Noel Franceschi.-
El pasado 26 de febrero comenzó el tiempo de cuaresma con el tradicional miércoles de ceniza. Ese día la Iglesia nos impone las cenizas en nuestra frente para recordarnos que estamos en este mundo de paso: somos polvo y al polvo volveremos.
El tiempo de cuaresma nos recuerda los 40 días que pasó Jesucristo en el desierto haciendo ayuno y oración para preparar el inicio de su vida pública. Es por ello que la Iglesia nos invita, en este tiempo, a tres prácticas esenciales para que los cristianos nos preparemos mejor para vivir la Semana Santa. Esas prácticas son: la limosna, la oración y el ayuno.
Nos dice el Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo”.
La limosna no se refiere solo a la ayuda material o monetaria a un necesitado. Podemos entender por la limosna, la invitación que nos hace la iglesia a las obras de caridad. Y muchas veces no se trata de compartir nuestros bienes sino dar de nuestro tiempo a quienes nos necesitan.
Para nadie es un secreto que, por la grave crisis que atraviesa nuestro país, se ha dado una migración inmensa de venezolanos al extranjero. Eso ha traído como consecuencia la aparición de un nuevo sector de necesitados. Personas de avanzada edad que se han quedado solos, sin compañía y sin ayuda. Son aquellos a quienes se les han ido los hijos y los nietos, a quienes pudiéramos llamar “abuelos huérfanos”.
Gracias a Dios ha surgido la iniciativa en varios lugares de Venezuela, de jóvenes que han adoptado un abuelo. Que bueno sería que cada uno, según sus posibilidades, adoptara un abuelo en esta cuaresma.
Hay abuelos en muchos sitios de Venezuela que están solos y muchas veces no tienen quien les ayude para ir a comprar comida o medicinas. No saben muchas veces como hacer gestiones a través del internet o como comunicarse con sus hijos a través del Skype.Â
Estimado joven, a ti te propongo que averigí¼es si en tu barrio o en tu urbanización hay algún “abuelo huérfano” y adóptalo. No te imaginas cómo dar de tu tiempo y de tus capacidades a los abuelos necesitados te va a sanar de tu egoísmo y te va a colmar de felicidad. ¡Anímate!
Noel Franceschi es capellán de la Universidad Monteávila