Ana Carolina De Jesús.-
Existen por las redes sociales consejos empalagosos sobre cómo lidiar con la frustración. Lo cierto es que esta palabra remite una desorientación del propio hombre ante su vida. Para ello, es conveniente conocer lo que dice el filósofo Luís Cencillo sobre este tema:
“Las personalidades frustradas tienden a culpar de su frustración a los demás, o cuanto menos, como ya observaba Larra, a las «circunstancias», pero en realidad la raíz de toda frustración está en haber perseguido unos ideales o un cometido que, por desproporción con nuestra estructura personal, no podían ser los nuestros, no podíamos realizarnos al realizarnos, o no podíamos darles cumplimiento en forma de autorrealización” (Cencillo, Luís. Curso de filosofía fundamental, Tratado de la intimidad y de los saberes, pp. 344)
Cencillo habla a partir del desfondamiento del hombre, de una personalidad que se va formando y que no está determinado, como lo está su cuerpo y las leyes de la naturaleza. Como no tiene un fondo sobre el cual levantarse, tiene miedo por este sin sentido ante una labor que viene desarrollando desde el nacimiento: el ser, la propia persona, la mismidad.
Ahora bien, la persona frustrada revive una y otra vez este desfondamiento al no concretar la labor de sí mismo por medio de un deseo. La RAE define a la frustración como un sentimiento de fracaso ante la esperanza o un deseo. Y el deseo –sea material o unos ideales– solo oculta lo que Heidegger llama el cuidado de sí mismo. Si no me apropio de mi deseo, tampoco obtengo aquello que estoy labrando de mí misma por medio de él; por ejemplo, el empleo soñado pero no obtenido.
El “no” que la persona encuentra en la realidad no es solo al deseo, es la negación a lo más íntimo del propio ser y, por ende, vulnerabilidad. Vive otro desfondamiento. Debe reinventarse o rearmarse, frases que se escuchan en la actualidad y que son apropiadas para describir lo que debe hacer la persona frustrada.
Otro aspecto a atender de las palabras de Cencillo es la culpabilidad. La culpa hacia el otro forma parte de la desilusión ante la no realización de un aspecto de sí mismo. Además, la frustración es una frontera, unos límites que la propia realidad establece y que el hombre busca superarlos desde los obstáculos que hay para apropiarse del deseo, en la aventura de hacerse un ser ante una realidad llena de incertidumbre y por medio de la interacción con el otro.
A la vez, el hombre debe lidiar con otra frontera: caos/orden, sin sentido/sentido pleno, yo antes/ yo ahora. La forma de superación de la frustración es enfrentar el duelo y reorganizar la propia construcción del ser.
No hay que tomarlo como una banalidad más. La frustración es, en palabras de este autor, “el drama de su existencia en su intimidad” (pp. 345). El yo es el efecto y también la causa de la frustración. Como todo drama, implica una extinción de sí mismo pero la oportunidad de rearmarse es cuestión, entonces, de que esta mismidad encuentre a una otredad que lo anime.
* Ana Carolina De Jesús es profesora de la Universidad Monteávila.