Fernando Vizcaya C.-Â
La palabra “demonio”, según Nicolás Abbagnnano, es un ser divino, que el Supremo creó y al que habitualmente se le atribuye la función de mediador. Más tarde se le dio el nombre a divinidades inferiores o subordinadas, y malignas.
Con estos significados podemos reflexionar sobre lo que está pasando en algunos aspectos o ámbitos del país. Allí el demonio actúa como mediador de algo más fuerte que él y lo hace de tal manera que se convierte en algo inferior a su función natural específico; es decir, según la tradición cristiana, es el tentador por excelencia.
¿Qué tiene que ver esto con la educación? Lo mismo que fines y medios, la misma relación, puesto que son mediadores de lo que se propone alguien más fuerte para la población en general, la que se denomina población educada. En este sentido, lo más fuerte es una legislación, unas leyes o el mandato de alguien con fuerza autoritaria. Escribía Alomar: “Hay que acomodar la acción a la palabra, la palabra a la idea”. Es decir, que en el fondo de nuestras miserias como pueblo o sociedad están una serie de ideas no cónsonas con la naturaleza y mucho menos cónsonas con las acciones de las personas.
De esta manera vemos que las ciudades están llenas de basura, que las calles y jardines de las urbanizaciones desbordan botellas, que el tráfico automotor es peligroso por la falta de sujeción a las leyes y el sentido común no está presente. Revisar las redes sociales, así llamadas es -con mucha frecuencia- internarse en un mundo de mentiras y falsos testimonios, … y estar en contacto con el pecado tiene su precio a pagar.
¿Dónde están los demonios que necesitamos para mejorar esta situación?
Es quizá funcionar con lo que existe. Ser realista en la práctica de los objetos de la educación. En ese sentido, un autor contemporáneo -Perkins- escribe con acierto que: “Pensar con lo que se aprende es por cierto uno de los fines de la educación. En realidad forma parte de la más importante de las metas mencionadas: uso activo del conocimiento”.
Posiblemente ese es uno de los demonios (en sentido propio de la palabra) que no estamos usando adecuadamente. La manera en que se debe usar es la pregunta grande. ¿Cómo usamos ese conocimiento que se aprende en la escuela?
Uno de los refranes más usados en nuestra cultura es “más sabe el diablo por viejo, que por diablo”. Es decir, el valor de la experiencia. Posiblemente sea de lo más valioso que podemos tener en los procesos formales de instrucción. Pensar en lo que nos sucede. Reflexionar sobre el hecho ocurrido y aprender.
*Fernando Vizcaya es decano de la Facultad de Educación de la Universidad MonteávilaÂ