La odisea en Caracas en un barco de metal

Grismar Herní ndez.-

El olor a orina, las paredes llenas de grafitis, el largo tiempo de espera y el deterioro son los reflejos del que fuera en algún momento una referencia mundial de modernización y limpieza. El Metros de Caracas hoy constituye en una odisea para los caraqueños que lo usan a diario.

1:10 p.m. estación Altamira

Se aprecia olor a orina en la entrada de la estación, grafitis en las paredes; sin embargo, en el interior el suelo está limpio y las escaleras eléctricas funcionan. En las taquillas no hay ningún trabajador, la entrada es libre.

En el andén hay varias personas, los que van hacia Palo Verde son de menor número a los que se dirigen a Propatria. La lí­nea 1 fue una de las primeras en ser construidas en el año 1983 y cuenta con 22 estaciones que une el este y oeste de la ciudad capital.

1:25 p.m. Estación Altamira

La espera para las personas es larga, quince minutos y nada. En los rieles se aprecia basura y de vez en cuando aparece un ratón que luego se pierde en la oscuridad del túnel.

“En tiempo de 18 minutos desde Propatria hasta Chacaí­to”. Estas fueron las palabras de presidente Luis Herrera Campins el dí­a que se inauguró el transporte público más moderno del paí­s. Hoy es el tiempo que lleva el subir a un vagón.

Llega el tren, el interior está sucio, el suelo se aprecia lleno de barro, de algo pegajoso que cayó en algún momento y nunca se limpió. En el ambiente el olor es fétido, indescriptible y se une con el de los caramelos que venden los trabajadores de la economí­a informal.

Los usuarios de manera automática llevan el bolso al frente porque como ellos comentan: “Nos pueden robar, así­ por lo menos nos sentimos más seguros porque lo estamos viendo”, dijo una estudiante de la Universidad Central de Venezuela, que usa este transporte a diario.

En la lí­nea 1, en dirección a Plaza Venezuela, el vagón está lleno de personas aunque la cantidad no es exagerada. En un lugar cerrado y sin aire acondicionado el viaje se vuelve eterno, al abrir las puertas en cada estación algunos usuarios respiran, otros salen para recibir algo de aire. “Esto parece un horno”, comenta una mujer.

Este medio de transporte masivo representó una solución  a los problemas que viví­a la Caracas de finales de los años setenta.

36 años después la ciudad capital atraviesa por una importante crisis de transporte, producto de la falta de unidades, la escasez de efectivo y constantes aumentos informales del pasaje. La tarifa establecida por el gobierno es de 70 bolí­vares, pero la realidad es otra. Mientras, el Metro es gratis. Recientemente se anunció un ajuste a 40 bolí­vares. En sus inicios se cobraba por el número de estaciones que se recorrerí­a y el costo del pasaje era mayor que el del transporte público terrestre.

El último aumento salió publicado en Gaceta Oficial extraordinaria del 23 de mayo, número 6.547. Significó un incremento de 4000% sobre el realizado en el año 2018, que se cobró en algunas estaciones por pocos meses. Desde el mes de enero, aproximadamente, la entrada era libre.

1:36 p.m. Estación Plaza Venezuela

Cuatro estaciones después, la espera se alargaba por varios minutos. En Plaza Venezuela el ambiente es diferente, el deterioro es mucho más evidente.

Del techo de la estación las luces parpadean como la de los árboles de navidad. La mayorí­a de los bombillos están dañados y el ambiente lúgubre rodea el lugar. Las escaleras eléctricas no funcionan ni las que suben ni las que bajan, todas están dañadas.

El olor a orina se percibe en casi todo el recorrido hacia la transferencia. Muchas personas se dirigen al andén, en el suelo hay basura por todos lados, en las paredes hay evidencia de filtración, la pintura está levantada, el suelo está muy deteriorado. La estación más concurrida del Metro deja ver la peor cara del sistema, el que fuera considerado el más limpio y ordenado del mundo en el año 1991, según referencias de portales noticiosos.

1:40 p.m. estación Plaza Venezuela

La espera de los caraqueños apenas comienza, los usuarios comentan que las demoras pueden llegar a ser de hasta 25 minutos, aseguran que en transferencia apenas trabajan dos trenes y por tal razón deben esperar por tanto tiempo.

Si hubieran más trenes no esperarí­amos tanto”, comentó Laleshka Morse, estudiante de la Universidad Central.

1:47 p.m. Estación Plaza Venezuela

Mientras pasa el tiempo llegan más personas, el andén está repleto, algunos ya pisan la lí­nea amarilla. Siguen llegando más y más y el tren no aparece.

1:53 p.m. Estación Plaza Venezuela

El tren llegó, los usuarios se preparan para entrar, como caballos en una carrera, se apretujan contra las puertas del vagón. Se abren, se empujan y corren hacia los asientos, entran y entran y ya no queda espacio.

En los primeros años de su fundación el respeto a las normas era muy evidente, nadie se podí­a pasar de la raya amarilla, no se ingerí­an alimentos en el interior, no habí­a vendedores ambulantes, pero todos estos son recuerdos que se han quedado en el pasado, de que alguna vez existió una “cultura Metro”, así­ como una “cultura Chacao”.

Una mujer de la tercera comenta que ella no se pone al frente de la fila, porque teme salir lastimada por los empujones que se dan cuando se abren las puertas.

Yo ni loca me pongo ahí­ porque la otra vez a una señora la empujaron e hicieron que cayera al piso y todos le pasaron por encima”, dijo la mujer.

La transferencia al igual que la lí­nea 1 son las  más antiguas del metro de Caracas inauguradas el mismo año, además de ser uno de los recorridos más complejos y poblados por la cantidad de personas que lo utilizan a diario. Un total de 489 millones de personas moviliza este sistema de transporte al año, según cifras oficiales.

1:57 p.m. Estación Plaza Venezuela

El tren está repleto, las puertas de los vagones se cierran, al cabo de los segundos se vuelven a abrir, vuelven a cerrar y este proceso se repite unas cinco veces. El aire acondicionado funciona; sin embargo, no se percibe por la cantidad de personas, muchos se sofocan. El mal olor no se escapa del interior del vagón.

2:01 p.m. Estación Plaza Venezuela

Los más jóvenes van pegados como estampillas contra la puerta, son los primeros en bajar, luego de varios minutos el tren avanza.

2:07 p.m. Estación Ciudad Universitaria

Por fin los estudiantes llegan a su destino, algunos corren por la estación, y luego por las escaleras que no funcionan “desde hace mucho”, según comenta Griseida Herní ndez, usuaria frecuente.

Los torniquetes están dañados, y una vez más los años y la falta de mantenimiento se dejan ver en una estación que en algún momento fue un ejemplo de modernidad en América latina, un orgullo para el gentilicio venezolano.

*Grismar Hernández es estudiante de la Universidad Monteávila

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