Fernando Vizcaya C.
Trataremos de seguir una metodología fenomenológica para descubrir lo que puede ser el hombre, fundamentándonos en el hecho empírico, en el fenómeno observable y luego trascenderemos lo estrictamente sensible para ir un poco más a fondo. Sobre el método de investigación que nos parece conveniente. A fin de cuentas la fenomenología, en puridad etimológica, no quiere decir más que esto: ciencia de los fenómenos. Y fenómeno significa escuetamente lo manifiesto como significación de la expresión fenómeno hay que fijar ésta: lo que se muestra en sí misma: lo patente
Desde los griegos, el hombre ha sido considerado como un ente que es capaz de pensar, es decir, que trasciende su parte material y puede poseer a través de sus sentidos, la realidad externa. Se habló en ese momento y hasta ahora de alma o de principio de operaciones intelectuales o por lo menos operaciones no materiales. El movimiento “que se mueve a sí mismo” como lo definió Sócrates (Fedro 246). La relación de pensamiento, fruto de las sensaciones, es en las primeras de cambio, una relación con lo que “no es él”, con lo de fuera de él. Posteriormente, el hombre es capaz de tener operaciones de comparación, pero éstas suceden dentro de sí, no necesitan del exterior, son inmanentes y también es capaz de reflejarlas al exterior conceptualizando para poder describir y explicar.
Es obvio que esto daría una posibilidad real de relación con un semejante a él. La operación de conocimiento de sí, la operación que algunos psicólogos experimentales han llamado introspección es la relación de conocimiento más difícil o por lo menos más compleja, puesto que el hombre funciona sin elementos sensibles, sino de revisión óntica. Luego vendría la exteriorización, la comunicación con otros.
Cada una de estas relaciones produce una gran cantidad de interrogantes, de preguntas, de expectativas que van formando un tejido que llega a poseer la suficiente entidad como para formar ciencias específicas. Por ahora nos interesa, luego de la búsqueda de la naturaleza humana, sobre todo, la segunda relación de conocimiento en el hombre, la relación hacia fuera, pero no con las cosas, sino con el semejante: la correspondencia política (por lo menos así la consideraban los griegos). Ella produce vínculos que solamente se dan en la naturaleza humana, en éste ámbito: el social.
Todo esto requiere el entendimiento del otro, la comprensión de los significados y el consenso en símbolos, es decir, la relación entre lo que se enseña y lo que se aprende; el entrenamiento en y para el enfrentamiento de problemas, formación de capacidades que en conjunto implica una cierta cooperación y solidaridad; relaciones intersubjetivas que van solidificándose a través de leyes o de normas que pueden ser explícitas o no, pero que tienen una entidad real en la vida del hombre.
El no tener estas ideas suficientemente claras, no tener una real constancia de lo que el hombre es, no se puede dar un conjunto de fines para la enseñanza, no se concretan esos aspectos que forman una doctrina pedagógica, realmente eficaz.
Esas problemáticas de no tener los conocimientos suficientes, ni las capacidades para la acción, producen inevitablemente un fracaso en la persona para asumir responsabilidades, que son esperadas por los niveles educativos superiores.
*Fernando Vizcaya es profesor de la Universidad Monteávila