recibió, por las redes, un programa de los mejores destinos para la Semana Santa que acaba de pasar y decí­a así­: Punta Cama, Playa Salita, Costa Balcón, Puerto El Bañito y Gran Ventana. Esa persona contestó al remitente: Yo estoy en Punto Fijo. Se me viene a la mente otro destino famoso: Canpuf. Y así­ podrí­amos seguir animando ingenio y fantasí­a.

Si empecé este artí­culo hablando de colores es porque pienso que poco explotamos esta veta que tenemos a mano. Basta detenerse frente a la ventana, la puerta y, quien pueda, poner un pie en el jardí­n. ¡Qué maravilla! La naturaleza allí­ nos espera con múltiples manifestaciones que a diario vemos sin ver. ¿Nos hemos fijado en la variedad de formas y verdes de las hojas de árboles, plantas y hierbas? Las hay por lo menos de una veintena de formas diferentes, aovadas, lanceoladas, aserradas, cuneiformes, etc. Y en cuanto a colores, además de los muchos matices de verde, hay otros, el cambio de color entre el anverso y el reverso, combinaciones como en las bellí­simas bromelias.

En textura, la variedad no es menor, rugosas, opacas, lisas y brillantes, nervudas. Con sólo atreverse a otear el exterior de nuestra casa, tenemos un mundo vegetal para observar, apreciar, gustar. A veces, esas humildes hojas resplandecen porque recogen gotas de lluvia o de rocí­o, el sol las convierte en diamantes o luceros y una suave brisas las hace titilar. Y estoy hablando sólo de hojas. ¿Y los troncos, ramas y flores?¿Y los pájaros, mariposas y otras criaturas amables del reino animal? La naturaleza es un universo para la contemplación  que nos ayuda a salir de melancolí­as, fastidio, apoltronamiento, inconformidad, nos descubre razones para elevar el espí­ritu y dar gracias alabando al  Creador.

Sospecho la sonrisa indulgente de algún escéptico leyéndome, un ¡bah! surgiendo de sus labios. Yo sólo le pregunto: ¿has hecho la prueba de acercarte a las criaturas para admirar la Creación? Es mejor que hagas esa prueba que sumirte en el desaliento y aburrimiento de tu encierro obligado. Sé que tratas de combatir éstos leyendo, escribiendo, viendo TV o con alguna actividad artesanal y eso está muy bien. Sigue, pero asómate y ayuda a otros a que se asomen, porque allá afuera hay una energí­a traducida en las formas, colores y aromas de la geografí­a. Aprende a mirar.

Cielo de azules, violetas, blancos, grises, anaranjados pálidos o ardientes. En las nubes las formas sugerentes de ovejas, encajes, plumas, siluetas, que van transformándose. Luces rosas del amanecer, radiantes del mediodí­a, fuego del ocaso. Cerros dorados, verdes y sombras, de bronce. Edificios y calles iluminados u oscuros. Calinas que velan suavemente el paisaje. Lluvia que limpia, renueva y reverdece. Todo un panorama de matices nos rodea. Y de voces musicales, aprende también a oí­r.

Entonces,  podemos hacer un buen programa de conversación familiar con el sencillo tema de los colores y sonidos que adornan nuestro entorno.

*Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Universidad Monteávila

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma