“Historia mí­nima” para entender el fracaso de Venezuela

Carlos Balladares Castillo.-

La Semana Santa que vivimos este año nos recuerda que el Viernes Santo y el Sábado de Gloria desde el punto de vista secular (no trascendente) son los dí­as del fracaso para la cristiandad. Pongámonos en las sandalias de cualquier discí­pulo de Jesús de Nazaret y pensemos a partir de los datos que nos ofrece la realidad. El poder polí­tico y religioso han asesinado a tu Maestro, al que te habí­a dicho – ¡y lo habí­as creí­do! – que era el Hijo de Dios y el Mesí­as que vení­a a restituir la gloria de Israel. Evalúas frí­amente con lo que tu mirada humana y solo puedes llegar a una conclusión: hemos fracasado ¡nuestro Señor está muerto! ¡Todas sus promesas han desaparecido con Él! No dudo, cambiando lo cambiable, que los venezolanos calcemos hoy esas sandalias a la hora de pensar en nuestros proyectos colectivos. Es necesario entonces ir más allá del fracaso del presente, mirar nuestra historia y buscar respuestas, y esa ha sido la tarea de tres prestigiosos historiadores (Elí­as Pino Iturrieta, Inés Quintero Montiel y Manuel Doní­s Rí­os) al ofrecernos la recientemente publicada: Historia mí­nima de Venezuela (2019, Caracas: El Colegio de México-Turner).

El libro no es una historia del fracaso pero sí­ busca explicar el hecho que ha generado un gran interés en el mundo: ¿Por qué Venezuela siendo un paí­s tan próspero y democrático en los tiempos recientes (segunda mitad del siglo XX) y por ello con tanto potencial, sufre la mayor crisis que paí­s alguno ha padecido en los últimos años? No es solo el resto del planeta el que se lo pregunta sino también nosotros los venezolanos. El asombro no nace por poseer las peores cifras en lo socioeconómico (la mayor inflación que es hiperinflación y caí­da del PIB, y el más acelerado empobrecimiento de sus mayorí­as), sino también la destrucción de su institucionalidad democrática y la transición a una dictadura violadora de los derechos humanos (datos de las últimas entregas del Informe de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas tanto en el 2019 como hace pocas semanas). En un presente dominado por las brevedad y lo concreto, y al mismo tiempo exigente de la veracidad de los datos y el conocimiento; la reedición de la Historia mí­nima de Venezuela (la primera fue en 1992 y coordinada también por nuestro querido profesor Pino Iturrieta) con el aval del Colegio de México, es una excelente noticia.

Al leerlo, consideramos que sus autores buscan el sentido de nuestra historia. A pesar de que cada uno se dedica a una época determinada: Manuel Doní­s al tiempo colonial, Elí­as Pino al siglo XIX e Inés Quintero al siglo XX y lo que llevamos del XXI (hasta el 2015); la obra tiende a dedicarle mayor atención a lo que podrí­amos llamar “proyecto republicano-democrático”. Desde el proceso de Independencia, aunque con la crisis de la sociedad colonial empieza dar sus primeros pasos, dicho proyecto no ha dejado de mover a la acción polí­tica, cí­vica y militar de los venezolanos. Los mueve tanto para promoverlo como para destruirlo, y así­ poco a poco ha ido cambiando y asumiendo sus peculiaridades autóctonas. Peculiaridades que han debilitado, retrasado y tergiversado su desarrollo (Elí­as Pino habla de sus “tumbos”). Pero a pesar de ello éste ideal se ha ido imponiendo, por lo cual Inés Quintero no dudó en llamar su capí­tulo (que es el más largo de todos): “El siglo XX: conquista, construcción y defensa de la democracia”. Porque no cabe duda que las últimas décadas, en especial desde 1998, la sociedad (mayorí­as con el liderazgo de la clase media) han demostrado el haber asumido los valores civilistas.

El presente es de cruz y muerte como la Semana Santa de hace casi dos mil años. La resurrección ha demorado más de tres dí­as, pero aunque dominen las tinieblas y ya muchos se alejan por los caminos, hay una certeza más allá de la fe ¡qué ya es bastante! Esa certeza la ofrece el dato histórico pero también las virtudes de los que dí­a a dí­a siguen trabajando de manera honesta sin abandonar la conciencia ciudadana. Nuestro esfuerzo vale la pena porque la democracia y la república no son extrañas a nuestra condición cultural ¡y sobretodo temporal! No hemos recorrido nuestra historia sin que la democracia y las libertades estén ausentes. Si en el pasado la hicimos realidad y en el presente mantenemos un apostolado cí­vico, el futuro nos pertenece. No tengamos miedo entonces al fracaso que nos rodea, no lo veamos con la percepción limitada de los pueblos que no conocen su historia.

*Carlos Balladares es profesor de la Universidad Monteávila

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